Crece la presión sobre las bases de ERC para tumbar un pacto con Illa
Junts y la ANC confían en última instancia en la consulta interna a la militancia para frenar un hipotético acuerdo con el PSC
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Barcelona
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Iniciar sesiónUnos 1.500 simpatizantes de la Assemblea Nacional Catalana (ANC) desfilaron el sábado por el centro de Barcelona para protestar contra la «rebelión judicial» que dificulta la aplicación de la ley de amnistía. No obstante, y al acabar la marcha, una de las ... consignas más coreadas no fue contra los jueces sino un rotundo «Illa no». Quedaba clara la posición de la organización y de sus acólitos con respecto a la posibilidad de un acuerdo entre el PSC y Esquerra Republicana (ERC) para facilitar la investidura de Salvador Illa que cada vez parece más probable. En este contexto, y a medida que las conversaciones entre socialistas y republicanos siguen adelante -desde ambos partidos se reconoce ya sin ambages que la negociación «va bien»-, el nerviosismo va creciendo entre los sectores independentistas que entienden que dicho pacto sería entregar la Generalitat a quienes aplicaron el 155, los mismos sectores que, en realidad, anhelan la «restitución» de Carles Puigdemont.
Si bien la influencia y capacidad tractora de la ANC cada vez es menor -bastaba ver el ritual cansado de la marcha del sábado-, su posición y la de Junts no tiene otro propósito que hacer mella en la dirección de ERC y, sobre todo, en sus bases, que en última instancia serán las que decidan en una consulta interna si sale adelante el hipotético acuerdo que pueda alcanzarse con los socialistas. Más que nunca, y en una disyuntiva con altos costes para ERC sea cuál sea la decisión, el partido se debate entre la racionalidad y la emotividad.
Por un lado, en la dirección, y así lo demuestran las conversaciones con el PSC, cuaja la idea de que pactar con los socialistas y arrancar un sistema de «financiación singular» similar, en la forma o en sus efectos, al concierto vasco es mejor opción que precipitar la repetición electoral y acudir a unos comicios con el partido «quebrado», en definición de uno de sus dirigentes. Frente a la opción racional, la emocional, a la que apelan Junts y la ANC, que confían en que la consulta interna que convocará ERC implique un revolcón para la dirección si finalmente hay pacto con el PSC, lo que conduzca a una investidura fallida y por, tanto, a nuevas elecciones el 13 de octubre.
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Salvador Sostres
Disciplina interna
En este escenario, van a ser alrededor de 8.500 los militantes de ERC que se estima que tienen derecho a voto quienes van a decidir; la cifra es una estimación, ya que el partido no da datos precisos. Al respecto, aventurar cuál va a ser el veredicto de la militancia es arriesgado, y las fuentes consultadas se dividen entre quienes ven a unas bases más volubles a la presión del independentismo más visceral y las que creen que se impondrá la disciplina interna en un partido que si bien no es en ningún caso una formación de cuadros -como lo fue en su momento Unió-, sí cuenta con una nada desdeñable penetración institucional.
A favor de estos últimos, la opción racional, juegan los precedentes de las consultas internas más recientes. En noviembre de 2019, un 94,6% de la militancia avalaba a la dirección para abrir negociaciones con el PSOE para facilitar la investidura de Pedro Sánchez. «¿Está de acuerdo con rechazar la investidura de Pedro Sánchez si previamente no hay un acuerdo para abordar el conflicto político con el Estado a través de una mesa de negociación?», era la pregunta, en alambicada fórmula inversa, que permitió a los republicanos acabar apoyando al líder del PSOE. Votó el 70% del censo en una consulta en ese caso no vinculante.
De manera más reciente, noviembre de 2023, las mismas bases de ERC, aunque en ese caso solo votaron el 43,61% de los censados, avalaron el voto positivo republicano a la segunda investidura, perpetuando el sanchismo otra legislatura. Nueve de cada diez militantes apoyaron la propuesta de la dirección, que incluía la ley de amnistía, el traspaso de Cercanías, la condonación de 15.000 millones de la deuda catalana con el Fondo de Liquidez Autonómica (FLA), la continuidad de la mesa de diálogo así como un nuevo «espacio de negociación» con mediación independiente.
En ambos casos, y sin fisuras, el partido se demostró como una organización previsible, alineada su militancia con la apuesta estratégica por el diálogo con el PSOE, unos precedentes que avalan a quienes creen que en una nueva consulta la dirección volvería a imponer sus tesis. «ERC ya es un partido sistémico, y sus bases hace tiempo que dejaron su faceta activista», recuerdan fuentes políticas en relación a una formación que, pese a los últimos batacazos electorales, tiene más de 2.600 concejales, 20 diputados en el Parlament, 350 altos cargos en el Govern actual y la expectativa de que un acuerdo con el PSC para la investidura de Illa tenga continuidad con la entrada republicana en el Ayuntamiento de Barcelona. En este contexto, el regreso desde Ginebra de la secretaria general Marta Rovira, pese a sus obligadas proclamas con aroma a 2017 y a favor de la unidad independentista, se lee como un factor que favorece la cohesión interna y aleja la posibilidad de la rebelión de las bases.
El factor Puigdemont
Frente a esta tesis, en Junts y la ANC confían precisamente en que la presión sobre las militancia permita reeditar un escenario como el de 2006, cuando las asambleas territoriales del partido humillaron a la dirección y la forzaron a pedir el «no» al nuevo Estatut frente al «sí crítico» por el que abogaban, lo que acabó precipitando la expulsión de los republicanos del primer tripartito presidido por Maragall, otra época glacial en términos políticos.
Son los que abogan por que el factor emocional se imponga, los mismos que especulan con el impacto que tendría un regreso, e inmediata detención y encarcelamiento, de Carles Puigdemont. «¿Se atreverán ERC y sus bases a apoyar a Illa con Puigdemont camino de Soto del Real?», se especula en medios independentistas. Entre lo emocional y lo racional, Cataluña, y especialmente los militantes de ERC, afrontan jornadas trascendentales.
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