Misterios de Jaén: el Santo Custodio
Sierra Mágina es escenario de una historia en la que se reflejan pasiones, milagros, conspiración y culto
José Manuel García Bautista
Jaén
1885 sería un año en el que cambiaría la historia de una pequeña zona en la sierra jienense, ya que vería nacer a uno de los personajes que avivaría mucho más la llama de una saga no familiar, conocida y venerada en toda Andalucía, ... como son los sabios y curanderos. Parándonos en esta segunda facultad o «don divino», contaremos a continuación una historia en la que se reflejan pasiones, milagros, conspiración y culto casi a partes iguales.
Como hemos dicho, las tierras andaluzas han sido cuna de unos personajes que han llevado la devoción por Dios y sus milagros al nivel de somatización, convirtiéndose así en 'médicos populares' para aquellas personas que en las épocas más difíciles de nuestra España no podían acceder a la medicina para sanar sus molestias, o bien todavía no se tenían conocimientos científicos para la dolencia que les aquejaban, siendo desahuciados a ojos de los galenos, y reconfortados por historias que les contaban sus conciudadanos acerca de personas tocadas por la 'mano de Dios' y que, sólo por la voluntad, serían capaces de obrar el milagro de la sanación para evitar así durante un poco más la visita de la muerte.
Puede parecer que la cantidad de estos curanderos fuera tan elevada que diera lugar a pensar en una falsa corriente que, en la mayoría de sus individuos, sólo buscaban el afán de lucro por encima incluso de los escrúpulos más humanitarios. Pero hay que recordar una norma fundamental y extendida en aquella época: el hecho de cobrar por usar ese toque de Dios haría perder automáticamente cualquier facultad de curación, amén del castigo que supondría perder la comunicación con el hacedor, o cualquiera de los santos que, en cumplimiento de su obra, transmitían frecuentemente el mensaje de fe a sus feligreses a través de la boca del curandero o curandera.
En el comienzo de esta historia aparece un dato cuya doble lectura puede dar lugar a una malinterpretación por parte de aquel lector escéptico ya que es significativo si sólo se toma de esa manera, sin leer el resto del relato. Le aconsejo que no omita ningún detalle porque, en esa misma y posible explicación psicológica del fenómeno que desarrollaba el Santo Custodio puede estar a modo de detalle algo sumamente significativo. Lo señalaré en el texto para aclarar mucho más el mensaje y los hechos que escribo.
El nacimiento de Ángel Custodio Pérez
El 8 de septiembre de 1885 fue el año que el azar, el destino, o la providencia, eligió para que viera la luz del sol un niño al que llamaron Ángel Custodio. El lugar elegido sería La Hoya del Salobral, una pedanía perteneciente a Noalejo, y enclavada en un bellísimo lugar de Andalucía como es la comarca de Sierra Mágina. Hijo de humildes campesinos que no esperaban en absoluto la tremenda obra que sería protagonizada por su retoño, si vieron con especial preocupación el carácter introvertido mostrado desde temprana edad. Por aquel entonces, el trabajo de sol a sol tampoco dejaba tiempo para pensar que dicha particularidad supusiera un problema; ya se encargaría la naturaleza o la calle y el trabajo de corregir ese carácter del niño.
Otro lugar de interés dentro de esta historia es Los Chopos, una pedanía que pertenece a Castillo de Locubín. En este lugar nació allá por 1837 (fecha aproximada) un hombre cuya bondad dejaría profunda huella en aquella comarca mágica. Se trataba de Luis Aceituno Valdivia, a posteriori conocido como Santo Luisico y una de las posiblemente primeras personas en recibir el don divino de la curación a tantos y tantos como se acercaban para ser bendecidos por este humilde lugareño. Pues bien, la providencia quiso que viviera a escasos kilómetros de la casa de Ángel Custodio. Este pastor, oficio que aprendería de su padre, marchaba sólo a realizar sus labores desde muy niño, algo que inquietaba a sus padres ya que parecía carecer de miedo a la oscuridad y lejanía.
Él argumentaba siempre lo mismo: le acompañaba en sus labores el niño Jesús, lo cual hacía sentirse protegido incluso si se demoraba demasiado. Con el paso de los años, fue desarrollando la capacidad por la cual, como comentamos anteriormente, sería conocido en la comarca e incluso fuera de ella. Lo curioso era el tratamiento que aplicaba posteriormente a su imposición de manos, no sin antes encomendarse a la divina providencia la cual le servia de ayuda en su labor: le daba un papel de fumar el cual debía ser ingerido por el enfermo a modo de píldora milagrosa, para asegurar así que la curación tendría un efecto beneficioso en el cuerpo y espíritu del enfermo.
