Enfermedad Hemorrágica Epizoótica: «El Covid de las vacas» que los ganaderos ven la «puntilla» al sector
Castilla y León contabiliza más de 20 zonas con EHE y a mortalidad de reses en las comarcas con casos se ha incrementado
Coag teme que la enfermedad hemorrágica epizoótica llegue al 60% de la cabaña ganadera
Reses de vacuno en una explotación de la provincia de Salamanca afectadas por la Enfermedad Hemorrágica Epizoótica (EHE)
«En cuanto ves algo raro...». Así se dan cuenta ya los ganaderos de que la hasta hace poco desconocida y de nombre casi impronunciable Enfermedad Hemorrágica Epizoótica (EHE) «¡ya está aquí!». No hay un síntoma común, ni siquiera todas las reses evolucionan ... igual, pero es ver un animal que se retira del resto, no quiere comer ni beber, cojea, tiene los ojos rojos, el hocico lleno de babas, la lengua fuera, articulaciones paralizadas ... y saber que algo va mal. «El Covid de las vacas«, así llaman entre los ganaderos de bovino a esta nueva patología más común entre la fauna silvestre, sobre todo en los ciervos, así como en gamos y corzos, y que desde hace algo más de un mes tiene en un sin vivir a quienes tienen vacas, chotos y terneros en Castilla y León. Desde la Organización Colegial Veterinaria apuntan al «aumento poblacional» de los cérvidos y la sequía como causas del 'trasvase' de la enfermedad.
El primer caso en la cabaña ganadera saltó en la Comunidad el 7 de agosto en la comarca salmantina de Ledesma y ya suma focos en al menos 25 zonas veterinarias de Ávila, Salamanca, Segovia y Zamora. El resto de provincias están libres, por ahora, de positivos, aunque las restricciones a la movilidad del ganado para vivo afectan a todas, también por los casos en territorios limítrofes, incluso más al norte. En el conjunto de España, con más de 120 zonas afectadas, únicamente Galicia, Barcelona, Gerona y Tarragona tienen 'libertad'.
«Nadie sabe nada»
Tras ese «¡Ya está aquí!»... «el primer día no es el peor. Lo jodido es cuando ves cinco, seis, ocho, diez... malas en un día. ¡En un día, traté a doce!«, recuerda Raúl del Brío, ganadero precisamente de Ledesma. El 70% de su cabaña ya se ha visto afectada, aunque no ha perdido reses, y ahora cruza los dedos: »Parece que va remitiendo, pero a un compañero se le ha reproducido...«. »Es extrañísimo«, señala, pues hay zonas, apunta, en las que la mortalidad es muy elevada y en otras, inferior; animales que responden al tratamiento, otros que agonizan hasta que acaba con ellos...
Aunque los datos cambian por días, según las cifras de la Consejería de Agricultura, Ganadería y Desarrollo Rural, en el mes de agosto, la mortalidad en general de la cabaña de vacuno se ha incrementado, pasando del 0,47 al 0,51% –de 6.997 a 7.527 animales fallecidos, en torno a medio millar más– aunque con diferencias entre las zonas afectadas y no por la EHE. Mientras en las que tienen casos ha pasado del 0,39 al 0,47, en el resto ha permanecido prácticamente invariable.
«Nadie sabe nada. A cada vaca y cada rebaño le ataca de una manera», señala Raúl con desazón ante la incertidumbre entre los ganaderos no sólo por lo «muy mal» que lo están pasando, sino por los efectos impredecibles en el rebaño y la herida que ya está dejando en sus maltrechas cuentas. Sin cerrar aún números, están seguros de que «este año va a ser una catástrofe de pérdidas«.
«Ahora estamos preocupados en salvar a las vacas, pero después van a llegar las secuelas y va a ser mucho más grave«, tiene interiorizado, y ya alerta de que de cara al próximo año habrá menos terneros en el mercado, con lo que repercutirá en los precios.
Si 2023 ya entró «horrible» con una primavera seca y costes disparados, «cuando parecía que no podía ser peor, viene esta enfermedad». Una patología de la que hasta hace unos meses «no habían oído hablar nunca» y ahora «aburre». Para su pesar, «no se habla de otra cosa».
