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“La Novena”

Inés Mogollón

El año pasado en Osaka, un coro de diez mil aficionados japoneses interpretó, acompañado de 1.200 instrumentistas, La Sinfonía en Re menor op. 125 de Beethoven, La Novena.

La duración estándar del disco compacto —setenta y cuatro minutos— se decidió sobre una versión de ... la magnum opus beethoveniana: la dirigida por Wilhelm Furtwängler en la reapertura del Festival de Bayreuth tras la Segunda Guerra Mundial. Durante la contienda el autógrafo de la sinfonía se dividió en fascículos que se escondieron en diferentes puntos de Berlín para protegerlos del desastre. Dicho manuscrito, hoy custodiado en la Biblioteca del Estado en Berlín, es Patrimonio de la Humanidad y la música que atesora fue adaptada por Karajan para su función como Himno de la Unión Europea. Hitler celebraba sus cumpleaños con una interpretación de esta sinfonía mientras en los campos de exterminio se formaban coros de prisioneros para entonar la Oda a la fraternidad tal como Stanley Kubrick nos obliga a ver y oír en La naranja mecánica. La Novena se canta en las Olimpiadas y en la China comunista, despierta a los astronautas y se interpretó en Sarajevo para celebrar el fin de la guerra. Hace diez años, Sotheby’s subastó y vendió por tres millones y medio de dólares una copia de trabajo corregida y anotada por el compositor. Justo donde arranca el coral, Beethoven, característico, insulta al copista «Du verfluchter Kerl» (! maldito chico ¡).

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