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'La Desconquista': un juego 'ronlalero' del imperio al delirio que triunfa en Toledo
Ron Lalá desarma la épica colonial en La Desconquista, un montaje vibrante que mezcla historia, humor y música en directo
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Antonio Illán
Toledo
Ron Lalá no hace teatro: lo desborda. Sus funciones son un cóctel servido en vaso de barro, con humor chispeante, música en vivo, pellizcos de poesía y algún toque picante que despierta al público. En La Desconquista, los ronlaleros confirman que su ... estilo es ya un género propio: dinámico, juguetón, caleidoscópico y, por encima de todo, intensamente teatral.
Su fórmula es tan sencilla como explosiva: escenarios desnudos o apenas sugeridos, y una expresividad capaz de convertir lo mínimo en un festín escénico. No precisan grandes decorados porque su fuerza está en la palabra y la música, en el ritmo y en la complicidad con el espectador, que ríe, piensa y tararea al mismo tiempo.
El ronlalismo es burlesco y accesible, pero también crítico y mordaz. Se alimenta de Lope, Quevedo o Cervantes y los pasa por la batidora del presente, con un descaro iconoclasta que desmonta solemnidades y devuelve al teatro su frescura original. En La Desconquista se atreven a darle la vuelta al relato histórico, jugando con la memoria y la ironía, y lo hacen con esa mezcla de respeto y irreverencia que solo ellos dominan. Todo ello sostenido por la majestad juguetona de los textos de Álvaro Tato, uno de los versificadores más ingeniosos y hábiles del teatro actual.
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Antonio IllánUn espectáculo que combina una leve divulgación histórica, bastante humor y algo de crítica social, tratando de acercar, con un tono más festivo y caricaturesco que reflexivo, el Barroco español a públicos contemporáneos
Ron Lalá es música popular que se hace escena, palabra que se transforma en sonrisa y teatro que se abre como abanico para todos los públicos. Su estilo expansivo y eficaz es un guiño cómplice: «ven, que aquí el teatro no es cosa seria, pero sí muy en serio».
El idioma propio de los 'ronlaleros'
En definitiva, los ronlaleros han inventado un idioma propio: un teatro que no se parece a nada y que, sin embargo, habla a todos. Con su sello inconfundible convierten cada función en fiesta, crítica y celebración. El ronlalismo no se explica: se vive.
El argumento de La Desconquista sitúa la acción a finales del siglo XVI y presenta a tres náufragos rumbo al Nuevo Mundo -el capitán Galán, el marino Fulano y el misionero fray Pío- acompañados por dos cronistas que registran sus peripecias. La obra se articula en una estructura episódica, semejante a un retablo de escenas breves, donde se alternan momentos de comedia burlesca con pasajes de reflexión poética. Se trata de una comedia en verso con música en directo y un ritmo sin tregua que mantiene la atención del espectador.
El espectáculo se nutre de las Crónicas de Indias, textos que narraban la conquista con una mezcla de realidad y fantasía. Ron Lalá los convierte en materia teatral, subrayando su carácter contradictorio: relatos heroicos que encubren violencia, exageraciones que revelan desconocimiento y descripciones que oscilan entre lo maravilloso y lo grotesco. La obra destaca que dichas crónicas no fueron únicamente documentos históricos, sino también instrumentos ideológicos que configuraron una visión determinada del Nuevo Mundo. Al llevarlas a escena mediante humor y música, el grupo las desmitifica y las actualiza como espejo crítico.
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Ahí tenemos a personajes nobles y bufones, un fraile o un bribón con identidades suplantadas, disimuladas o trocadas, que son puros disparates y que van desvelándose ante la sorpresa del espectador. La propuesta se presenta como un canto a la convivencia y al disfrute de la vida (la comida, el amor, la naturaleza), al tiempo que reivindica una imagen de España alejada de la leyenda negra difundida por Inglaterra y Francia. Asimismo, cuestiona el patriotismo superficial de banderita, critica el terraplanismo y defiende la ecología y la protección de los animales desde la sátira y la caricatura.
Entre los momentos líricos más destacados se encuentran la nana dedicada a Felipe II, de resonancias lorquianas, y el sueño del fraile Pío, quien se imagina en la base de una pirámide azteca, escena de marcado carácter onírico.
