poesía
Las palabras de María José Muñoz en «Los lagartos llorones»
Intervención de la subdelegada de ABC-Toledo en la presentación del libro de Santiago Sastre
Las palabras de María José Muñoz en «Los lagartos llorones»
Bueno, «Los lagartos llorones», una vez más el recuerdo de Federico García Lorca . Una y otra vez regresa mi poeta favorito , aunque en realidad lo haga todos los días, por ejemplo, a través de la música. Uno de mis cantantes, y ... también compositor, favoritos, Rufus Wainwright, tiene una hija. La madre se llama Lorca, Lorca Cohen, hija del gran cantautor y también novelista canadiense Leonard Cohen , poeta también, a quien le fue concedido el Premio Príncipe de Asturias de las Letras el año pasado y que se inició en la poesía a los 16 años con «Comparemos mitologías» , su primer libro de poemas , p ara el que se inspiró en…lo adivinan?, en Federico García Lorca, su poeta favorito.
Inagotable fuente de inspiración este maldito Lorca amado, -y eso que murió joven-, nuestro pobre poeta!
Pues bien, toda su magia ha recaído ahora en Santiago Sastre, amigo de todos nosotros, de cuyo último libro de poemas hacemos hoy la presentación. «Los lagartos llorones y otros poema s». Pero Santiago, optimista donde los haya, les ha parado el llanto.
Si los anfibios de Federico se quedaron llorando para la eternidad, ha tenido que venir Sastre a consolarlos dulcemente , a hacer que encuentren su anillito de casados. ¡Qué alegría tan intensa lucirlos pronto en las manos!
Aunque al gran público se le siga resistiendo este género literario , no se sabe si será la crisis, -o la tristeza en los corazones de tantas y tantas personas que sufren y para las que no sabemos o queremos hallar remedio-, parece ser que la cosa, que este otoño de huelga general, guerra de cifras, hasta sangre inocente derramada, locura colectiva…, bueno, decía que estos días la cosa anda algo propicia a la poesía.
Y lo digo porque este año el Premio Príncipe de Asturias de las Letras ha recaído en Philip Roth, uno de los mejores escritores norteamericanos de los últimos veinte años , como precisamente me contaba hace unos días un amigo y también poeta Hilario Barrero, toledano de Santo Tomé, aunque desde hace más de 30 años viva en Nueva York . Él me ha aconsejado vivamente que lea a Roth, «El mal de Portnoy», concretamente, y estoy deseando hacerlo, cuando el trabajo de periodista lo permita.
Barrero es también un incondicional de Lorca y ahora yo les aconsejo que lean sus poemas sobre el poeta granadino , en especial uno que recrea la escena de Federico sentado en el globo terráqueo de la Universidad de Columbia. Es realmente conmovedor.
Dice Santiago Sastre que en Lorca se aprecia el tono lúdico y musical de la poesía popular, el frescor de las imágenes literarias y el empleo del mundo de los animales para tratar de ofrecer alguna enseñanza a los humanos. Pero más allá de Lorca, Sastre ha querido hacer un guiño en general a la llamada Generación del 27 , que supuso una enorme renovación -tanto en la forma como en el fondo- del lenguaje poético. «Ellos me ofrecen luz y agua en mi camino a la hora de enfrentarme a la tarea de escribir poesía» , dice.
Opino que no es tan difícil ese camino para Santiago, que la poesía es el mejor hilo conductor que tiene él para expresar lo que lleva dentro , sus pensamientos, profundos; sus odios, pocos; sus fobias, alguna hay por ahí; filias, muchas; amor, a raudales; bondad, a espuertas. Amistad, ya lo ven aquí, incondicional.
¡Si hasta sus alumnos de la Facultad de Derecho, que le respetan, y mucho, alucinan de que no sea estirado como la mayoría de profesores, ni distante, ni se lo tenga creído!, según me ha contado alguno, ese que ahora es amigo del alma, amigo de proyectos, colaborador literario, teatral…porque no sé si sabrán que ahora está terminando una obra de teatro en la que se duele del maltrato femenino.
Una locomotora es Santiago, vitalista, se apunta a un bombardeo . Lo dice su amigo, y yo lo corroboro, c on qué pasión escribe en nuestro periódico, en ABC, los más diversos temas de rabiosa actualidad; ¡que no hemos publicado aún el último cuando el siguiente está a punto de salir de su pluma! . Convendrán conmigo en que este hombre es hiperactivo, ¿siempre has sido así Santiago?, por Dios!
Bueno, pues ese alumno y amigo hasta ahora no ha leído el poema que le ha dedicado Santiago, un precioso poema lleno de dedos, «Manual de manos» , se llama. Leyéndolo comprenderá el nivel de amistad que le profesa el autor de este libro, la mano que lleva la mano del hijo, qué bonito, ¿verdad?
Aunque se trate de su séptimo libro de poemas, este último por sí solo constituye un Universo Sastre . En él se dan cita desde los más bajos instintos terrenales y pasiones , hasta los más elevados conceptos teológicos , que para eso estudió también Ciencias Religiosas.
