«Fue un caso real: Una madre y una hija, que no eran grandes tenedoras de vivienda, habían heredado una vivienda, iban a vender y los 'inquiokupas' irrumpieron en mi despacho», resumió la funcionaria fedataria pública en un vídeo que sigue colgado en sus redes sociales.
Además, puntualiza los aspectos legales de la surrealista operación: «Porque una notaría es una oficina pública, yo no le puedo impedir el paso a nadie, pero es que pretendían llegar hasta la sala de firmas y que un notario diera fe de la consumación de su delito de extorsión, de ese dinero que habían exigido para abandonar la vivienda».
Por lo tanto, haciendo de tripas corazón, por el tono en que cuenta el recuerdo de aquel servicio, confiesa sus impresiones. «¿Alguien puede imaginar el conflicto moral y legal que se le plantea para un funcionario público? Tuve que firmar porque sí que era la voluntad de las señoras vender y de los señores comprar», comenta.
Con todo, las circunstancias hicieron que «firmara tapándome la nariz y la boca, porque eso no era lo que me pedía ni el cuerpo, ni el corazón, y menos aún el sentido común, el jurídico o el de justicia», es su reflexión final.
Aparte de este vídeo con el mal sabor de boca que le dejó aquella experiencia, la titular de Notaría Buendía difunde otros divulgativos para dar a conocer los derechos de los propietarios, además de opinar sobre la legislación actual y los cambios que necesita, a su juicio.
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