Aganzo dialoga a través del tiempo con Si Kongtu y Bernardo de Claraval en 'Paraíso claustral'
El confinamiento por la pandemia del Covid-19 es el origen de este nuevo poemario del escritor afincado en Valladolid
ABC
Valladolid
El «cautiverio» obligado del confinamiento, en lo más crudo de la pandemia, fue el punto de partida para 'Paraíso claustral' (Vaso Roto, 18 euros), el nuevo poemario de Carlos Aganzo, donde el madrileño dialoga a través del tiempo y del espacio ... con el poeta chino Si Kongtu (siglo IX) y con el monje cisterciense Bernardo de Claraval (siglo XII) para brindar al lector una poética «metáfora del ser humano».
El volumen, que acaba de llegar a las librerías españolas, surgió a partir de la lectura en el jardín de su casa en Simancas de 'Las veinticuatro categorías de la poesía', de Si Kongfu, considerada una de las obras fundamentales de la estética literaria china. Según explica a Ical el autor, esa lectura en pleno confinamiento le impactó por la capacidad del escritor asiático de «analizar la poesía, que es lo mismo que analizar al hombre, el mundo o la existencia, y clasificarla en una serie de categorías que sirvieran para explicar de principio a fin al ser humano».
Esa virtud, junto con «la sutileza de su lenguaje y la profundidad de su pensamiento (racional pero con un punto enorme de mística y trascendencia)», le condujo a la segunda parte de 'Paraíso claustral', protagonizado por Bernardo de Claraval, que tres siglos después se propuso convertir los monasterios cistercienses que había fundado en lugares de retiro del mundanal ruido.
De Claraval entró en escena, confiesa Aganzo, coincidiendo con su mudanza a un ático en Parquesol, el barrio más alto de Valladolid, donde ahora reside en la cima de una torre que el poeta y también director del Aula de cultura de ABC entiende como su «faro» particular, un lugar desde el cual mira el mundo no ya a ras del suelo, como hacía en su jardín de Simancas, sino «con los ojos del águila, desde el cielo».
Así, el poemario se divide en dos partes simétricas, que bautiza como 'Jardín confinado' en el caso del primer libro y como 'La celda luminosa' en el segundo. En cada uno de ellos, «con la misma cadencia, ritmo y estructura métrica», sigue la categorización propuesta por Si Kongtu en su empeño por conjugar «la parte terrenal y celestial del ser humano».
Aganzo reivindica el pensamiento de ambos autores en un volumen que nace a partir de «una reflexión sobre el ser humano encerrado en un 'hortus conclusus' (huerto cerrado), que es parte de toda la literatura medieval española pero es también el retiro de Si Kongtu a su montaña sagrada y a su huerto para pensar en el ser humano».
Así, en un momento en el cual «el mundo se venía abajo y había que pensar en lo que es el ser humano y dónde nos encontrábamos», Aganzo estableció una conexión con todos sus libros anteriores, para proponer una nueva «sucesión de llamadas de atención sobre la caída de Occidente, la pérdida de valores, la manera del ser humano de estar perdido en sí mismo, la necesidad de volver a la naturaleza y al jardín, y de reencontrarse con uno mismo». «Todo está unido, y cobra un carácter casi dramático, por no decir trágico, en un momento especial como fueron los días del confinamiento», evoca.
Aganzo subraya que 'Paraíso claustral' es un poemario de luz y esperanza en el ser humano, que sin embargo no escamotea la realidad actual. «Muchos de los planteamientos no son solo nostálgicos o tristes, sino que a veces son también dramáticos y tensos. Es la tensión a la que está sometido el ser humano siempre, y muy especialmente en el momento actual, en un mundo de dolor, de derrumbe y de pérdidas como el que vivimos. Pero el ser humano está por encima de todas estas cosas. La poesía, la palabra, el pensamiento y el propio hombre es capaz de superar todas las adversidades porque lo lleva dentro. Eso lo dicen Si Kongtu y Claraval, y en diálogo con ellos yo lo digo también», sentencia.
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