teatro de rojas toledo
Numancia ¡libertad!
«Hemos asistido a una puesta en escena excelente, que nos reconcilia con el teatro como espacio de emoción, pensamiento y memoria»
TOLEDO
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Iniciar sesión'Numancia', o 'El cerco de Numancia', es una tragedia compuesta por Miguel de Cervantes entre 1581 y 1583, que narra la toma y destrucción de la ciudad celtíbera por Escipión Emiliano en el año 133 a. C. El texto cervantino se inspira ... en la 'Crónica de Ocampo', publicada en 1574 por el historiador Ambrosio de Morales. Ante la prolongada resistencia de la ciudad rebelde, el Senado romano envía a Escipión, quien, al llegar, se dispone a sitiarla. Tras reprender a los soldados por su debilidad, ociosidad y vicios, rechaza una embajada de los numantinos que busca negociar una rendición honrosa; pero Escipión aspira a tomar la ciudad como símbolo de su triunfo.
Agotados por el hambre, los numantinos proponen resolver el conflicto mediante un combate singular entre un campeón de Numancia y un romano. Pese a los malos presagios, ofrecen el duelo, pero Escipión lo rechaza. Los numantinos deciden entonces salir al encuentro del enemigo, aunque son detenidos por las mujeres. Antes que caer en la esclavitud o morir matando, queman sus bienes para no dejar botín alguno, sacrifican a sus mujeres e hijos, y finalmente se suicidan. Cuando Escipión entra en la ciudad, encuentra un pueblo de muertos: el único superviviente, el joven Viriato, se arroja desde lo alto de una torre para no ser capturado ni servir como trofeo del vencedor.
El drama es, sin duda, la obra teatral más lograda de Cervantes. Desde el punto de vista escénico, 'Numancia' se caracteriza por un marcado elemento coral, sin que ningún personaje adquiera un relieve extraordinario. Las figuras patéticas de los héroes y las madres poseen el mismo carácter sumario que las alegorías de España, el Duero, la Guerra, el Hambre o la Fama.. No obstante, la tragedia, espectacular e impetuosa, con escenas de gran fuerza expresiva, posee una belleza artística que ha influido notablemente en creadores de su tiempo y en generaciones posteriores.
Con este texto, el director y versionista de la obra, José Luis Alonso de Santos, ha erigido un monumento teatral cuya arquitectura dramatúrgica realza con vigor los momentos de mayor carga emocional: desde la soberbia del sitiador hasta los lamentos de las madres, pasando por la fuerza y el dolor de los numantinos y la dignidad del suicidio colectivo. El enfrentamiento entre el pueblo de Numancia y el astuto Escipión, con su tenaz capacidad de resistencia, pone de relieve el profundo sentido de la dignidad colectiva.
El arranque de la puesta en escena ya anticipa un «peplum» en toda regla: vestimenta romana fielmente reproducida y música de tono triunfal. Más adelante, el drama se transforma en un canto de dolor y en una reivindicación de la libertad del pueblo numantino, sitiado por los romanos y abocado al hambre y a la extinción. En el núcleo de esta tragedia, resulta inevitable que el espectador evoque el caso actual de los palestinos en Gaza, aunque sin concebir ni desear el destino de Numancia.
Toda la representación, con ese muro de fondo algo plúmbeo y la eficaz evocación —mediante escasos pero funcionales elementos— de los espacios interiores (los sitiados) y exteriores (los sitiadores), se articula en torno a una armonía significativa del movimiento escénico. En ella destaca, por un lado, la individualidad y el poder del romano Escipión, y por otro, el sentido colectivo de los numantinos. Excelente la dirección de Alonso de Santos, que ha sabido equilibrar la tragedia mediante la contraposición de los dos polos en que se mueve la acción: el romano del poder y el numantino de la dignidad. Resulta especialmente notable el trabajo realizado para que la declamación del verso se desarrolle con una dicción sintáctica clara, evitando los sonsonetes tan frecuentes en representaciones poco trabajadas.
