Artes&Letras / Portada

«Desde que empecé a sentirme escritor he querido escribir mis ‘mil y una noches’»

Gustavo Martín Garzo ha dedicado tres años a su última novela, 'El árbol de los sueños', hilvanando con relatos propios y otros tomados de la tradición que el autor hace suyos en «una proliferación sin fin»

El escritor Gustavo Martín Garzo F.HERAS

C.Monje

Una madre que cuenta cuentos a sus hijos es la Sherezade de Gustavo Martín Garzo, que ha hecho realidad un viejo proyecto de escribir su particular ‘Las mil y una noches’. Los relatos se sucedieron, «sin premeditación», «en una especie de arborescencia»; confirmando su idea ... de la escritura como un vagar, un no saber a dónde ir, «a la espera de que lleguen cosas inesperadas». Igual que Pasolini (a quien dedica el libro) decía que la verdad no cabe en un solo sueño, el escritor vallisoletano cree que «ninguna vida humana cabe en una sola historia», sino que son necesarias mil y una. Asegura que nunca se siente tan libre como escribiendo y que probablemente nunca lo ha sido tanto como en el proceso de creación de esta novela. Le ha dedicado tres años que da por bien empleados.

Da la impresión de que en este libro está todo Gustavo Martín Garzo, tanto en gustos literarios como de su obra anterior

Sí que es verdad. No he sido consciente de eso ni ha sido algo intencionado, ni mucho menos. Soy un escritor muy lento, voy ganando una página al día y van pasando los meses, años incluso, en este he estado tres años, y no vuelvo a leer nunca lo que he escrito hasta que no he terminado el libro. Al terminarlo, las primeras páginas hacía tres años que no las leía. Me sucedió una cosa curiosa: yo mismo me sorprendía de lo que había escrito. Incluso había historias de las que no me acordaba, a veces hasta me sorprendía un poco, porque algunas son bastante oscuras, con un lado un poco siniestro. Y me di cuenta de que de alguna forma, sin pretenderlo, era como la suma de todas mis obsesiones, mis locuras, mis búsquedas.

Están la madre, los cuentos de hadas, la mitología, historias bíblicas, el hilo azul...

Está el mundo del relato, que es todo eso. Convergen las tres grandes tradiciones que son las nuestras: la hebrea cristiana, la griega y la oriental. Es un homenaje a ‘Las mil y una noches’, el libro que yo realmente quería escribir. Este proyecto de escribir mis ‘mil y una noches’ lo he tenido desde que empecé a sentirme un escritor. Sabía que alguna vez me tenía que enfrentar con ese sueño de escribir un libro que fuera un poco el equivalente a ese, con una estructura parecida, porque hay un marco que permite que todas esas historias se vayan sucediendo una a otras. Mi Sherezade es una madre, y esto también pertenece mucho a mi mundo, que les está contando cuentos a sus hijos. Una historia va llevando a la otra en una proliferación sin fin. La respuesta de una historia lleva a una historia nueva, esa nueva a una más y esta a una puerta que te conduce a un lugar diferente. En una especie de arborescencia sin fin se va construyendo todo el libro. Hay una historia central, la del encuentro de la reina de Saba con Salomón, que da lugar a ese libro maravilloso que es ‘El cantar de los cantares’; y este libro aparece y es importante porque en el fondo mi intención era que esta novela fuera una especie de pregunta por el amor, por la experiencia amorosa. En todas las historias late de alguna forma esa pregunta por lo amoroso. A medida que lo iba escribiendo me daba cuenta de que esa pregunta por lo amoroso estaba muy cerca de la idea de la pérdida y de la muerte, como si el amor y la muerte fueran una pareja indisociable, pero esto no es una aportación mía, el ser humano es así, viene en nuestra condición esa extraña pareja.

Aparte de esa idea de construir su particular 'mil y una noches', ¿ha querido escribir todos los relatos que no había publicado hasta ahora?

En realidad todos mis libros tienen un poco esa estructura. Es verdad que nunca he escrito un libro de relatos, pero todos mis libros son en cierta forma como un adelanto de este, porque es una historia que se prolonga en otras. En el fondo son como colecciones de relatos, incluso las novelas: ‘El jardín dorado’ entra en el mundo de los mitos griegos y se abre en un sinfín de relatos en torno a la criatura del Minotauro; pasa también en las aparentemente más realistas, como ‘La carta cerrada’, que está llena de pequeñas historias. En el fondo nuestra vida es así. Aquí se recoge una cita de Pasolini que dice que la verdad nunca cabe en un solo sueño; ninguna vida humana cabe en una sola historia, para contar la vida de cada uno de nosotros necesitamos esas mil y una historias. Hay una vida que hemos vivido, pero muchas más que podíamos haber vivido o hemos vivido a medias... o nos queda el lamento por no haber sabido vivirlas.

