Perdonen las molestias

Yo ya lo sabía

En medio de esta catástrofe sanitaria sin precedentes, das un pequeño paso por Twitter y brotan los virólogos como esporas

Desinfección en la plaza de las Tendillas en el días de ayer Valerio Merino

A estas horas de la mañana, hay en este prodigioso país tantos epidemiólogos como setas de primavera. Es una gran noticia. Apenas das un pequeño paso por Twitter y te encuentras a un virólogo que sabe el día exacto en que había que ... haber activado el estado de alarma. Son gente con una capacidad predictiva asombrosa. Tipos con un talento innato para el que no han precisado licenciarse en Medicina , ni especializarse en Epidemiología, ni doctorarse en ninguna de las universidades más prestigiosas de Europa. Lo saben y punto.

Los infectólogos de temporada identificaron la gravedad de la pandemia antes de que la Organización Mundial de la Salud hubiera levantado la vista del escritorio. Nada más leer el recorte de prensa sobre los contagios de Wuham ya anticiparon que un microorganismo que surgió del mercado de animales salvajes de Huanan se iba a extender por todo el planeta a la velocidad con que se transmiten las vilezas en internet . Es decir.

Prever catástrofes planetarias sin precedentes es un don reservado a los elegidos. En España, por fortuna, contamos con millones de seres tocados por esa cualidad divina. Visionarios que saben qué estrategia sanitaria hay que adoptar en medio del naufragio. Si es preferible el confinamiento drástico conforme al modelo chino o, si por el contrario, es más inteligente activar la política coreana de análisis rápidos en áreas extrahospitalarias.

Si hubiéramos seguido sus intuiciones, los hospitales no serían hoy barracones en medio del océano azotados por la fuerza incontenible del huracán. Los arcángeles del «yo-ya-lo-sabía» tienen esa capacidad adivinatoria fuera de toda lógica científica. Por eso se adelantaron a los comités médicos de Francia, de Alemania, de Bélgica, de Italia, de Canadá, de Holanda, de Dinamarca, de Noruega, de Suecia, de Polonia, de Chequia, de Portugal, de Australia. Qué sé yo. Hasta de Gran Bretaña y de EE.UU., que, como todo el mundo sabe, son la hostia en verso en materia de anticipación cósmica.

Los virólogos «prêt à porter» son así . Gente increíble que ya sabía el «stock» de mascarillas y guantes profilácticos que se debía haber reservado desde el día de Reyes. Viven con el «kit» sanitario del coronavirus alojado en el lóbulo frontal del hemisferio izquierdo de su cerebro y, cuando el director médico del Instituto Pasteur de París va, ellos ya vienen de vuelta. Y eso, queridos contribuyentes, es un privilegio para un país excepcional como el nuestro.

Estos seres superiores sabían en qué precisa fecha había que haber clausurado el curso escolar para no propagar la epidemia y qué ciudades han debido sellarse sin dilación. Conocen qué actividades económicas es obligatorio poner en cuarentena y cuáles deben seguir activas para evitar el colapso civilizatorio hacia el que nos dirigimos si no somos guiados por su insustituible visión de futuro.

Hasta antes de ayer, en España no cabía un solo seleccionador de fútbol más. Ni tampoco un concejal de Tráfico. Tenemos esa extraordinaria fortuna. Aquí todo el mundo sabe cómo ordenar el caos circulatorio de sus ciudades y qué disposición táctica sobre el terreno de juego debe adoptar el combinado nacional para lograr nuestro segundo y merecido Campeonato del Mundo . Esa es una suerte de la que no pueden pavonearse muchos países del globo terráqueo. Nosotros sí. Y ahora, en medio de esta catástrofe sanitaria nunca vista, das un pequeño paseo en Twitter y brotan como esporas los epidemiólogos más prestigiosos del mundo. Estamos de enhorabuena. Desde luego, qué gran país.

Artículo solo para suscriptores
Tu suscripción al mejor periodismo
Bienal
Dos años por 19,99€
220€ 19,99€ Después de 1 año, 110€/año
Mensual
3 meses por 1€/mes
10'99€ 1€ Después de 3 meses, 10,99€/mes

Renovación a precio de tarifa vigente | Cancela cuando quieras

Ver comentarios