¿Qué une a Lima con Almonte y Sevilla?

El nombre de la Virgen del Rocío da nombre en Lima (Perú) a un comedor infantil que, sostenido por la parroquia sevillana del Santísimo Redentor y Asociación para la Solidaridad Sevilla, procura al menos un par de comidas al día —desayuno y almuerzo— a 140 niños del distrito limeño de Santa Anita. Este distrito, establecido el 25 de octubre de 1989, cuenta con un padrón según los últimos datos disponibles de 184.614 personas, calificadas de «población urbana marginal». Los pequeños, de ambos sexos, tienen edades comprendidas entre los cuatro y los 15 años, y proceden de familias muy humildes, con casos de madres solteras abandonadas.

Un cuadro de la Virgen preside el comedor, fundado el 15 de marzo de 1999 y adscrito a la capilla de San José Obrero, una de las zonas en que está dividida la parroquia de San Alfonso María de Ligorio. Las instalaciones, tanto el refectorio en sí como la cocina y la despensa, han sido remozadas en los últimos años gracias también al apoyo enviado desde Sevilla. El comedor fue rotulado Virgen del Rocío por la universalidad de la advocación.

La ciudad de Lima y la aldea del Rocío están lejanas geográficamente, pero cercanas histórica y sentimentalmente. El nombre de Baltasar Tercero debe de resultar familiar a quienes conozcan la aldea. Este sevillano del siglo XVI tuvo una vida aventurera y embarcó para las Indias en 1556. Tras arribar al Nuevo Mundo se estableció en Lima, donde murió en 1594. Pero, ¿qué más?

Según Juan Infante-Galán en Rocío. La devoción mariana de Andalucía, Baltasar Tercero fue un hombre analfabeto que vivió mucho tiempo amancebado. Amigo de truhanes, frailes, clérigos, médicos y mercaderes, en Sevilla dejó una hija natural antes de embarcar. Ya en Lima, ejerció los oficios de cerrajero, armero, platero y platero, además de ser negociante de toda clase de mercadería.

En 1587 otorgó testamento y dispuso, sin duda para lavar su conciencia tras una vida asaz licenciosa, que se enviaran «dos mil pesos ensayados y marcados» a Almonte, «que es a diez leguas de Sevilla, y allí se echen renta fija y perpetua, y con ello instituyo una capellanía en la ermita que se llama de Nuestra Señora de las Rocinas». La capellanía se mantuvo hasta la Desamortización de Mendizábal.

Infante-Galán se preguntaba cómo era posible que, más de 30 años después de dejar España, Tercero se acordara de la Virgen de las Rocinas y legara tan importante cantidad. Siempre creyó que la clave estuvo en la hija que dejó en Sevilla, fruto de amores con una muchacha almonteña.

Siglos después, la advocación de la Virgen del Rocío, cuya devoción se vio beneficiada con la plata enviada desde Lima, es hoy sinónimo de asistencia diaria básica para 140 pequeños limeños. La feliz realidad del comedor redentorista se presenta como oportunidad propicia para que las hermandades rocieras, sin olvidar lo cercano, den nuevas muestras de su acción caritativa y social, teniendo en cuenta el hermoso nombre del comedor, los lazos históricos entre Lima y el Rocío y, especialmente, el valor de la ayuda para que unos niños pobres puedan al menos hacer —desayuno y almuerzo— dos comidas al día.