Deberes: ¿sí o no?
Expertos en educación y algunas asociaciones de padres abogan por que no se sature a los niños con tareas fuera de clase y se definan mejor los objetivos
cristina rosado
Los padres franceses lanzaron la voz de alarma, pero lejos de ser una cuestión que sólo preocupa en el país vecino (y en plena campaña electoral), los deberes escolares han generado el debate también en España. En Francia fue la Federación de Consejos de Padres ... de Alumnos de Francia (FCPE) la que planteó quince días de «huelga de deberes», argumentando la sobrecarga de ellos a que se somete a los alumnos y la falta de tiempo o de preparación de los progenitores para ayudar a sus hijos. En España, la Confederación Española de Asociaciones de Padres y Madres de Alumnos (Ceapa) emitió un comunicado en el que respaldaba parte de la opinión de los progenitores franceses y sostenía que los deberes generan «tensiones» en la familia, desigualdades sociales y van en detrimento del tiempo de descanso de que deben disfrutar los niños.
Ejercicios de matemáticas, libros para leer, trabajos de literatura o historia y un largo etcétera de tareas se acumulan cada tarde en casa para los niños y algunos padres, como María José Gómez Rodríguez, presidenta de la Confederación de Federaciones de Asociaciones de Padres de Alumnos de Centros Públicos de Enseñanza de Castilla y León, Confapacal, dicen tener claro que «la cantidad de deberes para casa que soportan los niños, sobre todo en Educación Primaria, es excesiva».
Madre de un hijo de 10 años y de otra de 20, María José Gómez, considera que esa cantidad se ha ido incrementando a lo largo de los años: «hay mucha diferencia entre las tareas que tenía mi hija y las que trae mi hijo; ella estudia en la Universidad ahora y también en la Escuela de Danza y no está peor preparada que mi hijo».
También comenta que «yo tengo la suerte de que mi hijo no tarda en hacer los deberes, pero hay que animarle y menos de una hora no estamos cada día con ellos; incluso hay madres que me comentan que sus hijos pueden estar más de tres horas diarias dedicados a esas tareas». A su juicio, «no sé si llegar a una huelga de deberes es lo conveniente, pero sí debemos insistir en que no se pueden mandar tantos deberes a los niños» y «hay que dejarles su tiempo de descanso y ocio, que es muy necesario».
Considera que «los deberes no cumplen la función que dicen tener» en cuanto a que sean un complemento de lo que se aprende en el colegio y cree que «generan conflictos en las familias y desigualdades sociales porque no todos los padres están preparados para ayudar a sus hijos o no tienen tiempo por motivos laborales».
Un ambiente de trabajo
También se muestra «de acuerdo con que se cree un ambiente de trabajo y esfuerzo para el niño desde que es pequeño, pero no esta cantidad de deberes, que desmotivan y hacen que les cueste mucho sentarse a hacerlos porque están cansados tras las clases; se pueden buscar tareas más atractivas».
Aboga porque estas tareas que generen hábito de esfuerzo y ganas de aprender deberían «enfocarse hacia las competencias» que el niño debe ir adquiriendo, y realizarse también en actividades dentro de «la vida diaria, enseñándoles, por ejemplo, cuando vamos al mercado o en otros momentos como las salidas al campo».
Una de las expertas consultadas para este reportaje, la profesora de Personalidad, Evaluación y Tratamientos Psicológicos de la Universidad de Salamanca, María Teresa González Martínez, también insiste en que «los deberes, tal como están planteados, no tienen demasiado sentido» porque, a su juicio, «son excesivos» y «el colegio debe ser donde acabe la tarea escolar».
Pero hay quien sostiene que los deberes son una herramienta para educar al niño en valores como los del esfuerzo y la responsabilidad, ante lo que González Martínez apunta que «hay muchas maneras de responsabilizarles, como hacer las tareas de casa, recoger sus cosas, etc.; se pueden hacer otras cosas, pero lo que es la adquisición de conocimientos debe acabar en la escuela y no que la casa se convierta en una prolongación de esta última».
