Suscríbete a
ABC Premium

Pasar el rato

Otra vez este oficio semanal

La voluntad de influir en los demás, de cambiar el mundo, de dejar huella es propia de articulista joven

Rotativa de un periódico ABC
José Javier Amorós

Esta funcionalidad es sólo para registrados

Escribir es repetirse. Repitámonos también hoy. Pero con otro estilo. El diario ABC lleva 120 años siendo joven, sin arrugas literarias. Y lo celebra insistiendo en las tertulias de columnistas nacionales, para hablar de esto y aquello. Algo nos alcanzará a los de los ... pueblos. Que hablen del oficio, aunque ignoren a sus hermanos más pequeños. El caso es que el oficio suene. La semana pasada volvieron a reunirse en Madrid varios de los mejores. Me llamó la atención que destacaran la pérdida de influencia del columnismo. Como si tener influencia fuera la misión principal de este arte efímero. Puedo permitirme el placer rural de la discrepancia, porque pertenezco a la comunidad de hermanos menores de la literatura, sin interés en dejar huella. Hace cuarenta años que empezó uno a escribir en los periódicos, y todavía no ha logrado influir ni en sus nietos. Tampoco se lo ha propuesto. En el ABC de Córdoba estoy a gusto, porque no me exigen que influya en nadie, como estoy a gusto en Córdoba. Acompañado del hermano sol y la hermana sequía. Y de buenos amigos, y de algunos malos enemigos, con los que tengo la sensación de haber hecho el ridículo, porque todos han resultado inferiores a mí. Será que no merezco más, qué decepción de vida. Sí, y qué poca influencia en los periódicos. La voluntad de influir en los demás, de cambiar el mundo, de dejar huella es propia de articulista joven. El mundo es obra de los hombres corrientes. La gente hace su trabajo, y le salen bien algunas cosas, un artículo de periódico, una clase en la Universidad, un lenguado a la plancha o el descubrimiento de la penicilina. Pero no se levanta con el propósito obsesivo de cambiar el mundo. Si acaso, puede tratar cada uno de cambiarse a sí mismo, que es el mejor comienzo para cambiar el mundo. Por ahí debiera haber empezado Pedro Sánchez. El primer requisito de la literatura, también de la literatura en los periódicos, es el propio placer. Todo lo demás es literatura. Lo hago porque me gusta y lo paso bien haciéndolo. Y lo hago todo lo bien de que soy capaz. Pues siga así, joven. El público, si viene, viene después, y se da cuenta enseguida de que hemos escrito sufriendo mucho. Y a pesar de todo nuestro sublime dolor cósmico, nos presta la misma atención que a un anuncio de hamburguesas leído desde el autobús. Peor sería que no nos leyera. O que se comiera el artículo, confundiéndolo con esa «síntesis de perro atropellado en carretera», que así definía Manuel Alcántara la hamburguesa.

Artículo solo para suscriptores

Esta funcionalidad es sólo para suscriptores

Suscribete
Comparte esta noticia por correo electrónico
Reporta un error en esta noticia