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Antonio Morales - Desde Gran Canaria

La trampa del aire propanado

Tiene su intríngulis. Todo esto es una tomadura de pelo

Antonio Morales

He escrito muchas veces acerca de la existencia de una guerra civil mundial en torno a las energías. El viejo mundo de las industrias ligadas a los combustibles fósiles se resiste con fuerza a ceder el paso a la implantación de las renovables y a ... perder el control sobre un sector estratégico para el desarrollo de la humanidad. Les importa un comino el calentamiento global, el cambio climático y sus consecuencias para el planeta y su biodiversidad. Se me cae el alma a los pies al oír las palabras del primer ministro de Antigua y Barbuda, Gaston Alphonse Browne, cuando dice, refiriéndose a los países más empobrecidos, que “somos los que menos contaminamos, y no obstante las peores víctimas. La injusticia y la desigualdad son el pan nuestro de cada día”. O al escuchar a Laura Zúñiga estos días, en mi despacho del Cabildo, relatar el asesinato de su madre, Berta Cáceres, por liderar en Honduras una dura oposición a que algunas empresas energéticas destruyeran, con sus prácticas insostenibles, a su pueblo. El continente europeo no es ajeno a esa contienda. Y mucho menos España. Los lobbies energéticos en este país consiguieron que el ministro José Manuel Soria suprimiera con carácter retroactivo las ayudas a las renovables, mientras las mantenía para el carbón y el gas, eliminara las ayudas de futuro para las energías limpias y articulara una serie de medidas (se popularizaron como un “impuesto al sol”) para poner trabas al autoconsumo, obstaculizando así la democratización de las energías, al contrario de lo que sucede en Alemania donde el 51 % de la electricidad verde se produce en los hogares.

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