Dos varas de medir

La ley es la ley y los fumadores la aceptan sin rechistar, como queda demostrado en los informes periodísticos que se hacen eco de la novedad y la promocionan con excelencia. Ahora el humo de los interiores ya no existe y se diluye en el aire libre por el momento, que las cosas hasta pueden ir a peor.

Pero curiosamente, también está prohibido el botellón nuestro de todos los fines de semana y días excepcionales, y a pesar de ello se celebra porque sí, una vez que la juventud lo convoca para la ocasión. Aquí como la concentraciones son multitudinarias, pues el miedo es libre para la autoridad que debe decidir en el asunto que mira para otro lado, saltándose lo reglamentado a la torera, mientras empieza a mirar con lupa y a exigir responsabilidades a todo empresario que permita fumar en sus locales y a todo vecino que se atreva a encender un cigarrillo en lugar prohibido.

Qué cosas tiene la vida, el alcohol en la calle no causa estragos ni molesta a nadie a pesar de la ruidosa actitud de sus concentraciones, pero el cigarro es nefasto para la convivencia y se le persigue con la máxima saña del inquisidor.

Un gobierno y una autoridad que prohíbe por prohibir se pasa un montón, y nada de extraño tiene que en el momento electoral los votantes que fuman dejen en la cuneta a quienes manejan el BOE para llevar a cabo sus imposiciones. Fumadores no, botellones alcohólicos sí; una forma de legislar marcando diferencias, aunque todos deben respetar lo reglamentado.