La ANC pierde la calle: de la revolución de las sonrisas a la Diada del mal rollo
El divorcio entre las entidades y los partidos estalla en plena depresión independentista
Las coreografiadas demostraciones monstruo han dado paso a manifestaciones a la baja, y con bronca interna
Barcelona
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Iniciar sesión«Volvamos para vencer, independencia». El lema escogido por la Assemblea Nacional Catalana (ANC) para la Diada de 2022 el próximo domingo es revelador. De manera quizás inconsciente, el independentismo asume que si debe volver es porque se había ido, y es que eso ... es lo que hizo de manera progresiva desde 2017, en una pérdida progresiva de su capacidad de movilización paralela al desencanto 'indepe'. Si entre 2012 y 2017 el secesionismo logró cada 11 de septiembre unas espectaculares movilizaciones como nunca antes se habían visto, a partir de ese último año –con el fracaso del golpe de otoño– la ANC y la otra entidad que organizaba las diadas, Òmnium Cultural, han visto como la asistencia menguaba en consonancia con la pérdida de ilusión y desorientación estratégica secesionista.
El contraste de los años de efervescencia del 'procés' con lo que se está viviendo ahora es enorme: las demostraciones monstruo y con grandes alardes coreográficos de los inicios han dado paso a manifestaciones que siguen siendo importantes pero en los que la noticia es la desunión entre los partidos o los abucheos a los políticos que se considera que se han desviado de la ortodoxia procesista. Los insultos y silbidos a Oriol Junqueras y al presidente Pere Aragonès en la Diada de 2021 ilustran el cisma.
El contraste en cuanto al número de asistentes y al ambiente enrarecido son la demostración también de la pérdida de poder de las entidades que antaño fueron el motor civil del 'procés': en cuanto han dejado de ser útiles para los intereses de los partidos, su influencia se ha ido apagando. Nada que ver con lo que sucedía en el arranque, cuando las manifestaciones del 11 de septiembre marcaban el guion de la política catalana. Las entidades hasta presumían de ello: la calle empujaba y los partidos no tenían otra opción que cabalgar esa ola.
El 11 de septiembre, en cuatro actos
2012: arranca la 'década perdida' catalana
La Diada de 2012 desborda todas las previsiones, inaugura la 'década perdida' y consolida la ANC como un nuevo actor político. La entidad, constituida seis meses antes de la manifestación, se convierte en 'motor civil' del 'procés'.
2014: máximo apogeo secesionista
Es el momento de máximo poder de las entidades. La Diada de ese año bate récords: llenan la Gran Via y la Diagonal. Carme Forcadell, presidenta de la ANC, le exige a Artur Mas que convoque plebiscitarias: «President, posi les urnes!»
2017: calentamiento para el 1 de octubre
Los atentados de agosto y los preparativos del referéndum distorsionaron la Diada de 2017. La gran movilización se produciría el mes siguiente con el referéndum ilegal del 1 de octubre. A partir de ese año, el retroceso se acelera.
2021: la Diada de la división
Oportunamente, la Generalitat levanta las restricciones por el Covid justo antes de la última Diada. La movilización va a la baja. Los insultos a los dirigentes de ERC y la desunión entre partidos y entidades marcan el tono.
La manifestación de 2012, la primera masiva, cuando el secesionismo colapsó el centro de Barcelona en una movilización que desbordó todas las previsiones, es considerada de hecho el arranque oficioso del 'procés'. Con la euforia aún en el cuerpo, Artur Mas acude a Madrid a entrevistarse con Mariano Rajoy. Le exige un pacto fiscal que el presidente del Gobierno rechaza. Es la excusa para adelantar las elecciones y buscar la «mayoría excepcional» que pretendía. Fracasó.
Lo que vino después es conocido, pero siempre con la Diada como termómetro y píldora motivadora para los dirigentes independentistas. La Diada de 2013 supone un reto logístico descomunal: una cadena humana de inspiración báltica une toda Cataluña. La de 2014, coincidiendo con el tricentenario de la Guerra de Sucesión (1714), bate todos los récords: se llenan la Gran Vía y la Diagonal de Barcelona y Carme Forcadell, líder de la ANC, le exige a Artur Mas: «¡Presidente, ponga las urnas!». Es el momento de mayor influencia de las entidades. Faltaban apenas dos meses para la consulta del 9 de noviembre –otra gran demostración de fuerza con un papel destacado de las entidades– y la ANC y Òmnium comenzaban a presionar para que se convocasen elecciones autonómicas a modo de 'plebiscitarias'. Es en parte gracias a su presión y tutela que acaba cuajando la lista única 'indepe' de Junts pel Sí en 2015.
Secesionismo lisérgico
Son ciertamente los años en los que la ANC y Òmnium son más poderosas, cuando asumen, porque esa era la percepción que uno tenía viendo las calles de Barcelona desbordadas de gente, de que una gran movilización podía cambiar el curso, quizás no de la historia, pero sí de las decisiones que debía tomar el gobierno catalán. Como si nada hubiese pasado, la ANC sigue colgada de ese viaje: independentismo lisérgico, tripi adulterado.
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Es en este trance en el que la Diada se ha convertido en los últimos años en un ejercicio casi de rutina, en el que la euforia de los inicios ha dado paso a la desunión y el mal humor. El divorcio entre la ANC y los partidos es ya insalvable –particularmente con ERC– y, de hecho, el manifiesto de la Diada de 2022 constata el divorcio: «Se ha acabado esperar nada de los partidos, solo el pueblo y la sociedad civil organizada podrán alcanzar la independencia». Ante la previsión de salir escaldado, Pere Aragonès este año se descuelga. De la revolución de las sonrisas a la Diada del mal rollo.
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