Porque instinto puro es cuando él mismo llueve sobre las laderas de unos pechos en su poema «El Ciclo del Agua », o anda por la calle intentando conservar en las manos el olor de una cita reciente que aún palpita en su nariz, «este que sigas en mí después de haberte comulgado desde un adentro bien hondo». Es el poema «El olor de la entrega», dedicado a Rosario, su esposa, un poema realmente sensual pero a la vez fieramente enamorado .
¡Y hasta se nos queda en cueros mostrando las miserias cotidianas de los pobres mortales, todos nosotros!, como cuando dice que se las prometía felices «porque estabas bien armado, con una herramienta a la altura del Príapo. Pero se te escapó la fuerza porque el volcán entró en erupción antes de tiempo. Y dejaste, ay, a la chica a la cuarta pregunta» . ¿Pues no era éste un libro de lagartitos? ¡Pero si sale hasta un «Volcán anticipado»!
Y de la pasión desbordada, a la más total indiferencia , que se asoma entre las sábanas cuando «me apeteces, pero no está el horno para bollos. Tú duermes y ahora vives lejos, a varias manzanas de donde estoy ahora» . Es el poema «Savia, -con uve-, siesta». Como dice Hilario Barrero, el poeta en gayumbos es otra cosa.
Pero comienza la transformación y se va confabulando la metamorfosis kafkiana , Santiago Samsa, perdón, Gregorio Samsa patas arriba, como el famoso insecto encerrado en su habitación, intentando darse la vuelta mientras mira al cielo «buscando una esperanza que me empuje nuevamente a colocarme en la senda del camino».
Es entonces cuando el poeta siente «la pequeñez de ser muy poca cosa , apenas una astilla de un átomo en mitad del mundo», clama en el poema «Soy un universo», del que atisba su breve anatomía. Pero se ha puesto ya tan seria la cosa que el poeta se ríe de la misma inmensidad , y le suelta al infinito, -que no es otro que Joan Gomper, cuando lean el libro ya comprenderán por qué-, que es un «ocho tan vago que se pasa tumbado todo el día»; aunque luego hacen las paces y murmura, como quien no quiere la cosa: « solo el infinito sabe el “abretesésamo” que calza la vida eterna». Es el poema «Breve anatomía del infinito».
Pero Santiago no solo practica sexo y meditación trascendental, también se entrega al sueño , esa parte freudiana a la que nadie es ajena, esa que nos permite soñar que buceas vestido con un traje de neopreno dentro de una piscina de un cocido de garbanzos, -seguro que porque el poeta se había quedado con hambre antes de acostarse-, y es capaz de meter la mano en el tuétano de un hueso de caña a riesgo de que le pase rozando la piel del pollo a modo de medusa . Esto cuenta en el poema «I have a dream».
Y sí, a Fernando Lallana, que hoy ha venido aquí sin Florentius, -dónde lo habrá dejado, por cierto-, le dedica Sastre otro poema, «Con la pintura de Edward Hopper al fondo», se llama, el poeta llega a un hotel y se tumba en la cama, después de haber curioseado un rato, y «empiezas a sacar la ropa, como si volcases el paisaje de tu pueblo, como si al mostrar tu pijama la habitación hubiera oído hablar de ti» .
Y de vez en cuando, porque la vida es bella, aunque sea cruel, Santiago juega con las palabras , porque el lenguaje, -se titula otro poema-, no es la realidad. Y tanto que no, si el árbol y la rosa existirían «aunque ninguna palabra los llamara por su nombre» . Y también de vez en cuando, porque la vida es bella, aunque cruel, el cazador de mariposas, -en otro poema-, sale de caza sin reparar en las cosas que de verdad importan y está «a punto de irse por el desagüe de su ombligo». No es el caso de Santiago Sastre, a él sí le importa lo que importa, de ello me ha dado fe su amigo Rafa, cuando cuenta que el poeta, escritor y profesor universitario, opina que la vida profesional no vale nada si la personal no es plena.
La poesía de Sastre es limpiamente ecologista , lo demuestran varios poemas de este libro, donde la vida sencilla de animales y plantas entonan un teorema filosófico . Y en homenaje a un famoso ecologista ha escrito otro, «San Francisco habla con los pájaros» , que, por cierto, me dedica a mí, muchísimas gracias, Santiago, aunque ojalá fuera yo esa persona que cultiva la humildad «vistiéndote de gorrión todas las tardes» , y a cuyo vuelo quieres agarrarte «para que me enseñes dónde está el nido del vanitas vanitatis de la vida». Eso sí, hay tanta vanidad en el periodismo!!
Bueno, termino ya, que tienen que leer el libro e interpretar a su modo el significado de cada poema. Un libro, por cierto, donde Santiago Sastre deja testamento antes de emprender la fuga , como Fray Juan de la Cruz –lean el poema de la página 28-,: «yo me iré y permanecerán mis libros…, me iré y algo de mi ser se quedará cantando en la misma rama donde los gorriones silban por lo bajini su extraña inmortalidad».
Eso es todo. Muchas gracias
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