Franco, presente

Es la pública y notoria constatación de que el presidente del Gobierno de España, Pedro Sánchez Pérez-Castejón, de tanto mentar a Francisco Franco ha conseguido que hasta nuestros más ágrafos escolares pregunten y se interesen por él. Cosas del morbo que provoca toda prohibición.

Tardías e insuficientes han sido las declaraciones del presidente del FC Barcelona, Joan Laporta –imposible que las mejore un dipsómano— con las que trató y no consiguió justificar los millonarios pagos de su club (7,5 millones de euros por 629 informes) al ex árbitro José María Enríquez Negreira. Añadamos a lo de tardías e insuficientes la torpeza de tratar de endilgarle al Real Madrid la condición de equipo del régimen. Una acusación que ya ponía furioso a don Santiago Bernabeu. El actual presidente, Florentino Pérez, sin inmutarse lo más mínimo, se ha limitado a cumplir con cuanto preceptúa la ley del Talión.

¿Queréis régimen? Dos tazas, con los churros o porras de regalo. Ahí tenéis el video de la inauguración del Camp Nou, preñadito todo él con las banderas de España y de la Falange. Con misa solemne sobre el césped (en aquel momento todavía no había si replantado por la floristería de la señora Ferrusola de Pujol). Y con interpretación del himno nacional.

Y con más imágenes del No-Do, mostrando al que fuera presidente del Barça, Agustín Montalt, entregando a Franco otra, la segunda, medalla de oro y brillantes. Y con el añadido de la adhesión inquebrantable fuera de toda duda. ¡Qué menos, si el Caudillo ya había recalificado tres veces los terrenos del viejo campo de Las Corts para que el FC Barcelona rentabilizase al máximo los solares resultantes y pudiese construir el Camp Nou!

Trágica reacción y patético llamamiento de la portavoz de la Generalitat catalana: «Retiren ese video», ha exigido al Real Madrid, argumentando que está lleno de embustes y falsedades.

Siendo verdades históricas tan contrastables y evidentes las que muestra, su histriónica petición revela lo incómodos que se sienten estos catalanes cuando se les refresca la memoria y quien aparece en pantalla es el propio Franco, aplaudido y aclamado por la parentela en primer o segundo grado de los que ahora tanto se sulfuran.

El comodín de Franco, que Pedro Sánchez gusta de utilizar, ya sea como espantajo cuando quiere apartar la atención del público de un asunto que le resulta molesto, o como moneda para que el barquero Caronte lo traslade a la otra orilla de la laguna Estigia para pasar a la historia, tiene en el presidente culé Joan Laporta a otro émulo. Y ha puesto de los nervios y erizado sus cabellos al fugado Carles Puigdemont, otro que tal, cuando el Madrid ha goleado echando mano de esos recuerdos.

La última consigna sanchista de cara a las elecciones locales del 28 de mayo es que los ayuntamientos retiren todos los vestigios que puedan recordar la dictadura franquista. Nada ha dicho Sánchez de dinamitar presas y pantanos por mucho que fuese en tiempos de Franco cuando se levantaron. Que la actual sequía, de lo más pertinaz, empeoraría más aún el estiaje de no tener contenida esa agua pantanal.