Desmontar la épica colonial
La dramaturgia se sostiene en un recurso clave: desmontar la épica colonial. Lo que en las crónicas se presenta como hazaña heroica, aquí se revela como un desfile de ambiciones, obsesiones y delirios. El humor actúa como bisturí crítico y la música como pulso rítmico que hilvana la acción. El resultado no es una narración al uso, sino una reinterpretación festiva e irónica de la historia.
La obra pone patas arriba las glorias imperiales del «reino donde no se ponía el sol» y las expone entre naufragios, carcajadas y delirios. El retrato es mordaz: un mundo que quiso conquistar y terminó desconquistado por sus propios miedos.
El ronlalismo impregna cada rincón: escenarios semi desnudo, música en vivo, versos que se lanzan como dardos y un humor que dinamita solemnidades. Tradición y modernidad se cruzan para ofrecer una visión iconoclasta, delirante y accesible, que convierte la historia en presente y la crítica en celebración.
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Antonio Illán IllánEl público, que llenaba el Teatro de Rojas, se lo pasó bien y sonrió y aplaudió con ganas este espectáculo -quizá un poco largo-, lo que es de agradecer en estos tiempos en los que, como sociedad, andamos ya hartos de sandeces, despropósitos y trifulcas
La Desconquista no pretende colonizar al espectador, sino invitarlo a reír, pensar y cantar. Ron Lalá, fiel a su estilo, recuerda que el teatro, cuando se hace con ingenio y desparpajo, es siempre una conquista compartida.
El texto de Álvaro Tato, dramaturgo y poeta, bebe de la tradición clásica y la revitaliza con un lenguaje ágil, fresco y lleno de guiños contemporáneos. El verso no es ornamento, sino vehículo de comicidad y crítica. Su musicalidad fluye hacia la canción, el romance o la parodia con naturalidad. Tato convierte las Crónicas de Indias en materia teatral: exageraciones, fantasías y contradicciones se transforman en material cómico y corrosivo. El texto revela cómo la escritura de la conquista fue también una construcción ideológica, y lo hace con ironía, desmontando solemnidades y exhibiendo el absurdo de ciertas narraciones.
La música constituye el segundo eje esencial del espectáculo tras la palabra. Guitarras, percusiones y voces se integran en la acción dramática como parte del discurso escénico, no como mero acompañamiento. Marca el ritmo, acentúa la ironía, transforma el verso en canción y convierte la sátira en celebración. Es también el elemento que mejor refleja el mestizaje cultural en el centro de la propuesta: ecos de romances españoles, ritmos populares y guiños contemporáneos que enlazan con la tradición, épica colonial y mirada crítica actual.
Un monstruo viene a verme: teatro que educa, emociona y transforma
Antonio Illán IllánLa obra transmite valores esenciales, como son la verdad, la empatía y la aceptación, que debieran ser propios de nuestra sociedad: la importancia de decir la verdad, incluso cuando duele; el poder de la imaginación como refugio y herramienta de comprensión; y la necesidad de aceptar la pérdida como parte de la vida
La escenografía y el vestuario, diseñados por Tatiana de Sarabia junto a Ron Lalá, destacan por su sencillez funcional y su fuerza simbólica. Con recursos mínimos, lo escenográfico evoca el viaje errante de los protagonistas, transformando el espacio en barcos, costas o paisajes imaginarios. Los figurines combinan referencias al Siglo de Oro con ironía contemporánea: prendas que sugieren la época imperial, pero con aire carnavalesco y burlesco, reforzando el tono crítico y festivo de la obra.
La dirección de Yayo Cáceres reafirma el sello ronlalero: economía de recursos y centralidad del actor-músico como motor del espectáculo. La escena se convierte en un espacio de juego donde lo mínimo se expande hasta lo máximo gracias al ritmo vertiginoso y la complicidad con el público. El montaje avanza con dinamismo, encadenando cambios de personaje, tono y registro sin respiro. Cáceres logra un equilibrio difícil: comicidad y poesía, sátira y música, sin caer en el mero entretenimiento. Su apuesta es clara: un teatro crítico que se sostiene en lo popular y festivo, sin perder accesibilidad.
