Sergi Doria - Spectator in Barcino
Quién es fascista (en Cataluña)
Colau tildó de fascista al almirante Cervera fallecido en 1909, diez años antes de que Benito Mussolini blandiera el fascio como emblema de sus camisas negras
Aragonès, en Tortosa
‘Quién es fascista’ tituló el historiador Emilio Gentile su obra de referencia. Alianza publicó el libro en 2019, centenario de la fundación por Mussolini de los Fascios de Combate: 23 de marzo de 1919, asociación patronal de la milanesa plaza del Santo Sepulcro.
La efeméride es pertinente: recordemos que Colau tildó de fascista -o ‘facha’ que es más corto- al almirante Pascual Cervera fallecido en 1909, diez años antes de que Benito Mussolini (bautizado Benito, como el revolucionario Benito Juárez) blandiera el fascio como emblema de sus camisas negras.
Sirva la ignorancia de la alcaldesa populista para ilustrar cómo la palabra «fascismo» -o «facha» que es más cutre- ha devenido en cajón de sastre -o desastre- al servicio de la Inquisición políticamente correcta que viene a ilustrar cómo toda dictadura comienza cuando un hombre condena a otro a ser feliz. De ahí que, siempre por nuestro bien, eco-comunistas y separatistas velen, a su totalitaria manera, para que no nos desviemos del camino a los falansterios y repúblicas que no existen (idiota).
Desde el pasado junio Lourdes Ciuró jura y perjura -que es jurar en falso- que, digan lo que digan los tribunales, el monolito a la batalla del Ebro de Tortosa será eliminado por fascista. Hace una semana, la belicosa consejera de Justicia de la Generalitat autodenominada «republicana» conminaba al juez que aceptó las medidas cautelares contra la retirada del monumento a que finiquite sus providencias: «No puede ser que cuando haya un símbolo fascista tengamos un litigio para dirimir si era suficientemente fascista o era poco fascista». Con la nueva ley de Memoria Democrática, añadía, ya no habrá tribunales que valgan: «Servirá, entre otras cosas, para tener criterios claros y diáfanos para retirar el fascismo y los símbolos fascistas de nuestras calles y plazas».
Los criterios «claros y diáfanos» de la consejera «antifascista» ya nos los sabemos: son fascistas todos aquellos (o aquellas) que se exhiben sin tapujos como tales: manifestaciones de ultraderecha brazo en alto con sus águilas, flechas y cruces celtas … También aquellos (o aquellas) que se rebelan contra la neolengua que hemos dado en llamar corrección política. Es lo que tiene el antifascismo: acaba siendo fascismo.
En su manual, antídoto contra los demagogos que nos adocenan, Gentile alerta del topicazo de «la historia que nunca se repite pero que siempre vuelve bajo otras formas». La sentencia sirve «para encasquetar, según las situaciones, la calificación de ‘fascista’ al adversario de turno», subraya. Para reforzar su afirmación, el historiador trae a colación la declaración de Giorgio Amendola , ex dirigente de la resistencia y líder del Partido Comunista Italiano, cuando critica el ‘antifascismo’ actual por la utilización sistemática de ‘fascista’ como insulto: «Todo lo que está a la derecha se convierte en fascista. Yo no me canso de decir, en cada ocasión, que conservador, reaccionario, autoritario o fascista son términos que corresponden a varias formaciones políticas, a distintas realidades. Así que no apruebo ciertas equiparaciones genéricas y superficiales… Hay que acostumbrar a las generaciones jóvenes al arte de la distinción»
Amendola afirmaba esto en ‘Intervista sull’antifascismo’ (1976), otro libro que Colau, Ciuró o Aragonès no han leído. Tampoco la portavoz del «governet», Patricia Plaja, cuando demoniza al periodista Xavier Rius. No le llama «fascista», sino «racista» y «machista» que en el cajón desastre del Santo Oficio totalitario vienen a ser lo mismo.
El «racismo» y «machismo» de Rius consiste en reproducir la expresión pedófila y machista de dos ¿humoristas? del Régimen para un programa de TV3, presunta televisión de todos los catalanes y coto privado del separatismo. Ya saben, aquello de «me gustaría que me la chupara…» con alusiones a la reina Letizia y la princesa Leonor. Rius se limitó a reproducir la asquerosa gracieta, pero anteponiendo un «usted se imagina que yo le dijera ahora…» La frase, expresada en sintaxis potencial, desató la ira de la portavoz y culminó con la retirada de la acreditación al periodista incómodo: el Colegio ha contestado tarde y con la boca pequeña la cacicada.
El comisario de Medios de Comunicación, Oriol Duran , trata a Rius como a un alumno díscolo de colegio adoctrinado y degrada a unos periodistas que debieron abandonar la sala: «Su actitud habitual es contraria al espíritu del código deontológico de la profesión periodística y así se nos ha comunicado de manera reiterada también por otros profesionales…» Aunque preguntar no es ofender, el gobierno de las pancartas por la libertad de expresión sentencia al informador independiente.
He aquí los antifascistas. Abominan de la Ley Mordaza , pero imponen sus dogmas. Adalides de referéndums ningunean la consulta con dos tercios de tortosinos a favor de mantener el monumento del Ebro. Dicen combatir el racismo y dedican nomenclátor a Sabino Arana y Batista Roca. Antorchada Catalunya: nostálgicos de los Badia llaman «bestias» a los castellanohablantes… ¿Fascismo? ¿Y tú me lo preguntas?