el oasis catalan
Exclusión
Detrás de la ficción histórica y la figura literaria se encuentra la realidad de un movimiento –el nacionalismo- que pretende modelar el colectivo nacional en detrimento del individuo
Artículos escritos por Miquel Porta Perales en Diario ABC

Una vez pasada la verbena de San Juan, me llegó un wasap de la Asamblea de Representantes –el Parlamento del fantasmagórico Consell per la República presidida por el camarada Carles Puigdemont- que enaltecía a uno de los íconos –en el sentido religioso del ... término- del nacionalismo catalán: la Flama del Canigó. Esa antorcha encendida que la vigilia de San Juan baja del macizo de los Pirineos y se va distribuyendo por los pueblos de Cataluña. La celebración de una fiesta ancestral vinculada al solsticio de verano que es también un símbolo de la hermandad entre los distintos territorios de habla catalana.
En el wasap en cuestión –con un telón de fondo en donde aparece el Sol, el amanecer, las montañas, una chica con la antorcha encendida, el padre que levanta a un recién nacido, el planeta que gira en el Universo y la gente cogiéndose de la mano a la manera de la sardana-, la voz de un rapsoda nos transmite la buena nueva de «una de las tradiciones más mágicas y encantadoras de la cultura catalana». El rapsoda: «Año tras año, voluntarios de todos los lugares de los Países Catalanes distribuyen esta flama/ desde el Pico del Canigó hacia centenares de ciudades, pueblos y pueblecitos de habla catalana/y así se encienden todas las hogueras de La Nit de Sant Joan/ La llama es el símbolo de nuestra identidad/ de la resiliencia de nuestra gente/de nuestra fuerza/ ¡de la energía y la pasión!/ Y de nuestra persistencia/La Flama del Canigó es el gran símbolo de la hermandad de todos los pueblos de habla catalana/Va avanzando de mano en mano y se propaga imparable mediante antorchas, farolillos, candiles/ símbolo del fuerte anhelo de la libertad del pueblo catalán».
El politólogo, Anthony D. Smith (La identidad nacional, 1997), nos recuerda que el nacionalismo es «un relato que recitar» y un conjunto de «imágenes que proyecta símbolos, ficciones, poemas, baladas, panfletos y publicaciones que el público devora con avidez». Detrás de la ficción histórica y la figura literaria se encuentra la realidad de un movimiento –el nacionalismo- que pretende modelar el colectivo nacional en detrimento del individuo. O lo que es lo mismo, el nacionalismo, al considerar que la identidad nacional es la encarnación de una continuidad histórica que define a los ciudadanos nacionales –Anthony D. Smith sugiere que el nacionalismo es una creencia religiosa parecida al sintoísmo, siempre dispuesta a establecer la comunión con los muertos-, sumerge al individuo en una comunidad y una tradición que imponenuna determinada manera de ser, estar, pensar y actuar que debe asegurar la permanencia de la identidad y la voluntad nacionales.
Detrás del nacionalismo se esconde el fantasma de la exclusión que separa el Nosotros del Otro. En Cataluña, por ejemplo. Ese reconocimiento de la identidad y singularidad propias que el nacionalismo exige para investir a Salvador Illa. Y para que no se apague su flama.
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