Para esta experta, «los niños están sobrecargados de tareas», por lo que se pregunta «cómo va ser agradable para ellos aprender. Todo lo contrario, se convierte en una tortura para muchos niños», que llega a desencadenar situaciones de estrés, ansiedad y rechazo al colegio.
Afirma que a sus alumnos de la Universidad, futuros maestros, les insiste en que «los mayores pluriempleados de esta sociedad son nuestros niños, con jornadas diarias que muchos adultos no aguantarían» y que «hay que defenderlos y respetarlos más», introduciendo una reflexión más en el asunto, la de las numerosas actividades extraescolares que se suman a los deberes de cada día. Algunos padres dicen no tener tiempo para poder ayudar a sus hijos con las tareas de clase y les apuntan a actividades deportivas, artísticas, de idiomas, etc.
En este sentido, esta profesora universitaria comenta enérgica que «no sé qué manía les ha entrado a los padres con que sus hijos hagan taekwondo, luego vayan a inglés, a informática...», para añadir que «se ha entrado en una especie de consumismo en esto como en otras muchas cosas», por lo que recomienda a los padres «que sean más selectivos sobre lo que quieren para sus hijos».
También entra a valorar la competitividad que se genera en torno a la escuela: «parece que no vale con aprobar y tener un rendimiento bueno, hay que ser el mejor en todo y estas situaciones les llegan a crear fobia al conocimiento».
González Martínez, que también insiste en que «las vivencias que se tienen en el juego son muy necesarias para el desarrollo del niño y no el despropósito de no dejarles apenas tiempo libre», alude a que «el sistema educativo tiene que organizarse mejor», y coincide con María José Gómez en que los deberes pueden llegar a crear desigualdades sociales. «Los deberes, si se plantean de este modo, se convierten en un elemento de discriminación, porque los padres que tienen una cultura pueden ayudar a su hijos, mientras que aquellos que no la tienen, no pueden hacer lo mismo; igual sucede con los que no tienen tiempo suficiente para prestarles esa ayuda». Apostilla, además, que «en entornos socieconómicos mejores, con padres de un poder adquisitivo alto, los niños encontrarán más ayuda y si no es de ellos, pueden contratar a alguien para que les dé clase».
También para Javier Rosales Pardo, profesor de la Facultad de Educación de la Universidad de Salamanca, la cuestión no es preguntarse si deberes sí o deberes no, sino plantearse cómo es la metodología educativa en la que se insertan y los objetivos que se persiguen con ellos: «No critico los deberes, pero tienen que tener un sentido, con unos objetivos que sean razonables».
Como padre de tres hijos, Rosales Pardo dice ver cómo sus hijos «están saturados de deberes y que éstos no tienen mucho que ver con los objetivos educativos».
Asegura que «estos deberes deberían servir para conseguir los objetivos que se plantean en clase», así como para que el alumno consiguiera autonomía y responsabilidad, pero también comenta que «hay tareas extraordinariamente complejas que los alumnos no pueden hacer solos, otras muy repetitivas y otras para las que los padres no estamos preparados». Cita un ejemplo: «En Primaria, cuando estudiaban flauta, les mandaban tareas para casa. ¿Cómo ayudo yo a mi hijo en música si no sé música?».
A juicio de este profesor universitario, «lo primero es saber qué competencias se quiere que tengan los alumnos, porque los docentes bastante hacen, con el nivel de exigencia y presión que tienen, con currículos muy densos, con los informes PISA, continuamente saliendo en prensa, etc.».
Cuestión de prioridades
Aboga porque el Ministerio defina «qué se quiere conseguir y qué es prioritario», si que los alumnos tengan muchos conocimientos y un sistema de aprendizaje memorístico, «donde los deberes, tal como están plateados, son fundamentales», sostiene, o que adquieran una serie de competencias como «que sean reflexivos, autónomos, que estén motivados por aprender, etc.».
Los deberes también exigen un esfuerzo y según Rosales Pardo, «no todos los niños tienen la misma facilidad» para realizarlo, «algunos no necesitan ayuda, pero otros sí», por eso, a su juicio, se hace necesaria esa mayor racionalidad a la hora de plantear las tareas que deben hacerse fuera del aula. El objetivo según este docente y padre es que «el esfuerzo se haga para algo que merezca la pena».
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