BUENOS DÍAS, VIETNAM
Sepultados en papel
Los muertos nos llegan por las mañanas a través de los periódicos, que a uno le amplían el mundo. Un catalejo por el que cabe la actualidad, que hoy son muertos en Marruecos y mañana Dios dirá
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Iniciar sesiónEn este rincón del mundo no se sintió nada. Aquí dormíamos ajenos a todo, incluso a la actualidad, que a veces tiene éste volver después del verano, brutal, como para ponernos frente a lo importante, que no tiene nada que ver con el trabajo, sino ... con estar vivos. Todavía recuerdo aquel 11-S de quinto de primaria o de sexto, no importa el curso, pero recuerdo la muerte bien. Entonces no había preocupaciones más allá de esa preocupación despreocupada que es la infancia.
Ahora piensas que pudieran haber sido familiares, amigos, tipos cercanos, los tuyos, que son las únicas muertes que parecen importar. Pero a Valladolid sólo llega el rumor de septiembre, no las réplicas del terremoto. Los muertos nos llegan por las mañanas a través de los periódicos, que a uno le amplían el mundo. Los periódicos todavía son una ventana con vistas más allá. Un catalejo por el que cabe la actualidad, que hoy son muertos en Marruecos y mañana Dios dirá. Siempre hay muertos, como si cada día necesitase cobrarse sus víctimas. Y entonces uno se mete en ese pellejo durante un instante. Si esto hubiese sucedido en España… pero cuando cierra el periódico, cierra de paso la desgracia que hemos salvado por casualidad, sencillamente porque caía un poco más allá. Aquí, como todas las noches, por el jardín pasaba un mundo sin terremotos que se parece mucho a la felicidad. Estaban exactamente los que tenían que estar. Pasaba, entre los árboles, también septiembre y sabíamos que estábamos vivos, pero hoy lo sabemos todavía un poco más.
Los muertos, aunque sean lejos, obligan a ponerlo todo en perspectiva. A mirarnos menos el ombligo nacional: todos hablando a todas horas de Puigdemont, de Cataluña, de un Gobierno cogido con pinzas, cediendo a cualquier chantaje con tal de tocar poder cuando lo que hay que hacer es hablar de la vida por si mañana no hablamos más. Y también de la muerte, que lo deja todo más claro.
Y ese es el papel de los periódicos, aunque a algunos se les olvide. No sólo hacer crónica de lo superficial, de lo que hoy es así y mañana será de otra manera porque adelantarán las elecciones, o cambiará el Euribor. Los periódicos deben contar los muertos y tienen también de enterrar. Porque a los muertos se les entierra mejor en papel.
El papel confiere a las noticias lúgubres algo de réquiem que no tienen ni la radio ni la televisión. Parece que los muertos, aunque sea sin esquela y sin nombre, en una noticia y en un número, quedan enterrados así mejor. Enterrados en las hemerotecas, sepultados para la historia porque mañana habrá ya otra urgente actualidad.
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