El pundonor de José Antonio, o cómo humanizar la Justicia

Con una enfermedad degenerativa a sus 53 años, este miércoles recorrió en coche más de 300 kilómetros. Estaba citado como testigo en un juicio exprés en Toledo en el que al final no declaró

A la cuarta se celebró el juicio por el presunto intento de asesinar a «una dama de compañía» 

José Antonio, a la salida del juicio exprés celebrado en la Audiencia de Toledo manuel moreno

A sus 53 años, José Antonio habla muy despacio y arrastra los pies lentamente apoyado en un bastón. Una enfermedad degenerativa ha dañado seriamente toda su dentadura y su memoria, además de tener que llevar una bomba de morfina adherida al costado izquierdo de ... su maltrecho cuerpo.

Este miércoles, cuenta, le tenían que haber realizado dos analíticas y un tratamiento contra el tiroides en un hospital, y de nada le sirvió presentar los justificantes médicos ni solicitar comparecer por videollamada. José Antonio tuvo que viajar desde Martos, en Jaén, para estar presente esta mañana en un juicio en la Audiencia Provincial de Toledo.

Dado su delicado estado de salud, salió de casa a las tres de la madrugada y recorrió más de 300 kilómetros en coche junto con su mujer, Marta. Creían que la vista oral era en Illescas, pero la pareja se dio cuenta de que se habían equivocado de lugar. Tuvieron que deshacer los kilómetros para llegar a tiempo a la Audiencia de Toledo, en el casco antiguo, si bien antes pasaron también por error por los juzgados de Marqués de Mendigorría.

Aunque hay un ascensor en el palacio de Justicia, adonde llegaron en un taxi por el intricado de las calles históricas, José Antonio subió muy despacio la empinada y vetusta escalera, seguido muy de cerca por Marta. Sin resuello y apoyado en su bastón a modo de piolet, alcanzó el vestíbulo de la imponente sala de la Sección Primera, mientras que en la otra, la de la Segunda -muchísimo más pequeña y menos espectacular-, funcionarias de juzgados de Illescas asistían a una jornada de inteligencia emocional.

El hombre, que estaba citado para declarar en un juicio contra dos acusados por unos hechos ocurridos hace ocho años y medio, apareció incluso antes de que empezara gracias a que la vista oral se retrasó una hora y 25 minutos.

Miguel, uno de los dos procesados, murió hace unos años y la fiscal, que tenía su primer juicio en la Audiencia, retiró la acusación contra Isidro

El caso que se iba a juzgar ocurrió en un pleno municipal en el Ayuntamiento de Casarrubios del Monte el 21 de diciembre de 2015. Uno de los procesados, Miguel, se dirigió aquella mañana a un concejal del PP, Francisco Javier, amenazándolo con expresiones soeces. «Ten cuidado con lo que publicas en Facebook porque te puedo dar un tirón en la polla o en otro sitio, o te puede pasar cualquier cosa», según el escrito del Ministerio Fiscal. Fue redactado en diciembre de 2017 y en él lo acusaba de un delito de atentado porque, además, agarró del pecho al edil, al que propinó un empujón y lo tiró violentamente contra la pared.

El otro acusado era Isidro, padre de una concejal socialista por entonces, María Isabel, por lo que protagonizó al final de aquel tumultuoso pleno. Dijo a Francisco Javier que tuviera cuidado «con hacer llorar a mi hija o te puede pasar cualquier cosa», según el Ministerio Público, que le imputaba dos delitos leves: uno por falta de respeto a la autoridad y otro de lesiones porque lanzó un puñetazo al edil, que éste esquivó pero que impactó en la cara de José Antonio, un militante del PP que asistía como público.

Sin embargo, la sesión de este miércoles fue un visto y no visto, aunque había ocho testigos convocados. Duró dos minutos y 16 segundos. Miguel, uno de los procesados, murió hace unos años y la fiscal, una joven de 28 primaveras que tenía su primer juicio en la Audiencia, retiró la acusación contra Isidro, sentado ante el tribunal, porque los delitos ya habían prescrito.

«¿Qué ha pasado?», preguntó José Antonio al ver salir al personal de la sala en un tiempo récord. Le explicaron lo que había ocurrido y él se tuvo que ir por donde había venido, utilizando esta vez el ascensor, pero con el consiguiente gasto económico y, sobre todo, después del esfuerzo físico titánico que realizó para cumplir con la obligación de comparecer en el juicio.

En la calle, junto a la puerta principal de la Audiencia, contó que Isidro ya le pidió perdón. «Nos dimos las manos y, oye, tan contentos», recordaba José Antonio, quien después retiró la denuncia contra el acusado, que lo escuchaba a dos metros, ya absuelto por el tribunal.

«Yo creo que, ante las peleas, está la gente que habla y no hay que pelearse. Lo que se lio aquel día en el ayuntamiento fue vergonzoso. Eso no es un ring de boxeo para que la gente se pegue», censuraba José Antonio con dificultad al hablar. «A mí, que una persona sea del PP o del PSOE me da igual; mientras que lo haga bien... ¿Por qué no voy a ser amigo de ella?», se cuestionaba mientras miraba a María Isabel, la hija de Isidro que fue concejal socialista en Casarrubios.

Ahora, el orgulloso militante del PP seguro que cuenta por WhatsApp su experiencia a Emiliano García-Page, presidente de Castilla-La Mancha, con quien, desvelaba, se escribe a menudo. «Y él me responde», añadía José Antonio mientras mostraba el intercambio de los últimos mensajes con el líder socialista sobre su viaje a ningún juicio.

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