Al tratarse de una obra coral, como ya se ha señalado, en la que no se enfatiza el protagonismo —salvo de forma epidérmica— de ningún héroe ni antihéroe, la interpretación sobresale por su fuerza colectiva, ese «todos a una» que vertebra la puesta en escena. La única excepción podría ser el personaje de Escipión, cuyo porte escénico es, de por sí, poderosa, aunque en ocasiones se excede en la intensidad vocal de sus discursos, quizás por una amplificación sonora demasiado elevada. Con todo, resulta imprescindible destacar la sólida presencia de Arturo Querejeta, Pepa Pedroche y Jacobo Dicenta, sin que ello implique desmerecer en absoluto el trabajo del resto del elenco. Como conjunto, hay que hacer especial mención las mujeres, cuya interpretación conmueve por su marcado dramatismo y su valentía ante la adversidad. Enfrentadas a la extrema tesitura de ser entregadas al enemigo tras la inmolación de sus maridos, transmiten una fuerza desgarradora: ninguna está dispuesta a consentirlo, aunque el corazón se les rompa.
Desde el punto de vista escenográfico, resulta muy acertado el uso de módulos móviles que permiten simular diversos espacios, como el senado numantino. Las torres metálicas desplazables, que acogen a los personajes alegóricos, ofrecen gran versatilidad y contribuyen a construir algunas de las escenas más bellas de la obra, por la fuerza del texto que en ellas se expresa. El vestuario de Elda Noriega delimita con claridad tres planos: el típicamente romano de Escipión y los suyos; el humilde, de tonos armónicos, de los numantinos; y el chaqué atemporal de los personajes alegóricos. La iluminación, en general bien resuelta, presenta algún desajuste puntual, con actores fuera de foco, quizá debido a las limitaciones del auditorio.
Una aportación notable a esta puesta en escena cervantina es la música, concebida casi como banda sonora cinematográfica. Su composición es interesante y eficaz para matizar el sentido de la acción, aunque en ciertos momentos actúa como fondo que dificulta la comprensión nítida del discurso actoral. Muy acertados los coros femeninos, que intensifican el dramatismo de las escenas con gran sensibilidad.
En suma, hemos asistido a una puesta en escena excelente, que nos reconcilia con el teatro como espacio de emoción, pensamiento y memoria. El texto de Cervantes, su lengua española exquisita y su vigor dramatúrgico, nos habla desde el Siglo de Oro con una actualidad que estremece: sus pasiones antiguas siguen latiendo en el presente, y su palabra, luminosa y rebelde, nos sigue interpelando.
Imposible no recordar, en medio de esta representación, aquella frase inmortal del Quijote: «La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos… por la libertad, así como por la honra, se puede y debe aventurar la vida». Cervantes no solo la escribió: la encarnó en sus personajes, y hoy resuena con fuerza en los numantinos que prefieren la muerte antes que la rendición. Y también, inevitablemente, en los gazatíes que resisten bajo el asedio, con el corazón desgarrado pero intacto en su dignidad.
Enhorabuena al Teatro de Roja por esta primera entrega de la temporada. El público, en pie, ofreció un aplauso cálido y merecido, como quien agradece no solo el arte, sino el coraje de mirar de frente la historia y el presente.
Ficha técnica
Título:Numancia. Autor: Miguel de Cervantes. Dirección y versión: José Luis Alonso de Santos. Intérpretes: Arturo Querejeta, Javier Lara Covino, Jacobo Dicenta, Pepa Pedroche, Karmele Aranburu, Manuel Navarro, Jesús Calvo, David Soto, Ania Hernández, Andrés Picazo, José Fernández, Carmen del Valle, Esther del Cura, Carlos Lorenzo, Carlos Manrique, Pepe Sevilla, Alberto Conde, Guillermo Calero, Esther Berzal, Nicolás Camacho, Viena Polo. Escenografía: Ricardo Sánchez Cuerda. Vestuario: Elda Noriega. Iluminación: Juan Gómez- Cornejo y Ion Aníbal. Producción: Comunidad de Madrid para Teatros del Canal. Escenario: Auditorio El Greco de Toledo.
Licenciado en Filosofía y Letras. Catedrático de Enseñanza Secundaria de Lengua Castellana y Literatura. Escritor y poeta. Antonio Illán Illán es premio especial Teatro de Rojas 2024
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