HERAS

Dice que le sorprendieron algunos de sus propios relatos al leerlos porque eran un tanto siniestros, pero ha defendido que incluso para los niños no se deben endulzar los cuentos.

Y ahora está todo ese revisionismo... Los cuentos de hadas para mí son el summum, están llenos de misterio, de imágenes luminosas, de esa presencia de lo maravilloso, por muy brutales que sean. Es un poco la definición que doy del amor: como la irrupción de lo maravilloso en el mundo. Pero hay que andar con cuidado con lo maravilloso, porque es disruptivo, rompe el orden del mundo de alguna forma, porque nunca sabes a dónde te puede llevar. Siempre he tenido esa idea de la literatura, como un internarse en el campo de lo que desconoces, de lo otro. Este libro responde a la idea de que el escritor es un vagabundo, escribir es vagar, no saber a dónde ir, ponerte a la espera de que lleguen cosas inesperadas.

¿No partía de un esquema?

No, en este libro no. No sé ni cuántas historias hay. Cuando empezaba una no sabía nunca cómo iba a terminar. Ha sido lanzarme como Butes, el personaje de la mitología griega, un marinero que va con los argonautas: no quiere renunciar a escuchar el canto de las sirenas y se lanza al mar. Yo nunca soy más libre que cuando estoy escribiendo, y probablemente nunca me he sentido más libre que escribiendo este libro, porque no sabía qué estaba haciendo. En otras novelas sí puedo tener más o menos elaborada la historia, en esta no. Iban surgiendo a medida que las escribía, sin premeditación. Estas historias tienen que ver conmigo de maneras muy diversas, algunas con mi propia vida, otras nacen claramente de la lectura, de otros libros, otras tienen que ver con del mundo de mis sueños, de mis deseos. No he pretendido ser original, parte son historias que yo retomo, lo que pasa es que las cuento a mi manera. Son historias que siempre me han interesado y necesito volver a contarlas, tratando de entender qué hay en ellas para que no haya podido olvidarlas.

«Al terminar el libro me di cuenta de que de alguna forma era una suma de todas mis obsesiones, mis locuras, mis búsquedas»

«La gran apuesta del relato es hacer del mundo el lugar de la posibilidad, el relato es el mundo de las preguntas»

«Estas historias tienen que ver conmigo de diversas maneras, algunas con mi propia vida, otras nacen de la lectura»

¿Entre tanta fantasía, el anclaje a la realidad viene por esa presencia de la ciudad de León, que puede verse también como un contraste con el exotismo de lo que se está contando?

Eso lo necesitaba. Son cosas que aprendes con el tiempo como narrador. Cuando estás en ese mundo que flota necesitas anclajes en lo real. Los gallegos tienen un tipo de relatos donde recurren a este sistema, a lo mejor van a contar una historia de ánimas o de un hombre lobo, pero empiezan situándola en un lugar conocido, relacionándola con algo cercano.

En un momento dado escribe: «Transformar la razón en una casa encantada, en eso consistía el arte de narrar». ¿Es la intención de este libro?

Claro. Cuando cuentas, aunque entres en los terrenos más alejados de eso que podemos llamar lo real, tienes que ir de la mano de la razón, porque si no el relato se disparata. Del comentario de Goya a uno de sus ‘Caprichos’ se suele citar una parte: «el sueño de la razón produce monstruos», pero lo que dice es que «la fantasía desasistida de la razón genera monstruos imposibles, pero unida a ella es la madre de todas las maravillas». Por eso «la casa encantada», que sea una casa con unos límites, que puedas transitar por ella, y donde todo pueda suceder. Esa es la gran apuesta del relato, hacer del mundo el lugar de la posibilidad. Para los adultos la realidad es una especie de cárcel, viven en un mundo de respuestas, el relato es el mundo de las preguntas y las preguntas abren, llevan a otro lugar.

En su libro anterior, 'Elogio de la fragilidad', recuerda que procede de un mundo donde todavía se cantaban romances y que los que más le gustaban eran los que tenían algo de exóticos. ¿Viene de ahí también este libro?

Sí. A mi madre le gustaba mucho cantar y nos contaba todos esos romances que después ha recogido Joaquín Díaz, que ha hecho una labor maravillosa. Esos romances moriscos de la cristiana cautiva, el conde Olinos, el conde Arnaldos con esa frase de «yo no digo mi canción sino a quien conmigo va»... en el fondo todo escritor es como el ese personaje: si quieres saber lo que estoy cantando, entra en este libro, pero entra de verdad. También tiene que ver con esa idea del escritor como un vagabundo.

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