Las dudas razonables sobre la propiedad de la sinagoga del Tránsito

Años atrás también la reclamaban los judíos. Concretamente, el día 18 de noviembre de 1967, el ex presidente de la Comunidad Israelita en Barcelona, señor Ventura, envió al director del periódico «La Vanguardia» una carta en la que le decía los siguiente: «Me permito preguntarle si no sería posible hacer renacer esta querida sinagoga de Toledo como sagrado templo en vez de transformarla en museo; estos edificios, sean catedrales, iglesias. mezquitas o sinagogas no pertenecen a los hombres sino que pertenecen a Dios, a todo lo que signifique espiritualidad».

La sinagoga del Tránsito fue construida hacia 1366 por Samuel Leví, quien encargó levantar el edificio a otro judío famoso llamado Meir Abdelí. A raíz de la expulsión fue donada por los Reyes Católicos a la Orden de Calatrava, que estableció en ella el Priorato de San Benito, el cual asistía espiritualmente a los caballeros de la Orden residentes en Toledo; luego fue Encomienda, archivo y finalmente ermita dedicada al Tránsito de Nuestra Señora. Para el culto cristiano se hicieron un retablo gótico, un coro y cuatro altares laterales.

Hacia 1929, con ocasión de la visita de Alfonso XIII a Toledo, parece que el cardenal segura hizo una cesión verbal del edificio al rey para fines culturales pero sin renunciar a la propiedad del inmueble. Por entonces inscribió el «Santuario de Santa María del Tránsito» en el Registro de la Propiedad de Toledo sin que nadie pusiera reparo alguno. Hubo, esos es cierto, una tolerancia para que el Estado utilizara el recinto a efectos culturales. Anastasio Granados, obispo auxiliar, hizo algunas gestiones para clarificar la cuestión, continuadas en 1980 por el canónigo fiscal, Pedro Guerrero Ventas. La Dirección General del Patrimonio del Estado dijo que la sinagoga era propiedad del Estado, pero el Arzobispado no cedió y pidió que Patrimonio declarara los fundamentos de derecho en los que se apoyaba, que no eran, al parecer, muy convincentes.

En las estancias adosadas al lateral izquierdo, el Estado instaló el Museo Sefardí y, por decreto del Ministerio de Educación de 5 de julio de 1969, la sinagoga quedó permanentemente adscrita al Museo; la misma disposición ministerial estableció que tanto la administración como la custodia del edificio quedaran atribuidas a un Patronato y al director del Museo Sefardí.

En las últimas décadas, la Administración ha empleado varios millones en devolver la sinagoga al primitivo estado, cuidó de su conservación y ejerce actualmente pleno dominio sobre el monumento; percibe íntegramente los ingresos de la visita turística, los sefarditas que la visitan con frecuencia y, concretamente, la familia Pinto, de Madrid, contribuyeron a revestir los muros interiores con vistosa tapicería.

No obstante, no es intención del Arzobispado alterar la situación actual en cuanto al uso de la sinagoga ni reinstaurar en ella el culto católico, sino dejar el singular monumento al servicio del pueblo español y a la contemplación de los turistas bajo la administración estatal, pero sin ceder en lo que estima que constituye patrimonio eclesiástico. Es el fuero lo que se discute.