ARTES & LETRAS
José Manuel Navia: «He viajado fuera de España buscando Castilla, esa idea de la llanura, de la meseta»
ENTREVISTA
Estrena la nueva temporada de La Alhóndiga como Centro Segoviano de Fotografía con 'Alma tierra', donde la Comunidad y sus gentes juegan un papel esencial. Pronto aparecerá un libro con textos de Martín Garzo vinculados a Delibes y fotos suyas
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El fotógrafo José Manuel Navia ha estado últimamente inventando «mundos soñados» a partir del «territorio real» de Cuenca, un trabajo de tres años que ya ha dado a conocer como 'Un reino maravilloso', en forma de exposición y libro (Ediciones Anómalas). Para el título ... ha recurrido a uno de sus escritores de cabecera, Miguel Torga. «Aunque muchas personas digan que no, siempre hubo y habrá reinos maravillosos en este mundo. Lo que es preciso, para verlos, es que los ojos no pierdan la virginidad original ante la realidad y que el corazón no dude», dejaba escrito el portugués en sus 'Diarios'. Navia también ha visto esos «reinos maravillosos» en parajes de Castilla y León. Las Tierras Altas sorianas, la montaña palentina, el zamorano Campo de Aliste, la Bureba burgalesa, el salmantino Campo de Alba, y los Anarcares, el Porma y Laciana, de León, son escenarios esenciales en su proyecto fotográfico anterior, 'Alma tierra', que hasta el 2 de marzo puede verse en la Alhóndiga de Segovia.
¿'Alma tierra' es una de sus exposiciones de vida más larga? Lleva girando desde 2019, con una docena de paradas.
Sí. La verdad es que no puedo más que estar agradecido. Desde que empezó a moverla Acción Cultural Española y ya desde hace algunas itinerancias, cuando nos ocupamos personalmente de ella, tiene muy buena acogida, la gente nos la pide sin tener que 'venderla', funciona por el boca a boca. Al final es un tema que atañe al origen de todos nosotros. La fotografía tiene ese poder evocador y esa relación con el tiempo, y este es un país que hace no tantos años era un país campesino, eso está en el origen, en el ADN de la mayoría de sus pobladores.
En Castilla y León ya ha pasado por la capital leonesa, Valladolid, Zamora, Palencia y ahora Segovia. ¿'Alma tierra' está en estas provincias más en casa que en cualquier otra comunidad?
Está absolutamente en casa por varios motivos. El primero, porque -por suerte y por desgracia- es un territorio muy ligado a la despoblación y al problema demográfico, que es del que se ocupa en buena parte este trabajo, aparte de la memoria, por supuesto. En ese sentido me atrevería a decir que si hay dos comunidades paradigmáticas son Castilla y León, sobre todo, y también Aragón, aunque el problema afecta a muchos territorios desde Madrid hacia el norte. También porque para mí, como fotógrafo y como persona, ese mundo de Castilla, de las llanuras, que yo llamo de tierra adentro, es un mundo que me atrae especialmente, no solo vitalmente, sino estéticamente. Son tierras donde me gusta mucho trabajar. He trabajado sobre la obra de Delibes con un buen amigo, Gustavo Martín Garzo, con quien en primavera sacaré un libro.
¿Puede avanzar ya algo más de esa obra?
Es un proyecto que parte de Gustavo. Hemos colaborado en prensa muchas veces y ha hecho textos para el prólogo de un par de libros míos. Él tenía mucha ilusión por que hiciéramos un libro a medias. Parte de una miscelánea muy bonita de textos que ha ido recopilando de lo que él ha escrito vinculado a la obra de Miguel Delibes. Fue Delibes quien nos unió. Conocí a Martín Garzo en los noventa por un reportaje que propuse para El País sobre la Castilla de Delibes. Ahí nos conocimos en persona; lo que empezó siendo una colaboración profesional ha derivado en una profunda amistad y muchísimo afecto. Era un proyecto que viene de largo y vamos a hacer este libro a dos manos, que espero que salga para primavera. Se titulará 'Miguel Delibes, los pájaros y los niños' y lo publicará Eolas.
¿Su aportación a ese proyecto son nuevas imágenes de Castilla o tomadas en visitas anteriores?
Son imágenes de las cosas que he ido haciendo a lo largo del tiempo por Castilla, inéditas muchas de ellas. También alguna sorprendente; por ejemplo, de Marruecos y otros países, pero que tienen que ver con esa estética. Me atrevería a decir que son de los lugares a los que he viajado fuera de España buscando Castilla, que es algo que he hecho mucho, esa idea de la llanura, de las mesetas, de las altas mesetas tan del norte de África también. Hemos intentado que sea una edición bastante creativa.
De vuelta a 'Alma tierra', en todas las paradas en Castilla y León ha tenido variaciones. ¿Qué tiene de diferente la muestra de Segovia?
