La gran distribución se come al payés
POR LAURA G. VALENZUELA
BARCELONA. Se levantan a las 6 de la mañana y vuelven a casa a las 9 de la noche. Hacen más de catorce horas diarias. Sus familiares piensan que están locos. Su vocación es el campo, pero la crisis de precios, ... la presión de las grandes distribuidoras, el aumento de los costes de producción y la escasez de ayudas les pone en peligro de extinción.
Joan Guitart tiene 45 años y se dedica al vacuno de leche desde los 20. Se le escapa una carcajada cuando dice que a los 2 años ya ordeñaba alguna vaca que otra. Hoy tiene en su explotación de Castellar de Tost (Lleida) más de 500 animales entre vacas y terneros, que asoman sus cabezas por las vallas a medida que él se acerca. Es el responsable del sector de la leche en el sindicato mayoritario del campo catalán, Unió de Pagesos (UP). «Estamos aprendiendo latín y ni así logramos atar cabos», afirma.
La crisis económica afecta al bolsillo de todos los consumidores, que no dudan en comprar productos más baratos de marcas blancas, para llegar más desahogados al temible fin de mes.
Márgenes abusivos
Esta tendencia en el consumo y las ofertas a modo de reclamo caen como una losa sobre los precios que los productores reciben por su trabajo. Salomó Torres, miembro de la Comisión Permanente de UP, opina que «hacen falta medidas concretas por parte de la Administración para combatir los márgenes comerciales abusivos».
Torres se refiere a la gran distribución y, especialmente, a tres grandes marcas: Carrefour, Eroski-Caprabo y Mercadona. Estas marcas concentran el 56% de la cuota de mercado en Cataluña y, además, el 60% del producto agroalimentario que se consume es marca blanca.
La sombra de los grandes
Joan Guitart no entiende cómo es posible que Carrefour venda en Francia su marca blanca de leche a 84 céntimos y la comercialice en España a un precio de 48 céntimos tratándose del mismo producto y teniendo en cuenta que hay que añadir los costes de transporte. «Es venta a pérdida. Con precios así no hace falta que continuemos con nuestra producción», se lamenta Guitart. Lejos de ser un caso aislado, la guerra de precios con las grandes distribuidoras se expande a otros sectores.
Josep Segura es el responsable del sector de aves de UP y trabaja en la masía El Pilaret, situada en un pequeño pueblo de 192 habitantes llamado Castellfollit de Riubregós, a más de 100 km de Barcelona. La friolera de 14.000 pollos aletean y cacarean dando el do de pecho. Con resignación, Segura aclara que en su sector los precios están pactados con las grandes distribuidoras, pero también especifica que «el desastre y la guerra de precios vienen cuando las cadenas de supermercados venden los canales a precio de vivo».
Por sus más de 14 hectáreas de olivos situadas en Ulldemolins (Tarragona) pasea Miquel Blanch, responsable del sector del aceite de UP, con una única preocupación en la cabeza: encontrar el modo de seguir adelante. «Hemos incrementado las explotaciones para sobrevivir, pero a pesar del esfuerzo la gran distribución tiene el poder de enterrar los precios y así no podemos seguir», se lamenta Blanch.
Ingresos de hace 25 años
Actualmente, los payeses y ganaderos catalanes cobran a precios de hace 20 y 25 años o más bajos. Joan Santó conduce su tractor alrededor de su finca de 18 hectáreas de viñas en Les Peces, Tarragona. A sus 51 años de edad, el representante del sector de la viña de UP teme al poder de la distribución: «Las distribuidoras intentan comprar el cava a las bodegas a 60 céntimos y esto es la ruina». En su defensa, la Asociación Nacional de Grandes Empresas de Distribución (ANGED) afirma que el beneficio neto que obtiene su sector con la comercialización de productos agroalimentarios no supera el 3%.