Todas las personas que pasaban por su casa, humilde consulta, realizaban después de dar la limosna preceptiva, el mismo ritual antes de retirarse: besaban la mano del santo curandero en señal de agradecimiento y devoción, ya fuera del mismo estatus social que el sanador, o incluso mucho mayor, ya que en la enfermedad cuando alguien recibe alivio, no importa rendirse a sus pies sin importar la clase a la que pertenece, ya que desde ese momento se considera cercano al mismísimo Dios.
La gracia le es transmitida
Pues bien. Antes mencionaba que posiblemente, la continuación de este relato el cual paso a escribirles podría despertar en los más escépticos algún recelo con respecto a esta historia, ya que es algo que rompería lo convencional de dicho fenómeno paranormal, si pudiéramos catalogar así los hechos alrededor del Santo Custodio. Llegó el momento en que el joven Custodio sentía la necesidad de conocer aquel cuyos relatos sobre curaciones milagrosas y contacto con los santos oía casi a diario, y movido por un especial frenesí al que él mismo catalogó de «llamada divina», una buena tarde se encajó en casa de Luisico y éste, tras quedarse mirando fijamente a nuestro protagonista, realizó un gesto el cual levantó un especial revuelo entre los feligreses que se agolpaban en la cola a la espera de atención milagrosa: sin dudar, tomó la mano de Custodio y la besó, tal y como hacían todos después de ser recibidos por este curandero. Desde ese día, nuestro protagonista repetiría las visitas a tan extraordinario personaje durante mucho tiempo, y siempre sería recibido con el gesto de pleitesía antes referido. Hubo incluso personas que increparon esta actitud del curandero, ante lo cual respondía siempre con esta frase: «pronto se sabrá».
Este gesto serviría de motivación para que Custodio acudiera más a menudo junto al que sería en breve su mentor, y esto provocó que poco a poco fuera conocido entre los lugareños y visitantes, hasta el punto de convertirse en un asistente para Luisico, cosa que agradecía enormemente ya que a su avanzada edad le era cada vez más difícil atender a todas las personas solicitantes de ayuda. El 'aprendiz' mostraría en poco tiempo una especial cercanía con los enfermos, y una predisposición a la par que respeto por su mentor ya que no hacía nada sin que recibiera la orden o consejo de Luisico.
Hasta que un buen día, llega el momento esperado en la historia del curanderismo en Jaén: Luisico llama aparte a Custodio y, aunque sabía que este poseía una capacidad de curación mayor, además de un gran magnetismo y carisma, quizá sabiendo que ese acto llenaría de confianza a Custodio, le cede por intercesión divina sus 'poderes'. Desde ese momento, se cree lleno de la gracia de Dios, y sería el punto de partida para una vida azarosa, entregada a la oración y a los demás, hasta el punto de ser un personaje conocido incluso fuera de nuestras fronteras. Es curioso que mientras escribo estas líneas me doy cuenta que Luisico, a pesar de poseer un bagaje histórico importante, es el «Santo Custodio» el que mantiene prácticamente las leyendas de milagros y curaciones en la zona de Sierra Mágina.
Aunque Luisico serviría como espoleta durante el proceso por el cual terminaría siendo el hombre milagroso que contamos, la historia habla del día definitivo donde comenzaría su andadura 'divina': contaba con 25 años, el mismo día que se conmemoraba la Ascensión del Señor, cuando durante uno de sus retiros para orar en una pequeña cueva situada cerca de la ermita dedicada a la Virgen de la Cabeza, refirió un supuesto contacto con la Virgen María en una de sus apariciones más recordadas por Custodio, y conocidas por las personas que posteriormente confiaron en él como 'médico' del cuerpo y el espíritu, buscando refugio y alivio a sus males, ya que esta sería la labor que le comunicó la Madre de Dios durante el tiempo que Custodio se sumió en ese éxtasis comunicativo. Pero como las noticias tienen sus dos vertientes, el acontecimiento que debía ser lleno de gracia y alegría, se tornó triste y desgraciado por un momento, ya que en la misma comunicación sabría de un hecho lamentable del que sería cruel testigo. Al volver a casa, vio cómo esta se consumía en llamas, y fallecía tristemente su hija durante este suceso.
Dicha cueva serviría durante los momentos de más necesidad como lugar de retiro y oración, algo que seguiría con mucha devoción Custodio, ya que necesitaba reforzarse de la energía divina necesaria para continuar con garantías su labor de 'médico del espíritu'. La fama de sus curaciones se extendería como la pólvora en poco tiempo, siendo una de las personas sobre las que recaería el ojo de los potentados y médicos convencionales, viendo la fama y devoción que mostraban los habitantes de poblaciones cercanas, los cuales preferían ir en busca del 'Santo Custodio' para recibir la gracia de la curación, antes que ponerse en manos de los galenos.
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