Serrat y sus mentirijillas
El cantautor se despidió el sábado del público del Festival de Peralada, donde ha actuado diecinueve ocasiones
Barcelona
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Iniciar sesiónMúsica: J.M. Serrat. Fecha: 16 de julio. Lugar: Festival de Peralada. *****
Serrat lleva veinte minutos dando bises y el público de Peralada, que aplaude a rabiar, empieza a dejar sus butacas. Tras dos horas y media de concierto, se ha resignado ... a separarse del cuasi octogenario cantautor. Pero Serrat vuelve a salir al escenario, esta vez con aire despistado, y haciendo señas al grupo de músicos que lo acompañan para que vuelvan. Busca el micrófono que había dejado, lo empuña, la gente vuelve a trompicones a sus asientos. Justo a tiempo para oírle decir: «Que me había dejado 'Paraules d'amor', ¡qué cabeza la mía!». Nueva ovación y ahora sí, por fin, el siempre comedido público de Peralada entona el estribillo -cosa que no habían logrado ni 'Fiesta' ni 'Para la libertad' ni el mismísimo 'Mediterráneo'-. Se cierra así el decimonoveno concierto de Serrat en el Festival de Peralada y el primero que ofrece en Cataluña dentro de su gira de despedida, que culminará en diciembre en Buenos Aires, Madrid y Barcelona.
Dos horas y media antes, Joan Manuel Serrat aparecía de detrás de una cortina roja para entonar 'Temps era temps', esa canción que recuerda la España del estraperlo, del «Una, Grande y Libre» de Quintero, León y Quiroga, Kubala, Moreno, Manchón… Al terminar de cantarla -¡qué narices tiene!- se dirige al público: «Dejen de lado melancolías y nostalgias, porque si lo piensan bien, de ahora en adelante nada más nos queda el futuro».
«Que quede claro que este no es mi último concierto, o al menos eso es lo que espero», continúa Serrat, señalando que su gira de despedida es más larga que un día sin pan, y que a su edad nunca se sabe: «En caso de que no lleguemos al final, piensen que siempre podrán presumir de haber presenciado el acontecimiento», bromea. A partir de ahí, y ya con el público en el bolsillo, van desfilando muchos de sus grandes éxitos, pero no todos, ya que entonces el concierto tendría que durar bastante más.
En otro de los monólogos con los que salpica la velada, Serrat reflexiona sobre la naturaleza emocional de sus obras. «Con mis canciones han hecho cada uno de ustedes caminos diferentes que nos han llevado a todos hasta el mismo lugar». Y eso que «los personajes de mis canciones no son ni de verdad ni de mentira, son fantasías con gotas de realidad, o al revés», explica, para ejemplificarlo con esa 'Señora' a la que canta hace medio siglo «y sigo sin saber su nombre», o con Curro el Palmo, que jamás existió en realidad. Son mentiras, «pero no me negarán que sin estas mentiras seríamos más pobres», remata.
Aun así, eso de que sus personajes son «mentiras» es, como mucho, una verdad a medias. Quizás sean mentirijillas, pero… ¿Quién no le pone cara a esa 'tieta'? ¿Quién no tiene un nombre que le sabe a yerba de la que nace en el valle a golpes de sol y de agua? ¿Quién no ha conocido alguna Penélope, con o sin bolso de piel marrón y zapatos de tacón y vestido de domingo? Que no intente engañarnos: Curro el Palmo no solamente existió y sufrió el rechazo de Merceditas la del guardarropa, sino que en realidad ha habido centenares, miles como él. Esa es la virtud de los personajes inexistentes de sus canciones: que están por todas partes. Que son a la vez reflejo y crítica de la sociedad -las sociedades, en plural- en que Serrat ha crecido. Como los de las canciones de juglares y trovadores, como los de los lied de compositores del Romanticismo como Schubert, como Schumann, como Brahms. Ese matiz de crítica que ya tenía en los años sesenta y setenta revive en el espectáculo, al incluir proyecciones de pinturas de Banksy mientras canta 'Para la libertad' e imágenes de rescates en el mar para acompañar a 'Mediterráneo'.
Mientras lo escucho, me pregunto qué pinta el crítico de música clásica en un concierto de Serrat. Y sigo sin saber la respuesta, que debería también explicar la presencia de dos volúmenes de partituras suyas en mis estanterías, entre los Beethoven y los Chopin. Debe ser que entre ese tipo y yo hay algo personal.
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