buenos días, vietnam
Arropar a las meninas
Nos abrieron el Prado por la noche, que es champán hecho molduras -el último reducto donde el Estado consiente la belleza- y la Fundación Tatiana Pérez de Guzmán el Bueno nos puso las pinturas a solas
Cantarle una nana a la infanta Margarita antes de que se duerma un miércoles cualquiera de febrero. Porque han dejado El Prado a solas y a oscuras y no hay nadie que le diga que es de noche y que las niñas -incluso cuando querían ... ser princesas-, por muy emperatrices y aún pintadas por Velázquez, también duermen. Pero nosotros paseamos de puntillas por El Prado.
Duermen y nosotros nos colamos de rondón en todas las alcobas de la historia. Y más allá a Carlos V, de Tiziano, se le cargan los gemelos después de casi quinientos años, con sus noches, sin bajarse del caballo. Es ahora, a estas horas de la noche, cuando comen paja y heno los de Goya. Los del 2 de mayo de los mamelucos para que mañana en el lienzo vuelva a ser día dos y otra vez los espoleen y galopen con fiereza sin moverse de la escena. Y limpian la sangre del tres para que mañana vuelva a correr muy fresca.
Nos abrieron el Prado por la noche, que es champán hecho molduras -el último reducto donde el Estado consiente la belleza- y la Fundación Tatiana Pérez de Guzmán el Bueno nos puso las pinturas a solas. Allí donde los toros son cultura indiscutible porque los pintaba Fortuny. Y sus toreros salen por la puerta grande, entre un aplauso eterno y sordo, para enamorar a las muchachas con sombrilla que les miran de frente desde hace tiempo, pero sé ve que el valor lo reservan únicamente para los cosos. A estas chicas, bellamente vestidas de óleo, todavía no se han atrevido a decirles nada.
Y los que no duermen, los insomnes -que son todos los tipos pintados por El Greco- y los golfos de todas las pinturas que conozco, van al after de las tres Gracias, que están desnudas y de moda sin necesidad de recordarle a nadie sus pezones. Se muere Ysabel la Católica en el palacio veterotestamentario de Medina, quién sabe si de verdad o de resaca -por llevar tres siglos colgada entre tanta belleza-, para resucitar después y volver a morir -que es muy cansado- mañana.
Eugenio d'Ors tuvo 'Tres horas en el Museo del Prado' y yo tuve toda la noche para cantarle una nana a las vírgenes de Murillo y arropar a las meninas y después contarle, a la maja de Goya, secretos al oído.