Coronas entre pandas: la Monarquía española vista desde China
La visita de los Reyes, vistos con fascinación y superficialidad, pretende consolidar la relación entre España y China mas allá de los símbolos
El Gobierno envía a los Reyes a China para afianzar sus relaciones
Corresponsal en Pekín
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Iniciar sesiónCuando un día de junio de 1978 Juan Carlos I descendió por la escalerilla del avión, iniciando la primera visita de un rey español a China, un rumor se extendió entre quienes seguían la fastuosa ceremonia de bienvenida. «Pero, ¿no lleva corona?», se preguntaban, ... confundidos, los oriundos.
El transcurso de las décadas no necesariamente ha profundizado el conocimiento sobre la monarquía española en el país asiático. Así, este lunes será Felipe VI quien aterrice, en compañía de la Reina Letizia y con la pretensión de que el desarrollo de las relaciones entre España y China resulte no solo acelerado, también sustancial.
«La verdad es que el pueblo chino no está muy familiarizado con la monarquía en España», reconoce Shi Zhiqin, profesor de Relaciones Internacionales especializado en Europa de la prestigiosa Universidad Tsinghua. «La percepción general es que el principal responsable de la gestión política es el presidente del Gobierno. El monarca se ve más bien como un símbolo, la representación del Estado. Por eso creo que, no solo la gente común, sino incluso los intelectuales, quizá no tengan muy claro cuál es el papel del rey de España en la vida pública».
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La familia y hasta la estética, como siempre, ayudan. Yanhui, una cincuentona propietaria de un restaurante de pato laqueado en el centro de Pekín, en el pasado cayó rendida ante Pedro Sánchez. «Qué guapo es, se parece a Alain Delon», musitaba mientras acariciaba en la pantalla del teléfono móvil sus facciones. Hoy, la alegría de recibir a los Reyes no le compensa el disgusto de saber que la Princesa de Asturias no los acompaña. «Son todos muy guapos», sentencia resignada.
A convertir esta superficialidad en punto de partida se dedica Rafael Martín Rodríguez, quien durante seis años impartió clases de Relaciones Internacionales en la Universidad de Fudan y refiere la anécdota inicial. «La primera pregunta siempre era si el Rey manda o no manda, lo que me llevaba a explicar a mis alumnos toda la Transición. De inmediato establecían la comparación con la monarquía inglesa, de la que tenían más conocimiento», explica el coautor de 'Introducción a la China actual' (Alianza Editorial, 2024).
La peculiar figura de un monarca constitucional manifiesta una dualidad contradictoria en China. Por un lado, su carácter apolítico facilita la interacción. Por otro, que el jefe del Estado carezca de poder efectivo plantea un desafío conceptual a un sistema jerárquico y cada vez más personalista bajo Xi Jinping, que este martes ofrecerá una cena privada a los Reyes en su residencia oficial.
Novedosa sintonía
Tras aquel primer desplazamiento, en el que tomó asiento frente a Deng Xiaoping y ascendió en lozano desempeño y mangas de camisa la Gran Muralla, don Juan Carlos realizaría otros dos, en 1995 –el primer jefe de Estado de la UE en acudir a China tras la matanza de Tiananmen– y 2007. Ambos los presenció de cerca Pedro Nueno, impulsor en 1994 de la Escuela de Negocios Internacional China-Europa (CEIBS) en Shanghái, de aquella proyecto naciente y hoy uno de los centros más prestigiosos del mundo.
«Los Reyes representan algo que los chinos valoran mucho, y es la continuidad de la historia europea. Nosotros tenemos un registro muy claro de quién hizo qué desde hace siglos, y el linaje dinástico estructura esa historia», destaca el veterano académico.
La llegada de Felipe VI supone, por tanto, la primera visita de un monarca español en 18 años. También la primera de su reinado, aunque ya haya pisado suelo chino hasta tres veces: en 2000, 2006 –junto a Doña Letizia– y 2007 –con motivo de los Juegos Olímpicos de Pekín–.
«Las visitas oficiales de un monarca son señal de relaciones maduras, estables y amistosas entre dos países. Lo vemos con el rey del Reino Unido o el emperador de Japón, que rara vez participan en intercambios diplomáticos, de modo que cuando viajan a un país demuestran la importancia que se concede a esa relación», incide Shi. «Lo mismo ocurre en esta ocasión. La visita del Rey creo que es un símbolo de la madurez, estabilidad y profundidad de la cooperación entre China y España».
En ese mismo sentido se expresaba el ministerio de Exteriores chino, al anunciar «un viaje de gran significado» para «intercambiar opiniones sobre las relaciones bilaterales y cuestiones internacionales de interés común». «Bajo la dirección estratégica de los jefes de Estado de ambos países, las relaciones sino-españolas han mantenido en los últimos años un alto nivel de desarrollo», añadía el organismo, recayendo de nuevo en el equívoco generalizado respecto a las funciones del monarca.
De hecho, nada demuestra el atropellado acercamiento a China como los tres viajes que Pedro Sánchez ha realizado en apenas dos años, una frecuencia sin precedentes en el histórico de relaciones y con relevancia geopolítica dadas las tensiones con la UE y Estados Unidos. El ministro de Exteriores, José Manuel Albares, señalaba a su paso por Hangzhou a mediados de octubre la pretensión de convertir en costumbre estos desplazamientos anuales.
Ahora bien, España pretende que la presencia de los Reyes cimente un nuevo modelo de interacción, aspiración plasmada a nivel simbólico en la renuncia a visitar la famosa reserva de osos panda a su paso por Chengdu. Estos animales ya protagonizaron el viaje del Rey Juan Carlos y la Reina Sofía en 1978, cuando Deng les hizo entrega de una pareja. Fuentes involucradas en la organización enfatizan el enfoque estratégico del viaje, y que reformular la relación con China implica no replicar gestos pasados. Con la curiosidad por la corona, al menos, satisfecha.
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