Barcelona es el destino preferido de los «niños de la calle» que llegan a Cataluña

En segundo lugar de ciudades preferidas por los Meina está Santa Coloma de Gramenet, con 137 menores; seguida por Girona (77), Lleida (37), Tarragona (29), Manresa (23), Sant Salvador de Guardiola (21), Figueres (19), Badalona (14) y Mataró (10).

Estos son algunos de lo datos del primer estudio cuantitativo que se ha realizado en España sobre el fenómeno de los «niños de la calle» que a finales de la década de los noventa generó cierta alarma social porque, entre otras cuestiones, se les achacaba una gran parte del incremento de la delincuencia en las ciudades porque los robos y los tirones se convirtieron en su modo de vida.

Manuel Capdevila y Marta Ferrer, autores de este informe presentado ayer en el Centro de Estudios Jurídicos de la Generalitat, resaltaron que «sólo uno de cada tres Meina son delincuentes, muy lejos del 80 ó 90 por ciento que consideraba la opinión pública, lo que pasa es que muchos de los infractores son reincidentes». Capdevila subrayó que la mayoría de los «niños de la calle» sobreviven limpiando parabrisas de coches en las esquinas o realizando pequeños trabajos dentro de la economía sumergida.

Según el estudio, el 33 por ciento de estos menores ha cometido más de un hecho delictivo, en su mayoría robos y pequeños hurtos, y muy pocos delitos contra la vida o la libertad sexual de las personas. Una docena de Meina ha cometido cada uno hasta siete hechos delictivos y se da un caso en que su historial delictivo se eleva hasta los 17. En los cuatro años y medio estudiados, los «niños de la calle» cometieron 626 delitos y 93 faltas.

Capdevila y Ferrer aseguraron que en la actualidad hay unos 400 Meina en Cataluña y que más de la mitad de ellos están «controlados» por la Administración. No obstante, explicaron que no todos los «controlados» (262 individuos) aceptan los programas de ayuda y reinserción de la Generalitat, ya que muchos de esos niños acaban «fugándose» de los centros de acogida o asistenciales, ya que «no se les puede obligar si ellos no quieren». De los 262 «controlados», 138 están «integrados» y 124 rechazan los programas de ayuda. Además, la Generalitat tenía detectados a 448 Meina «infractores», de los cuales 196 están internados en los centros del departamento de Justicia Juvenil y otros 252 que habían confesado haber delinquido.

El perfil del «niño de la calle» es el de un varón (sólo el 3 por ciento son niñas), de 15 años de media de edad, de nacionalidad marroquí (92 por ciento), con bajo nivel de estudios (20 por ciento son analfabetos y un 33 por ciento no ha terminado Primaria), y que convivían entre 6 y 10 personas en el domicilio paterno. «La mayoría vienen con ganas de trabajar y ganarse la vida, pero cuando llegan se encuentran con otra realidad social y legal que les impide encontrar un puesto de trabajo por cuestiones de edad o porque no tienen papeles», apuntó Capdevila.

Los menores indocumentados suelen mantener un contacto telefónico semanal con su familia, aunque el 93 por ciento no quiere regresar con ella y el 77 por ciento de las familias no los quiere volver a ver en su casa. Este hecho explicaría que únicamente se registraran dos o tres repatriaciones de «niños de la calle», ya que hace falta el consentimiento del menor y el de su familia, durante los cuatro años y medio que duró el estudio de los Meina en Cataluña.