Habanera del abuelo de negro

Una familia de la alta burguesía celebra el 11 de septiembre de 2021 que coincide con el cumpleaños de su hijo Max (Marc Bosch). La onomástica servirá para que los padres (Joan Carreras y Mireia Aixalà) conozcan a Kayla, la pareja de Max, de raza negra.

El planteamiento pudiera remitir a 'Adivina quién viene esta noche', pero Kayla no es Sidney Poitier, indignada con el frívolo ambiente, la apología capitalista de su futuro suegro. Un comentario de la abuela desentierra la figura del bisabuelo negrero que cimentó el poder económico de la familia.

Pompermayer confronta la luminosa hagiografía catalanista con las silenciadas ejecutorias de los esclavistas catalanes. El propósito es loable, pero las tramas de tesis corren el peligro de dibujar personajes demasiado planos.

En el 'flash-back' que nos traslada de 2021 a un ingenio en la isla de Cuba, el burgués deviene en su antepasado negrero: abusador, ultracatólico y violento. Es muy probable que las cosas fueran así, por el abuso de poder del ominoso 'derecho de conquista' y la animalización de los 'conquistados', pero habríamos agradecido algún pliegue de complejidad en el personaje que sí se da en la versión 'burguesa' que Carreras encarna a la perfección, así como Mireia Aixalà es la perfecta esposa-florero que mata su aburrimiento con expansiones eróticas, excesos alcohólicos y ecologismo de salón. Subrayamos las interpretaciones de Tamara Ndong (la reivindicativa Kayla); Carme Fortuny, como la abuela que descerraja verdades incómodas y Aida Llop en el papel de sumisa criada.

Al final de la representación suena 'Brown Sugar', canción de los Stones alusiva al tráfico de esclavos que Mick Jagger ha retirado del repertorio con la oposición de Keith Richards. Nos preguntamos si ese es el camino para abordar los episodios históricos políticamente incorrectos.

Si 'Amèrica' suscita un debate más complejo, bienvenida sea.