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«A las personas con discapacidad se les tiene generalmente lástima»

Guadalupe Iglesias, con un ojo biónico desde 2015, presenta en Toledo su libro «Al fin la luz», prologado por Leonardo Padura

«La gente tiene una idea algo distorsionada de lo que es un ciego», asegura

Guadalupe Iglesias ABC

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Guadalupe Iglesias Carrero (Madrid, 1961) solo ve algunas luces, aunque la tecnología le ha dado otra oportunidad: gracias a un microchip implantado en su retina y con la ayuda de unas gafas, ella puede diferenciar las formas y los volúmenes de los objetos y de las personas en blanco y negro con dificultad. No siempre fue así.

Lupe, como la conocen sus amigos, está diagnosticada de retinosis pigmentaria, una patología degenerativa de la retina que provoca que las células de la membrana se mueran y no se regeneren, por lo que, poco a poco, se va perdiendo la visión sin poder evitarlo. Y así le pasó a ella. Diagnosticada en 1991, fue dejando de ver gradualmente, hasta que se quedó ciega diez años más tarde. Era 2001. Luego llegó la operación para implantarle una placa con 60 electrodos. Sucedió en Barcelona el 17 de diciembre de 2015. Una operación de cuatro horas y media de duración. Con su flamante ojo biónico regresó de las tinieblas.

Esos catorce años en la oscuridad no le amedrentaron. Al contrario. Guadalupe Iglesias fue amasando «experiencias trágicas, maravillosas, dolorosas y cargadas de esperanza», que plasmó en el libro «Al fin la luz» (editorial Huso), prologado por Leonardo Padura , premio Princesa de Asturias de las Letras 2015. «El título del libro fue lo primero que tenía claro ya que, tras mi operación, volví a ver la luz de nuevo; no sólo físicamente, sino por el chorro de esperanza que me supuso someterme a este proyecto tan novedoso como es la visión artificial », resalta la autora, a la que se le pide que venda su libro con diez palabras: «Se puede ser feliz con una discapacidad (me han sobrado tres)».

Lupe presenta su obra en Toledo este jueves 27 de septiembre (18:00), en el salón de actos de la Organización Nacional de Ciegos Españoles (calle del Reino Unido, 10). «Acabe la frase: si no existiera la ONCE... 'habría que inventarla'», responde por escrito. A petición de ABC, Lupe ha contestado un cuestionario enviado por correo electrónico. «No, no me ha costado nada leerlo -asegura-, ya que tengo un programa de voz instalado en mi ordenador que lee textos y, por ello, puedo acceder a toda la información, como la mayoría de los ciudadanos». «Tal vez sí que exigiría que las páginas web fuesen más accesibles para los ciegos», sugiere.

Afirma, eso sí, que la eliminación de gran parte de las barreras arquitectónicas, como el rebaje de las aceras o la instalación de semáforos sonoros, ha sido de gran ayuda para su colectivo. «Pero creo que aún es más importante la eliminación de las barreras mentales con nuestro colectivo . Las personas tienen una idea algo distorsionada de lo que es un ciego, y no le digo nada en lo que se refiere a las personas con baja visión», se lamenta Lupe, quien no tiene perro guía por decisión propia. «Yo haría campañas institucionales en televisión con personas como nosotros, en las que reivindicásemos nuestras necesidades y diésemos a conocer a la sociedad como somos y qué necesitamos. La gente no es mala, tan sólo no conoce nuestros problemas», sentencia.

Lupe forma parte en Madrid del grupo literario Rías Baixas, que coge el nombre del restaurante donde sus miembros se reúnen para ligar gastronomía y literatura. «Es una magnífica mezcla», subraya. Sin embargo, a este club de lectura se le conoce popularmente por «Retina», ya que está amparado por la asociación del mismo nombre.

Desde las Navidades de 2015, Lupe ve la vida con luz multicolor. «Aunque con el dispositivo únicamente puedo distinguir los objetos en blanco y negro, yo veo la vida como si de un arco iris se tratase», ilustra. «Al haber visto antes, recuerdo perfectamente esos cielos velazqueños de Madrid tan significativos, el verde de los árboles del parque que hay enfrente de mi casa y, en general, toda la gama de colores que hay en mi ciudad».

Precisamente con un vestido de tirantes muy florido aparece Lupe en la fotografía del estado de WhatsApp de su teléfono móvil. Y se lee debajo: «Disponible». «Yo siempre estoy disponible para realizar cualquier actividad en la que se me necesite» , asegura esta mujer con una vida muy activa. En estos momentos prepara, junto con sus compañeros del club de lectura Retina, un vídeo sobre los 30 años de vida de la asociación. Va al gimnasio de lunes a viernes y tiene su propio entrenador personal porque siempre debe estar acompañar. Además, este mes ha iniciado sus clases de artesanía, inglés y de baile, y en octubre comenzará con las de sevillanas para perfeccionar su estilo.

También se encarga de realizar las reservas en el restaurante que da nombre a su grupo literario y elabora la queimada que todos sus miembros degustan, recitando la propia Lupe el conxuro que siempre acompaña esta bebida alcohólica gallega. «Y tengo en mente escribir otro libro, aunque será diferente a éste, pues se tratará de una novela», desvela. «Yo siempre estoy disponible para hacer cosas que ayuden y me ayuden a ser mejor persona y, por ende, más feliz, aunque algunas de ellas signifiquen un gran esfuerzo por mi parte», remata.

Dice Leonardo Padura en el prólogo de «Al fin la luz» que es un canto de amor a la existencia, de vida y de esperanza. «En mi libro digo que, por supuesto, estos momentos existen y, cuando llegan, me refugio en las personas que quiero, como mi marido, mi hija o mis amigos», se confiesa. « Días malos los tiene todo el mundo y yo no voy a ser diferente. Cuando me siento muy acelerada y creo que no me están yendo las cosas como me gustaría, suelo buscar unas horas para mí misma y medito», exterioriza Lupe, quien cumplirá 57 años el 12 de diciembre.

Sin embargo, Guadalupe rechaza que su obra sea de autoayuda: «El libro no te dice qué debes hacer para mejorar tu vida, a mí siempre me han chirriado este tipo de libros». «Yo deseo que, tras la lectura de 'Al fin la luz', se entienda que no hay nada que nos impida superar las adversidades y ser felices. Cada uno tendrá que saber cómo hacerlo y si está dispuesto a luchar por ello», deja caer. Y otra sugerencia: «Tener un rato al día sin teléfonos móviles, sin televisión, en silencio y en contacto con uno mismo ayuda muchísimo a seguir adelante con nuevas energías».

¿Y qué le repatea de la sociedad a una persona que ha escrito un libro con el alma, con las tripas y con todo el sentimiento del que es capaz? « Me molesta mucho la hipocresía, lo políticamente correcto y la falta de empatía que se suele tener con el diferente . No actuamos igual con alguien que tenga dinero o sea poderoso que con la persona que te vende los clínex en el semáforo», atiza. «A las personas con discapacidad se las tiene generalmente lástima y nunca se las considera capaces de realizar las actividades diarias de cualquier ciudadano. También es verdad que deberíamos ser nosotros, desde las asociaciones, quienes mostremos a la sociedad quiénes somos y de qué somos capaces», remacha.

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