En el fondo se van «consolando unos a otros», reconoce José Alberto Martín, ganadero de la también localidad salmantina de Terradillos y a quien esta enfermedad vírica infecciosa que transmiten los mosquitos Colicoides le saltó un domingo, recuerda con precisión. Ojos rojos, lengua fuera, llagas en la boca... Síntomas claros que al día siguiente confirmó con el veterinario. A partir de ahí, otra, otra, otra más... Calcula que el 90% de sus 46 vacas de ordeño que tiene en la granja se han visto afectadas, mientras que el algo más de medio centenar que están en el campo por ahora se han librado. No se le ha muerto ninguna, dice, «pero a vecinos míos, sí» y hay animales que, tras varios días sin comer y «casi sin beber» porque no podían, «se han quedado en nada».
Menos producción
Además de bajar notablemente la producción de leche, de 50 a menos de 20 litros por día y vaca, en algún caso, explica, a la vez que ve «difícil» que logren recuperar los niveles que deberían. Esa mengua es precisamente un síntoma que para José Alberto ya es el primer indicador de que la enfermedad puede estar en el animal. Agosto, con el calor, es un mes en el que tradicionalmente cae, por lo que entonces no lo relacionó, pero avanzados los días tiene claro que antes de ver síntomas externos, esa merma ya indica que algo no va bien. «Ayer –por el jueves– otras tres han bajado en leche...», señala con temor y la vista muy pendiente del ordenador de ordeño, un aliado que en su pantalla muestra los datos de los litros que salen de las ubres de cada animal... Si cae, ya está «más alerta» para apartar a la res e iniciar el tratamiento: antibióticos, antiinflamatorios, antitérmicos...
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Aunque la Enfermedad Hemorrágica Epizoótica no es contagiosa ni afecta a la carne ni la leche, dar medicación supone que tendrá que «tirar» y no poder vender esa materia blanca, con la consiguiente caída de ingresos en unos precios que, denuncia, ya han vuelto a caer. Y a mayores, clama, otras patologías que llegan a las vacas cuando están débiles como ahora, como la mamitis, que tampoco le permitirán vender esos litros de leche.
Más gastos
Así que un prolongado «¡Pufff!» sale de sus labios cuando se le pregunta por las pérdidas, que por ahora «no» las quiere ni cuantificar. A las que sumar los gastos, puntualiza. En un mes, sólo en medicamentos, ya lleva unos 1.500 euros, a los que añadir repelentes, insecticidas... para intentar ahuyentar a esos mosquitos que parecen ser los culpables de este nuevo padecimiento que tiene en un sin vivir al sector del vacuno, de leche y de carne, en intensivo y extensivo, sin distinción. «Hay ganaderos que no salen de entre las vacas para tenerlas controladas«, señala José Alberto.
«La situación es dantesca. Un desastre«, coincide Raúl del Brío, quien incluye en esa »cantidad enorme de dinero« en los gastos y resta de ingresos los abortos, terneros que nacen muertos, la pérdida de peso corporal de las reses –en un mes, dice, el conjunto de su ganadería habrá sufrido una merma de entre el 20 y 30%– que deben recuperar con unos »costes de alimentación bestiales«... »A lo mejor hay que cambiar de oficio...«, resopla ante una crisis «económica, de moral y ánimo» que tiene a los ganaderos «muy desanimados».
«Mucha gente va a tirar la toalla» si tiene posibilidades de otros ingresos o la jubilación próxima, coinciden con el desánimo empañando su voz Raúl y José Alberto, pues «no merece la pena seguir perdiendo dinero». «Llevamos unos años que con las vacas todo se le vuelve tragedia«, lamenta Raúl. Bajos precios por sus productos, costes »disparados«, tuberculosis, ahora Enfermedad Hemorrágica Epizoótica... »Desesperación al despertar cada mañana y no sabes por dónde tirar«, define su sentir José Alberto: «Esto es la puntilla para el sector».