El quinteto de intérpretes constituye el verdadero corazón de la obra. Cada uno despliega una versatilidad que les permite transitar de la comedia física al verso poético y del sarcasmo al lirismo en cuestión de segundos. La interpretación coral se distingue por gestos amplios y caricaturescos que potencian el humor, una flexibilidad vocal que alterna recitado, canto y parodia con naturalidad, y una complicidad grupal que los hace funcionar como un organismo único. Dentro de esa armonía, Juan Cañas destaca con un protagonismo evidente como Fulano: su actitud, movimiento y dicción perfilan un personaje obsesionado con la riqueza, aportando ritmo y humor incisivo. Daniel Rovalher saca pecho encarnando al capitán Galán con una expresividad que parecía reflejar en sus ojos los azules de una dama, como personaje que busca gloria y fama y es capaz de caricaturizar con efectividad el tono heroico, construyendo un personaje paródico, que matiza muy bien la ironía del montaje. Diego Morales borda al fraile Pío, aportando la dimensión religiosa de la conquista con un contraste mordaz entre fe y sátira, solemnidad y comicidad. Luis Retana y Miguel Magdalena, como cronistas, completan el engranaje: el primero desde la comicidad corporal y el cambio de registro, subrayando la crítica mordaz; el segundo desde la musicalidad y el lirismo de la voz, contribuyendo con cadencia y belleza que equilibran la sátira.
Numancia ¡libertad!
Antonio Illán«Hemos asistido a una puesta en escena excelente, que nos reconcilia con el teatro como espacio de emoción, pensamiento y memoria»
La Desconquista, vista superficialmente, podría parecer un divertimento cómico que se asoma al pasado; sin embargo, es mucho más: una reflexión sobre el presente. Las ambiciones de gloria, oro y fe que impulsan a los personajes encuentran paralelos en obsesiones contemporáneas como el afán de poder, la búsqueda de prestigio, la codicia económica ligada a la globalización y las nuevas formas de explotación, así como la imposición ideológica o religiosa que hoy resuena en los fundamentalismos.
El espectáculo sugiere que la «desconquista» no es solo histórica, sino también actual: seguimos enfrentándonos a lo desconocido, repitiendo errores y construyendo relatos que maquillan la realidad. La mordacidad de Ron Lalá convierte la historia en espejo: lo que parecía lejano se revela cercano, lo que parecía pasado se muestra vigente. Risa, música y poesía funcionan como herramientas para cuestionar certezas y abrir preguntas sobre nuestro tiempo.
La obra sintetiza el estilo ronlalero: humor, música, poesía y crítica en una misma propuesta escénica. La dramaturgia de Álvaro Tato y la dirección de Yayo Cáceres confluyen en un montaje expansivo, accesible y mordaz, que transforma las Crónicas de Indias en materia viva y actual. Los intérpretes, con su versatilidad y complicidad, sostienen una fiesta teatral que es a la vez celebración y reflexión. Ron Lalá demuestra que el teatro puede ser diversión y pensamiento, fiesta y crítica, tradición y modernidad. Con esta producción no solo revisa el pasado: invita a mirar el presente con ironía y lucidez, recordando que el teatro, cuando se hace con ingenio y desparpajo, es siempre una conquista compartida. En suma, hemos presenciado un espectáculo ameno, elegante, crítico y vitalista que ha entusiasmado a los espectadores que llenaron el Teatro de Rojas.
Ficha de la obra
Título: La Desconquista. Autor: Creación colectiva. Compañía: Ron Lalá. Dramaturgia y letras: Álvaro Tato. Composición y arreglos: Yayo Cáceres, Juan Cañas, Miguel Magdalena, Daniel Rovalher. Dirección: Yayo Cáceres. Intérpretes: Juan Cañas, Miguel Magdalena, Diego Morales, Luis Retana y Daniel Rovalher. Dirección musical: Miguel Magdalena. Escenografía: Ron Lalá y Tatiana de Sarabia. Vestuario: Tatiana de Sarabia. Iluminación: Miguel Ángel Camacho. Producción: Ron Lalá. Escenario: Teatro-auditorio El Greco.
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