Testigo de excepción

De la década de los setenta a la segunda del XXI han pasado muchas cosas por delante de la cámara de Escribano. De la Nikon analógica a la Canon digital. Cosas y gentes. Los áridos paisajes extremeños, aquella colección de muñecas, Lola Gaos y los artistas de la escudería de Gonzalo García Pelayo, la portada del disco de Pablo Guerrero allá por el 75, Labordeta, Víctor y Ana, Caco Senante, Luis Pastor y Raimon . Duras imágenes de máscaras sobre desnudos, los sueños de Ícaro, Salamanca y La Habana, las texturas y los grafitis invadiéndolo todo. Los viajes de la figuración a la abstracción de ida y vuelta. «Eran todas muestras con unidades temáticas muy pesadas y entre medias surgían los retratos de amigos y amigas y modelos, como un elemento recurrente», explica el autor.

Es tras su parada y fonda en Alicante cuando toma contacto, a través de reuniones y tertulias, con algunos de los artistas plásticos contemporáneos que desarrollan aquí su trabajo. Y decide ir más allá y adentrarse en sus refugios creativos. Y les captura en momentos que destilan calma y naturalidad. Serenidad y buenas vibraciones. Sonrisas y gestos conocidos y cercanos. «Con luz ambiente y una camarita pequeña», ante la que se han sincerado hasta doce creadores como son Elvira Pizano, Aurelio Ayela, María Dolores Mulá, Martín Pérez Ripoll, Miguel Bañuls, Paco Calvo, Pepe Gimeno, Dolores Balsalobre, Gaelle Maurelli, Luis Miguel Gutiérrez, Carmen Muñoz y Manuel Galdón.

No acaba aquí el proyecto, porque «esta entrega tendrá su continuación con una segunda y tercera hasta completar la publicación de un libro que los reúna a todos y sirva como pequeño y merecido homenaje a su infatigable actividad», subraya Chema Escribano. Una actividad que le tendrá a él como testigo de excepción en un taller que se convierte en universo singular.