Decir que no

Después del bono cultural había que buscar otra forma para refrescarles la memoria a los adolescentes, para que recuerden que el fascismo es todo aquello que no les pague sus vacaciones y les exija algún esfuerzo. Pedro Sánchez es como esa tía que no sabe nada de tu vida, que tampoco llama por tu cumpleaños, por Navidad, pero cuando necesita algo se deshace en halagos, te suelta cincuenta euros y hasta la siguiente, que será cuando haya otra vez que votar. Soltarle dinero a un crío, a los dieciocho o a los veinticinco, sea para irse de Interrail, para comprar videojuegos o para dar la entrada de una hipoteca como propuso Arrimadas, es decirles que para qué van a buscarse un trabajo si cada cuatro años Pedro les pagará unas vacaciones por Europa. Prefiero pensar que no queda nadie pasados los veintitantos que todavía quiera dormir en un tren que no sea el Transiberiano sólo porque es regalado. Jóvenes de 18 a 30 años… Supongo que para las generales anunciarán que pasa a considerarse un chaval a todo el mundo menor de sesenta y cinco. Lo que me sorprende es que todavía haya gente que quiera que el Gobierno les ponga un pisito en Leganés, como si fuesen la querida del presidente y no que les propicien los medios necesarios: estabilidad, una economía saneada y poco más, para comprarse cada uno la casa que pueda permitirse y le dé la gana. O es que algún votante del PSOE todavía piensa que en una vivienda de protección oficial tendrá las vistas y el jardín de Benzema.

Moncloa no sabe qué más prometer porque nunca un supermercado regaló tantas cosas. Lo próximo, después de buscarle vivienda, sartenes y vacaciones a cada español, será buscarle novia. Por eso exactamente da lo mismo que cierre 'Sálvame', no significa nada la decisión de Telecinco. Sobre todo porque, igual que con las medidas para comprar votos que anuncia estos días el Gobierno siempre hubo la opción de apagar la televisión, de cambiar de canal, de invertir el tiempo mejor, del esfuerzo. Cabía la posibilidad de decir que no.