buenos días, vietnam
Intelectuales de salón
Al intelectual de guardia se le descubre porque escribe palabras gruesas, pero después hablan con afección
Un país a la carta
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Iniciar sesiónConviene desconfiar de los que se las dan de intelectuales. De los que posan de lo mismo y escriben abultadamente para que les tengan en consideración. De esos que se levantan por la mañana y les duele España porque confunden España con su amor propio ... en el que sienten casi siempre un tirón. Pensadores de un sólo pensamiento, que tiene que ver con el poder. Lo peor son esos escritores de periódico notables que se pierden creyendo que el valor está en que les llame Feijóo, Abascal, Yolanda y Sánchez y no en que te compre el lector. Aquella obsesión misma de Ruano, empeñado en que Alfonso XIII le rehabilitase un marquesado y éstos medrando con tal de que les hagan ministros, les pongan una calle o les den el título de intelectual oficial del Estado que consiste en que les adjudiquen despacho y chófer porque reclinado se piensa mejor.
El día que descubran que no consiguieron influir ni en su madre, con todo lo que se desgañitaron en un periódico, en incontables ensayos, empezarán a escribir lo que de verdad querían y lo pospusieron indefinidamente por ver si con suerte se convertían en padres de una segunda transición. El periodista –y por tanto el columnista– es un tipo que recela del político como los gatos lo hacen del agua, por un instinto atávico y lo demás son escritores de salón.
Al intelectual de guardia se le descubre porque escribe palabras gruesas, pero después hablan con afección.
Cualquier político con dos dedos de frente, que alguno queda, rehuiría de ellos como de la pólvora. No se le ocurriría pedir consejo a un tipo que todavía considera que a los españoles –a los europeos– les mueven las ideas y no sus tics y sus tocs. Porque siempre hay algo sospechoso en aquel que quiere arrimarse al poder. A escribir se aprende, como mucho para ligar, no para hacerle carantoñas a los políticos. Porque un artículo, en esencia, cuando habla de política, la mayoría de las veces está hecho para el reproche. Es un dedo que se mete en el ojo, no un dedo que apunta a la luna para que el tonto mire el dedo y el político conquiste la luna y al autor lo haga gobernador.
Cada vez leo menos artículos de aquellos que quieren ser la mano que mece la cuna en Génova y los que desearían hacerlo en Ferraz. Estamos saturados de pensadores oficiales de Estado y escasos de tipos que entiendan lo que es la libertad. Porque a la izquierda hace tiempo que el pensamiento crítico le es indiferente y viendo los ideólogos que le quedan a la derecha me temo que están igual.
El articulista es un tipo que aspira a decir algo inteligente en quinientas palabras, no a presentar su currículum cada vez que se le presenta la oportunidad.
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