Spectator in barcino
Barcelona, un efecto óptico
El 'procés', la Benefactora… ¿Seguirá Barcelona presa del efecto óptico?
«Això es una vergonya» (Xavier Trias) (21/05/2023)
Barcelona
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Iniciar sesiónLos portales de mi barrio amanecieron el sábado con carteles de Colau (a partir de ahora, la Benefactora). Carteles pequeños, pegados de forma artesanal, con tiras adhesivas. La Benefactora no ha podido inaugurar sus ejes verdes en campaña, aunque presume de Utopía y anuncia una ... veintena de actuaciones más. Su mirada desde la propaganda electoral abarca trescientos sesenta grados. Es el principio de la Mona Lisa que acuñó Abraham Tamir: «Si un elemento en una pintura está encarado hacia el observador desde una cierta dirección, el elemento se girará hacia el observador desde cualquier dirección en que lo esté contemplando (izquierda, frente, derecha, desde arriba y desde abajo)».
Dudamos que los asesores de la Benefactora conozcan al israelí Tamir, pero sí el truco óptico y su efecto subliminal en el paseante. Ella te mira y tú deberías «agradecerle» sus obras. En la «pacificada» Consejo de Ciento, los carteles de «Se alquila» en locales a pie de calle anuncian tiempos gloriosos para las inmobiliarias y la intemperie de los inquilinos.
Leo 'Nosotros' (Salamandra), distopía del ruso Zamiatin en espléndida traducción de Marta Rebón. Año 2026: un régimen totalitario anula el libre albedrío en nombre de la felicidad que proporciona el Benefactor, reelegido 'in aeternum' por una ciudadanía uniformada cuyas identidades han sido sustituidas por números. Si el Benefactor garantiza la felicidad, ¿a qué viene vindicar la libertad individual?
Para desviar la atención de sus promesas incumplidas -la vivienda pública no construida- la Benefactora propone una Óptica Municipal: el 30 por ciento de los barceloneses no pueden costearse unas gafas, aduce.
Remonto la calle Lérida y me detengo ante el abandonado Palacio Municipal de Deportes. Recuerdos de combates memorables, la gimnasia rítmica en los Juegos del 92, conciertos de Bruce Springsteen, Supertramp, Elton John, Joe Cocker, Oasis, Bob Dylan, The Cure, Sting… Tras la fracasada iniciativa para que albergara musicales, este equipamiento, polivalente y rehabilitado, se vio condenado a un cierre arbitrario: hoy es el improvisado albergue de los sin techo.
La Benefactora abrirá su óptica para distraernos de su incompetencia social: tiene a 1.231 personas durmiendo en la calle, según la última encuesta de la Fundación Arrels. Tal vez con las gafas de la nueva óptica la retahíla de colchones manchados de orines, los carros de la chatarra y sus atribulados conductores reaparezcan cual luminosos figurantes de esa Utopía que jalea Yolanda Díaz, otra Benefactora en ciernes.
La Benefactora ha mandado ocho años con ciento cincuenta mil votantes, poco más de la décima parte sobre un censo de un millón cien mil. Exiguo porcentaje al que sumó otro veinte por ciento (PSC y el partido de Valls). La elección era susto o muerte. Izquierdismo infantil o separatismo. Optamos por lo primero: la Benefactora impuso el urbanismo invasivo que ha desdibujado el Plan Cerdà.
Me llego hasta Conde de Borrell. Los «pacificadores» han arrancado, sin motivo aparente, dos plátanos que llevaban ahí toda la vida. Justo debajo de los balcones, se han instalado unas mesas que permitirán concentrar todas las provisiones del previsible botellón que este verano enervará a los vecinos al estilo Enrique Granados. Para evitar malos rollos tendremos las gafas de la Benefactora: para desterrar espejismos que nos hacen aguafiestas y rancios. En Barcelona no existen carteristas, ni okupas; los ciclistas y patinetes respetan los semáforos; no es verdad que la calle Valencia haya devenido en autopista que engulle el tráfico expulsado de Consejo de Ciento; tampoco que los onerosos servicios de limpieza sean un fiasco que solo ha mejorado la alimentación de las ratas… Como en el cervantino Retablo de las Maravillas, aquellos que no lo quieran ver o es que no saben valorar la felicidad, o son fascistas o, todavía peor, siguen instrucciones del maléfico gobierno de Israel con el que La Benefactora -antisemitismo por decreto- rompió relaciones.
En la memoria, la letra de Luis Alberto de Cuenca y Javier Gurruchaga para la canción 'Mis gafas' del álbum 'Bon Voyage' de la Orquesta Mondragón: «Un día en Honolulú / fui a ponerme de nuevo mis gafas /y huyendo de la luz / fui a buscarlas y vi que no estaban. / Ya la luz de las cosas me hiere / y las chicas de mí ya se apartan / mi dinero ya nadie lo quiere / y las horas que corren me matan».
La Benefactora luce antiparras para evacuar sus estribillos populistas: este cronista, poco partidario de «su» felicidad, debería ser menos agrio y no calificar una labor altruista como el peor ayuntamiento de la democracia.
Cierro la crónica con el índice de participación un punto y medio por debajo de 2019. Para mis vecinos debe ser más importante el Día Mundial de la Hamburguesa que las gafas colectivistas.
El 'procés', la Benefactora… ¿Seguirá Barcelona presa del efecto óptico?
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