VÍA PULCHRITUDINIS
Palabras
La Política con mayúsculas no es un dato de audiencia, sino el ejercicio del servicio público
La lluvia
'Egoistones'
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Iniciar sesiónDe tanto dar vueltas a la llave del lenguaje, comprendí que estaba mudo y muerto para el mundo por la maldición de las palabras«. Así rezaba uno de los poemas más extraordinarios del genial Leopoldo María Panero. Una confesión tan clarividente como destructiva para alguien ... que engendrado en el verbo perfecto era incapaz de comunicarse con el exterior. Los discursos de Azaña, Churchill o Lincoln consiguieron en su día lo que a Panero le faltó y lograron que la comunicación política se erigiera en algo capaz de movilizar a una nación, un sentimiento, un argumento ideológico. Las 272 palabras del discurso de Gettysburg marcaron la historia de un imperio tanto como las 400 páginas de la Catilinarias de Cicerón. Para entender su trascendencia no es necesario conocer ni su contenido, fueron trascendentes incluso en momentos en los que los afectados por aquellas genialidades no sabían ni leer.
Nadie recuerda las palabras de Margaret Thacher u Olof Palme en aquella Europa de los años 70 y 80 que, junto a nuestras raíces judeocristianas, hicieron que Occidente fuera ese Occidente que llevamos grabado en la memoria. Nada de eso se puede medir, no hay métricas, ni 'insights' capaces de cuantificar todo lo que aquellas verdades fueron capaces de cambiar el mundo. Las campañas políticas ahora rehúsan todo aquello porque nadie te puede vender un programa capaz de decirte si los 'likes' que consigue tu post son fruto de la genialidad del autor o de un ejército de boots que lo prostituyen.
Ayer hablaba con un político de toda la vida que afirmaba apesadumbrado que nada de eso tiene sentido, que la Política se debería de seguir haciendo como siempre porque la Política con mayúsculas no es un dato de audiencia, sino el ejercicio del servicio público. Una actitud frente al ágora que ninguna empresa de jóvenes emprendedores especialistas en Inteligencia Artificial puede medir y, por tanto, cobrar. El éxito en el abordaje honrado de la res pública no puede recaer en la necesidad de calibrarlo a base de corazoncitos o pulgares hacia arriba en la pantalla de un teléfono móvil. No es que haga falta resucitar a Pericles sino ser conscientes de que el éxito tiene que ver con una conversación con un alcalde de pueblo que tiene una fuga de agua o con un paisano que ve cómo cambia el mundo ante sus ojos pero que es incapaz de explicarlo como le pasaba a Panero. Nada de eso se puede medir, nada de eso te lo puede organizar un experto en marketing digital, nada de eso se puede expresar en el vuelo rasante de un dron que acaba desenfocando la imagen en un cielo límpido que te promete el sol. El terror a decir que la emprendeduría no siempre es sinónimo de acierto nos ha convencido de que los unos no quieren hablar ni los otros escuchar porque simplemente no te pueden cobrar por lo que vale una palabra.
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