Son muchos los clamores de ayuda que payeses y ganaderos han lanzado a la Administración desde hace años. Ahora, después de tanto tiempo, parece que han dado fruto. Después de 12 años, el Parlament de Cataluña acogía el pasado miércoles un debate monográfico dedicado al sector agrícola catalán. Propuesto por el conseller del ramo, Joaquim Llena, y con el apoyo de los grupos del tripartito y de la oposición, concluyó con un respaldo mayoritario al Plan Estratégico Nacional de apoyo a la Agricultura y la Alimentación (PENSAA).
Números rojos
La sombra de las grandes distribuidoras se vuelve aún más oscura cuando a ella se suman el imparable aumento de los costes de producción y la escasez de ayudas por parte de la Generalitat. Payeses y ganaderos se las ingenian cada día para salir adelante. Raúl Sales es el representante del sector de la fruta de UP y en su explotación de Benavent de Segrià (Lleida) cultiva peras, melocotones y nectarinas. A pesar de tener 27 años de experiencia en su haber, ya no sabe qué hacer para que sus cuentas tengan un saldo positivo. Habla del encarecimiento de los productos fitosanitarios y del peligro que esto supone para las diferentes variedades frutales. «La pera es una fruta que cuesta de producir a causa de las plagas y si no es rentable, como la variedad blanquilla, se arranca y no se vuelve a plantar», explica Sales.
A 40 kilómetros de las tierras de Sales se encuentra Rossend Saltiveri, responsable del sector porcino en UP. En su explotación de Ivars d´Urgell (Lleida) tiene 500 hembras y allí mismo se encarga, desde los 10 años, de criar los cochinos que nacen junto con su padre y dos trabajadores más. En el sector del cerdo, al igual que pasa con las gallinas o los terneros, los ganaderos se tienen que adaptar a la normativa europea de bienestar animal antes del año 2013. Esto supone una ampliación de las explotaciones en metros cuadrados para mejorar condiciones como las de movilidad o higiene de los animales y, aunque aún les quedan tres años de margen, los productores no saben de dónde van a sacar el dinero. «Nos preocupa porque con la crisis no podemos afrontar las reformas de la explotación y tampoco recibimos ayudas», afirma Saltiveri con desesperación.
Futuro incierto
A pesar de la crisis específica que arrastra cada sector y de la crisis financiera mundial, según datos estadísticos de la consellería de Llena, el número de trabajadores agrarios afiliados a la Seguridad Social aumentó un 2,9% de noviembre de 2008 a noviembre de 2009. Sin embargo, el sentimiento de los payeses y ganaderos es pesimista y no ven viable el relevo generacional.
Miquel Blanch asegura que nunca le ha sugerido a sus hijos que sigan su camino e incluso reconoce que si tuviera otra edad otro gallo cantaría: «No podemos abandonar el sector porque el grueso de los productores somos gente que supera los 50 años y ésta no es una buena edad para buscar otro trabajo». No obstante, hay sentimientos encontrados. A pesar de la crisis, las deudas, los quebraderos de cabeza... siempre hay a quien le sigue pesando más el amor por la tierra y se resiste a abandonar. «Compré mi explotación cuando la tierra era herma y he conseguido que sea productiva y se convierta en mi modus vivendi», afirma el viticultor Joan Santó con una mezcla de orgullo y emoción.
Optimismo político
Desde la Generalitat se quiere transmitir un mensaje de optimismo y quitar hierro al asunto. Antoni Díaz, director general de Planificación y Relaciones Agrarias, afirma que «la agricultura y la ganadería son sectores punteros con crecimiento asegurado».
Pero los productores necesitan hechos y, sobre todo, sentirse escuchados, saber que sus palabras van a producir cambios desde la Administración. Joan Guitart se queja de falta de sensibilidad: «A veces pienso que les molestamos y no se dan cuenta de que realmente somos un motor económico. Muchos de los pueblos de Cataluña no saldrían en el mapa si no fuera por las explotaciones que les damos vida».
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