DESDE LA RAYA
Arde la tierra
Me sobrecoge el extraordinario sentido de supervivencia de las gentes de esos pueblos pequeñitos hoy cercados por las llamas; de nuestra España Vacía pero llena de sueños
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Iniciar sesiónHabrá sido el calor, las tormentas, la mano especuladora del hombre, los vientos, una tierra seca, los montes sin desbrozar, los cortafuegos sin limpiar, la mala suerte, todo junto. Arde la tierra y mi corazón arde, me duele, me quema.
Arden Las Hurdes, la Sierra ... de Salamanca, Portugal, Aliste aún humeante de la tragedia de La Culebra. Arde España de norte a sur y una vez más la Naturaleza se rebela furiosa ante las malas políticas ambientales, el desprecio a la voz sabia del campo. Esa voz popular que reza que los fuegos se apagan en invierno, que hacen falta más pastos y menos madera; que en tierra de pastores tenemos un ejército de ovejas y cabras en primera línea todo el año.
El fuego es voraz; no entiende de fronteras, partidos, países ni siglas. El fuego no sabe que en Castilla y León gobierna el PP y en Extremadura el PSOE. Igual le da; utilizarlo como arma política es una bajeza. Pero sí existen responsables en cada territorio a los que pedir cuentas.
No es de recibo que los bomberos de Consorcios Provinciales; bomberos forestales o bomberos voluntarios no estén regulados, cuando fuera de campaña son los que apagan fuegos ajenos. No lo es que el consejero de Medio Ambiente no se haya reunido con los sindicatos, no diseñe una campaña ajustada a las especiales condiciones de cada mes, de cada año. En un territorio cada vez más desertizado, con temperaturas más altas y una pertinaz sequía, nuestros montes, nuestra tierra, no pueden encuadrarse en unos parámetros fijos y obsoletos.
De todo, me sobrecoge el extraordinario sentido de supervivencia de las gentes de esos pueblos pequeñitos hoy cercados por las llamas; de nuestra España Vacía pero llena de sueños, de mi querida y hermosa tierra alistana, que defienden como jabatos sus tierras y pertenencias porque saben que ahí, arriba, en los despachos, nadie les escucha.
Me quedo, siempre, con la generosidad y el valor de todos los que luchan contra las llamas sin tregua, día y noche, intentando salvaguardar el paisaje, la vida de hombres y animales: agentes, conductores, pilotos, cuadrillas, voluntarios, hombres y mujeres que regresan a casa con la cara tiznada, la ropa oliendo a humo, la dignidad en la frente. Sois agua que lava, que apaga tanto dolor mientras arde la tierra. Infinitas gracias.
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