Tierra de Teresa
Dicen tanto los testigos en directo como las hemerotecas que ese día cerca de un millón de personas se congregaron en Ávila para acompañar al ciclón Wojtyla
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Iniciar sesión«He venido hoy a Ávila para adorar la sabiduría de Dios». Con estas palabras empezaba Juan Pablo II su homilía en la ciudad amurallada aquel soleado 1 de noviembre de 1982, solemnidad de Todos los Santos, en la primera jornada del viaje apostólico inolvidable ... que realizó a España hace ahora cuarenta años. Un periplo muy intenso, frenético, bajo el lema de 'Totus tuus', ya que apenas diez días pasó por dieciséis ciudades. De la misa multitudinaria en el barrio madrileño de Orcasitas, con 200 sacerdotes dando la comunión hasta quedar prácticamente sin existencias, al encuentro emocionante con los jóvenes en el estadio Santiago Bernabéu. De la beatificación en Sevilla de Sor Ángela de la Cruz a la defensa de la identidad cristiana de Europa en Santiago de Compostela. Del rezo del rosario en la basílica del Pilar de Zaragoza a la imposición de crucifijos a los nuevos misioneros en Javier. Un itinerario espiritual que, en cada acto, suponía una congregación de cientos de miles de españoles, de todas las edades y perfiles, ávidas de escuchar, oír y sentir a uno de los últimos líderes mundiales. Un hombre valiente, fuerte y comunicativo para quien las ondas de la radio y la imagen televisada eran un vínculo constante con los creyentes.
Dicen tanto los testigos en directo como las hemerotecas que ese día cerca de un millón de personas se congregaron en Ávila para acompañar al ciclón Wojtyla, quien tuvo que retrasar el viaje en dos ocasiones: por su convalecencia tras el atentado sufrido el 13 de mayo en la plaza de San Pedro y por la campaña electoral. Solo unas fechas antes, el 28 de octubre, el PSOE lograba imponerse en las elecciones generales con 202 escaños. Su presencia en la tierra natal de Santa Teresa respondía al propósito de clausurar el programa del cuarto centenario de la muerte de la reformadora del Carmelo. Juan Pablo II, que hizo su tesis doctoral sobre San Juan de la Cruz, sentía especial predilección por la orden. Pasó por el Monasterio de la Encarnación, donde la mística tomó los hábitos, y después por el Convento de las Madres, su primera fundación. Ofició una eucaristía junto al Lienzo Norte de la muralla, la primera de un pontífice en España, con presencia de los Reyes, todo el episcopado y cuerpo diplomático. Una mañana otoñal radiante, con la llanura castellana como paisaje de fondo, la que acoge los «palomarcicos», en la que San Juan Pablo II destacó la arrolladora personalidad de la carmelita –«arroyo que lleva a la fuente y resplandor a la luz»– y su compromiso con la oración y la caridad. Después, por la tarde, un helicóptero le llevó hasta Alba de Tormes, para postrarse ante el sepulcro de la santa andariega y recordar que su mensaje «conserva toda su verdad y su fuerza». Porque no solo somos tierra de María. También, de Teresa.
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