teatro de rojas
Un Don Gil de las calzas verdes demasiado gamberro se pasea por el Teatro de Rojas en Toledo
La versión de la Fundación Siglo de Oro desdibuja la ironía barroca de Tirso con una puesta en escena hiperactuada y excesivamente moderna que divide al público del Teatro de Rojas
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Antonio Illán Illán
Toledo
La Fundación Siglo de Oro produce esta adaptación de Don Gil de las calzas verdes, donde el célebre Tirso de Molina despliega su crítica aguda y divertida de las convenciones sociales, una celebración del ingenio y del poder femeninos que, en principio, debería resonar ... con fuerza en nuestro tiempo. La comedia narra las peripecias de Doña Juana, quien disfrazada de hombre bajo el nombre de 'Don Gil' y con unas llamativas calzas verdes, viaja a Madrid para recuperar a su prometido Don Martín, que la ha abandonado en busca de una unión más ventajosa. El enredo se complica cuando otras damas se enamoran del falso Don Gil y Don Martín queda atrapado en una red de engaños, celos y equívocos. La trama se sostiene en el juego de identidades, el disfraz y la astucia femenina, hasta desembocar en un desenlace donde se restablece el orden y se confirma la victoria de la protagonista sobre las convenciones sociales y amorosas.
Como pieza del teatro clásico español del Siglo de Oro, la obra conserva rasgos esenciales: la estructura en tres jornadas, el enredo como motor dramático, la mezcla de lo cómico y lo serio, y la presencia de personajes arquetípicos como el galán, la dama o el criado gracioso. Destaca el recurso del disfraz y la inversión de roles de género, que permiten cuestionar las normas sociales y dar protagonismo a la inteligencia y sagacidad femeninas. El lenguaje combina agudeza, juegos de palabras y ritmo versificado, propio de la comedia barroca. Además, la obra refleja la estética del teatro de capa y espada, donde honor, amor y apariencia se entrelazan en un espacio urbano lleno de dinamismo y equívocos.
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Revisitar Don Gil de las calzas verdes en clave contemporánea, como pretende la Fundación Siglo de Oro, debería poner de relieve la extraordinaria vigencia de Tirso de Molina. La obra, escrita en 1615, ya contenía un germen de modernidad: una protagonista femenina que, disfrazada y astuta, desafía las normas sociales y se convierte en motor de la acción. Una lectura de hoy puede actualizar aspectos positivos como los temas de género -Juana, al travestirse, desafía los límites de identidad y poder-, el humor y el ritmo de la comedia de enredo, que conecta fácilmente con públicos actuales, y el puente entre tradición y presente mediante códigos escénicos contemporáneos (música, vestuario, escenografía minimalista o tecnológica).
Sin embargo, la dirección de Laura Ferrer ha optado por llevar la comedia de Tirso a extremos jocosos y paródicos, con una interpretación gamberra que desdibuja la esencia del texto. El enredo se convierte en un 'superenredo' y el público recibe, más que la ironía barroca, una sucesión de recursos humorísticos. El espectáculo se transforma en un divertimento a voz en cuello, con una sobrexcitación interpretativa que no se relaja ni con la música, descontextualizada respecto al universo clásico. La propuesta dramatúrgica incurre en un exceso de actualización: fuerza la modernidad hasta diluir la riqueza poética y el ingenio verbal de Tirso, sin lograr que se perciban con claridad los temas de género ni la preeminencia de la mujer. Falta equilibrio entre respeto a la tradición y voluntad de innovación, pues se sacrifica la musicalidad del verso y la ironía barroca en favor de guiños contemporáneos. Entre el desenfreno de modernidad, un elemento que destaca sobremanera es la inserción de una música ecléctica, por supuesto nada historicista, que a veces aligera y divierte y en otras ocasiones es algo discordante y cacofónica, en la que son evidentes los toques aflamencados.
En un ambiente escenográfico de mínimos, sencillo y funcional con tres arcos floreados de fondo y un cuadrado simulando un jardín y diferentes espacios, con una iluminación bella y acertada y unos figurines que tienden a lo estrambótico y desaliñado -en especial el atuendo del actor en unos pantalones cortos- se sucede la acción.
Lo que sí consigue esta versión es conectar con un espectador de sonrisa fácil, aunque sin invitarle a reconocer los dilemas profundos de Juana: cómo construir la propia identidad en un mundo de apariencias, donde el disfraz verde se convierte en metáfora de las máscaras sociales que aún usamos hoy. Es evidente que Tirso de Molina subvierte el orden de los valores de su época; y en esta propuesta se mantiene la intención de subversióny la ironía crítica del autor, pero se exagera el sesgo humorístico hasta trivializar la obra, aunque la hace más accesible a un público heterogéneo.
La interpretación, que evidentemente lleva un trabajo muy laborioso, excesivamente sobreactuada y sobregritada en general y con algunos excesos particulares muy llamativos, responde al sesgo hiperbarroco con el que se ha concebido la dramaturgia. En este conjunto jovial y variopinto de actores y actrices, sobresalen las mujeres, y en especial Manuela Morales que encarna al Don Gil principal -pues se presentan hasta cuatro Don Giles en escena- sobresale por presencia, dicción y equilibrio, aportando un respiro de calidad dentro de una propuesta que, en conjunto, sacrifica la finura de Tirso en favor de la comicidad inmediata.
Los espectadores han pasado el rato, pero quienes son fieles a la programación del Teatro del Rojas del ciclo de Teatro Clásico no parecían muy contentos con una propuesta digna por su atrevimiento, aunque más apropiada para un ciclo con otra denominación.
Ficha técnica
Título: Don Gil de las calzas verdes. Autor: Tirso de Molina. Compañía: Fundación Siglo de Oro. Dirección: Laura Ferrer. Intérpretes: Manuela Morales, Martin Puñal, Ángel Ramón Jiménez, Nuria Gil, Enrique Meléndez, Leticia Ramos y José Ramón Arredondo. Composición musical: Manuela Morales. Vestuario: Pablo Porcel. Escenario: Teatro de Rojas.
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