OPINIÓN
El negocio de la prostitución
JOSÉ LUIS TORRÓ
EL Gobierno del todavía presidente José Luis Rodríguez Zapatero no sabe que hacer con el problema de la prostitución, del que el tópico dice que se trata del oficio más viejo del mundo. Dado que no quiere legalizarla, pero tampoco prohibirla, ha decidido que todo ... siga como hasta ahora. Es decir, que tan complicada cuestión siga siendo lo más parecido a una ingobernable casa de izas, rabizas y colipoterras, dicho sea al modo del desaparecido Camilo José Cela.
Aquella ministra de tan breve recorrido que fue Bibiana Aído quiso meterle mano al irresoluto lío la prostitución, pero sus intenciones no pasaron de meros gestos de cara a la galería. De entre las diversas propuestas nacidas durante su efímero Ministerio de Igualdad hubo una con la que se pretendía iniciar una lucha contra la prostitución usando, eso sí, armas distintas a las que su departamento ministerial pudo y debió disponer. Fue aquel consejo, más bien sugerencia bibiana, dirigido a los editores de diarios para que suprimiesen de sus páginas los anuncios de contactos que, por cierto, tan pingües beneficios les aportaban.
El cacareado Ministerio de Igualdad desapareció a las primeras de cambio (de los muchos cambios que Rodríguez Zapatero hizo forzado por las adversas circunstancias económicas) y del asunto de los anuncios de contactos nada más se supo hasta que la ministra Leire Pajín, que heredó las competencias de Igualdad, volvió a replantear la cuestión. Y lo hizo en parecidos términos a como lo había hecho la señora Aído y también con no poco enojo por parte de los editores, que bastantes problemas tienen para cuadrar sus cuentas de resultados como para verse obligados a renunciar a unos jugosos ingresos, no pocos de ellos cobrados en efectivo y por adelantado.
Si el Gobierno supiese qué quiere hacer con la prostitución podría haber lanzado un globo sonda apostando por su legalización y regulación como mal menor, pero como no sabe, no contesta, se limita a trasladar el problema y que sean otros, los editores de periódicos, los que tengan que resolverlo aunque sólo sea maquillando las páginas de sus diarios, librándolas de la presencia de esos mensajes en los que el mal gusto y la procacidad hallan cobijo.
La reacción de los dueños de prostíbulos a la sugerencia ministerial de hacer desaparecer los anuncios de contactos en los periódicos, ha sido la de incrementar por otros medios la publicidad de sus negocios. Así, se ha podido constatar que en las últimas semanas es mayor, hablo de la ciudad de Valencia, la distribución de tarjetas publicitarias de burdeles, que aparecen colocadas a diario en ventanillas y parabrisas de los automóviles, pero de modo más acusado cuando se produce un acontecimiento deportivo y es mayor la concentración de coches en las proximidades del lugar en donde se desarrolla, como es el caso del campo del Mestalla.
De modo que cuanto pretendían conseguir las ministras Aido y Pajín —no resolver el problema de la prostitución sino maquillar su presencia en los medios de comunicación— no sólo no lo han resuelto sino que han conseguido que haya más publicidad que nunca. Paseen por la Alameda de Valencia después de un día de partido y verán por el suelo a centenares tarjetas de puticlubs. La jodienda no tiene enmienda, por mucho que digan, y no hagan, Aído y Pajín.
joseluistorro@gmail.com
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