VÍA PULCHRITUDINIS
¿Quién nos va a enseñar?
Esas reformas educativas homogeneizadoras en las que los tontos aprueban y los listos tienen imposible destacar

La propuesta de una EBAU única que Feijóo lanzó la semana pasada en León es tan buena como peligrosa. Buena porque, de verdad, ni se imaginan lo que puedes llegar a encontrarte en las respuestas de los exámenes de hoy en día. Tristemente peligrosa también ... lo es porque ya saben que habiéndolo propuesto un partido los del resto harán justo lo contrario la igualarán por abajo.
El informe PISA afirma que nos hemos pegado un batacazo en matemáticas y comprensión lectora. De matemáticas no sé pero que no seamos capaces de entendernos clama al cielo. En una prueba -no importa que sea teórica o las tan de moda prácticas- ya ni importan las faltas de ortografía, lo peor es que nuestros jóvenes son incapaces de escribir aquello que realmente están pensando y eso no lo arregla la Inteligencia Artificial. Nuestro sistema educativo lleva décadas destrozándonos no sólo por hacernos perder competitividad laboral sino por hacernos incapaces de entendernos a nosotros mismos.
Esas reformas educativas homogeneizadoras en las que los tontos aprueban y los listos tienen imposible destacar están dando sus frutos y el deterioro, sin necesidad de informes PISA, es tan patente que pone la piel de gallina. Sánchez ha dicho que habrá clases de refuerzo pero piensen por un momento en quiénes serán los encargados de asumir ese reto. Los maestros que ahora afrontan esa apasionante tarea son los que ya han salido de las facultades castigados por la lacra que lleva implícita nuestro sistema educativo. Puede sonar pesimista pero es que hay motivos para ello. A los viejos no les dejan enseñar por viejos y los jóvenes no pueden enseñar porque algunos políticos decidieron hace décadas que era mejor que la gente no supiera ni leer para que fuera más fácil tenernos contentos.
El problema no es la EBAU única, ni las clases de apoyo, el problema es que seamos capaces de entender que somos unos analfabetos funcionales y, lo que es más difícil todavía, reconocer que nuestros hijos y nietos no son superdotados como nos han convencido sino que son todavía más inútiles que sus abuelos. No se engañen, esto no afecta sólo a las élites sino que nos afecta a todos porque poco importa la intrascendencia de tu empleo si eres incapaz de entender lo que te dice quien tienes al lado. Imagínense lo que tiene que ser atender a una campaña electoral en estas condiciones.
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