Mi dignidad
QUIEN lea el título de esta columna podría pensar que he pactado un artículo conjunto con el catedrático Francesc de Carreras, que volvió a impartir otra lección magistral de sentido común e independencia -que no independentismo- el pasado sábado en su artículo de «La Vanguardia» ... titulado «Mi dignidad». Algunos podrían pensar que estamos cayendo en el mismo error que los doce diarios que firmaron un editorial conjunto. Es decir, transmitir la idea de que todos los catalanes piensan como nosotros, arrogarnos su representación y apropiarnos del nombre de Cataluña.
Pero la verdad es que el catedrático de la UAB ni siquiera sabrá hasta que se publique esta columna que he utilizado su mismo título. Y encabezo mi columna así porque suscribo libremente, sin subvenciones, sin instrucciones, sin miedo a la represalia mediática, punto por punto sus palabras.
Yo no pretendo hablar en nombre de Cataluña, ni hablar de la dignidad de mi Comunidad Autónoma, como han hecho los doce diarios al dictado de Montilla y Mas. Porque para mí Cataluña es sencillamente la tierra donde nací. Y somos los ciudadanos que vivimos y trabajamos en ella, y no el territorio, quienes tenemos derechos y dignidad. Sólo aspiro con mis palabras a representarme a mí mismo y a quienes democráticamente me escojan en las urnas para ello. Porque a diferencia de los que se arrogan la representación única de Cataluña, yo asumo que Cataluña somos todos, los nacionalistas y los que no lo somos, los que apoyan al régimen y los que lo cuestionamos.
Y hablando de dignidad, quizás si hubiera visto un editorial conjunto hace unas semanas pidiéndole a los partidos tradicionales que abandonen las prácticas corruptas como el «caso Pretoria», que afecta al PSC y CiU, el «caso Gurtel», al PP, o el «caso Palau», hubiera creído que el editorial era un alegato sincero e independiente. Si no hubiera visto que el PSC en veinticuatro horas ya había puesto en circulación adhesivos con el título del editorial conjunto podría creer que fueron los directores de periódico quienes decidieron lanzar el editorial y no que la Generalitat lo solicitó. Si el conseller Nadal no fuera el hermano del director de «El Periódico», Rafael Nadal, por lo menos tendríamos la duda de si ha habido injerencias del ejecutivo. Y si los medios que han publicado el editorial no hubieran recibido 28 millones de euros anuales de la Generalitat quizás podríamos pensar que su denominador común no era la dependencia del dinero público sino sus principios nacionalistas.
Pero lamentablemente hace años que sé quienes son los Reyes Magos y cómo actúan; y como es habitual cada año los que se han portado bien tendrán regalos y subvenciones y los que hemos cuestionado el clientelismo de la Cataluña oficial tendremos carbón y veto en estos medios. Mi dignidad y mi libertad no la cambio por un puñado de oro, incienso o mirra.
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