La exposición la comisaría siempre Carmen Martín, mi mujer, que forma parte del equipo junto con Marta Martín. Ella es muy consciente del espacio, viene del mundo de la plástica, porque es pintora de formación, y se adapta a cada sala. En Valladolid, al ser pequeña, se quedaron obras fuera; a Zamora iba la exposición completa, pero más comprimida, muy montada como una secuencia. Lo bueno de Segovia es que es una sala maravillosa y muy amplia. Son tres espacios que a veces se dividen, pero nos han cedido los tres. Digamos que la obra está muy esponjada, expuesta de una forma muy parecida a como se hizo la primera vez en el festival Visiona, en Huesca. Eso hace que puedas centrarte más en cada obra o en cada conjunto de fotografías. Yo trabajo mucho el concepto de la secuencia; Carmen lo respeta mucho, pero en cada espacio las reinterpreta de una manera. Su teoría, que comparto, es que una cosa es el papel y otra los muros, hay que adaptarse. Cada sala tiene su personalidad. La de Segovia es muy especial, porque es la Alhóndiga, donde iban los campesinos a depositar el cereal. Se conserva en la jamba de una puerta las marcas del alhondiguero, la persona que se encargaba de controlar el grano. Es como una vuelta al mundo campesino, que es la esencia de 'Alma tierra'; es volver al mundo del cereal, de la tierra, tan profundamente nuestro. Ha surgido de una propuesta del Ayuntamiento, del concejal de Cultura, que conocía mucho mi trabajo; y hay otra cosa muy bonita: que quiere que sea como el aldabonazo de salida del Centro Segoviano de Fotografía. Me parece una idea estupenda. Primero, porque tienen una sala óptima para eso, creo que es uno de los lugares donde, objetivamente, mejor ha quedado la exposición. Además, Segovia tiene una gran vinculación histórica con la fotografía y una ventaja enorme, al estar muy bien comunicada y cerca de Madrid. No es que yo defienda el centralismo, pero eso aporta un público potencial que no es desdeñable.
¿Esa sala es una prueba más de que existe un mayor interés por la fotografía en España últimamente?
Creo se está revalorizando mucho ya desde hace tiempo. Hay una conciencia de la importancia de la fotografía. Y, por suerte, va para largo. Llevo varios años impartiendo dos asignaturas de fotografía en la Universidad de Alcalá, en el grado de Comunicación Audiovisual, y es fascinante ver la cantidad de chavales y chavalas que para los trabajos finales fotografían el pueblo de donde proviene su familia, la casa de su abuelo, la soledad de la abuela que vive en una población aragonesa y el nieto va a verla… Esa relación tan potente que tiene la fotografía con la memoria, con el paso del tiempo, a la gente joven le emociona tanto o más que a los mayores. Trabajan en digital, que es el soporte de nuestra época, pero cada año tengo varios alumnos o alumnas que hacen su trabajo en fotografía química. Hay una fascinación por volver al mundo del revelador, las sales de plata y la película, y eso en gente de veinte años es maravilloso. Las cosas no desaparecen, se van como superponiendo, y luego hay generaciones que las redescubren, y eso es muy hermoso. En 'Alma tierra' está presente la labor de Antoni Benaiges en la Bureba burgalesa. Lo descubrió mucho antes de que la película 'El maestro que prometió el mar' lo haya dado a conocer a un público amplio. -Conocía la comarca desde hacía muchos años, por encargos de cuando era un fotógrafo editorial. Pero fue la figura de Benaiges la que me animó a elegir la Bureba como una de las comarcas de 'Alma tierra' y volví en 2018. Yo lo había descubierto por unas fotografías que encontré en internet del fotógrafo catalán Sergi Bernal. Me fascinó la historia de ese maestro freinetista que ya en las vacaciones escolares volvió porque les había prometido a los niños llevarlos a conocer el mar, con la mala suerte de que vuelve días antes de estallar la guerra civil. Se había significado por unas ideas más bien de izquierdas, lo detienen y lo fusilan. En el método Freinet los niños hacen sus propios libros con una pequeña imprenta y se conservaba una colección de esos cuadernos, de la que la asociación creada para proteger la escuela y la figura del maestro había hecho una edición facsímil maravillosa.
Con ese interés suyo por la España interior a la que vuelve siempre, ¿no le da la sensación de que ese proyecto sigue creciendo? ¿Habrá segunda parte de 'Alma tierra'?
Mi hijo [el ilustrador y dibujante de cómic Miguel Navia] me toma el pelo mucho con eso, me dice que tengo que hacer 'Alma tierra. El retorno' (ríe). Lo que ocurre es que 'Alma tierra' está muy incardinada en el corazón de nuestro trabajo a lo largo del tiempo, porque tanto en España como fuera siempre me han interesado mucho esos lugares de interior, la gente humilde. Nunca me ha interesado el mundo del relumbrón, no es mi mundo. Cada uno sabe a dónde pertenece, dónde se desenvuelve cómodamente. En mi caso son unos entornos que tienen que ver con mi origen familiar, soy hijo de un panadero y una modista, ambos de origen campesino, mi padre gallego y mi madre andaluza. Siempre digo que me interesan los lugares sin prestigio, que son los más prestigiosos, los lugares donde parece que no ocurre nada. Pero eso no es ningún descubrimiento, nos lo enseñó Cervantes antes que nadie.