El sospechoso tiene 35 años, divorciado, con antecedentes policiales y sin empleo fijo, según cuentan en este pueblo de 2.500 habitantes. «Trabajaba en lo que le salía en una cuadrilla de albañiles», afirma una mujer que conoce al sospechoso.
El último día que vieron con vida a María, el miércoles 13, ella había ido a la peluquería por la mañana y, por la tarde, estuvo con su hermana Joaquina, también viuda, recogiendo huevos en un huerto de la familia. Se despidieron sobre las siete de la tarde y Juan, uno de los hijos de María, halló el cadáver de su madre al día siguiente, por la mañana.
La casa, situada en la calle Guisando, estaba revuelta y se barajó, desde el primer momento, el robo como el móvil del crimen. El autor buscaba joyas y dinero que María pudiera tener. La víctima, que pudo fallecer asfixiada, fue hallada sobre la cama de un dormitorio con un armario encima, derribado probablemente por el ladrón cuando buscaba objetos de valor.
«El Chelo» vive a unas decenas de metros de la anciana, apenas 300 metros de la plaza del Ayuntamiento. La fallecida era muy querida en el pueblo y en la comarca, ya que se había dedicado a la venta de mantelería y bordados de Lagartera.
María fue enterrada el lunes por la tarde con la presencia solo de varias decenas de personas en la iglesia Nuestra Señora del Monte. Se restringió el acceso por las medidas debido a la pandemia. Luego a la inhumación solo pudieron ir los familiares más cercanos de María, una mujer que «era toda humanidad», afirma una vecina.
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