Ana Pedrero - Desde la Raya
Los pueblos del agua
La central de Ricobayo trabaja a destajo y el vaciado del embalse deja un paisaje desolador. Cuentan los lugareños, entre la pena y la indignación, que las aguas descienden cerca de un metro cada día
El invierno y la primavera trajeron las deseadas lluvias y el deshielo, que llenaron a rebosar los embalses de mi tierra, la más importante fuente de energía hidráulica de todo el país.
Las provincias de Zamora y de Salamanca, este noroeste rayano y despoblado, están ... salpicadas de pequeños pueblos a orillas de sus embalses, el oro líquido de estas tierras. Muchos de ellos pagaron caro el peaje y dejaron bajo las aguas sus emplazamientos originales, sus casas, recuerdos, la memoria, la tierra, las tumbas de sus antepasados, cuyas ruinas emergen como fantasmas cuando llega la sequía como un monumento a la codicia del hombre.
Son los pueblos del agua, cuya vida y cuya muerte está escrita en los embalses y presas que dan luz al país y sumen en la oscuridad el desarrollo de quienes la producen, fruto de la avaricia de quienes las explotan. Pueblos del agua que reciben migajas, calderilla, a cambio de un negocio de sustanciales ganancias en esta España que paga más cara la energía que Francia o Reino Unido. Esta España Vaciada cuyas aguas también se vacían sin miramientos, igual que se abandonaron los poblados de las hidroeléctricas que daban vida, que traían familias y niños al medio rural. Igual que se esfumaron los prometidos sueños de progreso y de futuro si hoy desde la distancia, con apenas pulsar un botón, es posible hacer el trabajo, rebajar costes y sacar más rendimiento.
La central de Ricobayo trabaja a destajo y el vaciado del embalse deja un paisaje desolador. Cuentan los lugareños, entre la pena y la indignación, que las aguas descienden cerca de un metro cada día. Su pequeña playa y su chiringuito, sus puntos de baño, un destino de atracción turística y ocio durante el verano, se ven reducidas a un pedregal, un desierto en medio de la nada donde algunas barquitas aparecen varadas en tierra de nadie.
Son los pueblos del agua, que durante los veranos no pueden regar sus huertas ni llenar sus piscinas; pueblos del agua que pagan la luz a precio de petróleo; pueblos del agua donde eran frecuentes los apagones en las verbenas si subían el voltaje de las luces. Pueblos del agua de suelos resecos y agrietados.
No les chupan la sangre; les chupan la vida. Luz del progreso, sombra de la avaricia, pueblos del agua sin agua.