La Graílla

Turistas e inturistas

Si ven su ciudad llena de gente es que desnaturalizan sus barrios; si viajan ellos, es una forma de ser cosmopolita

Diario de un visitante de monumentos (1/6/2024)

Para el turismo habría que inventar palabras o prefijos que ayuden a pensar en qué lado del viaje está uno. Con los movimientos migratorios no hay confusiones: España pasó de ser un país de emigrantes, de gente que se marchaba a Argentina, Venezuela ... o Alemania en busca de oportunidades para llenar el plato a una tierra que recibía a inmigrantes que llegaban desde otros lugares con parecidos objetivos aunque también en mayor proporción.

En cierto momento de refugiados sirios o de colapso de las isla de Lesbos, algún espabilado 'woke' intentó confundir y retiró los prefijos, tal vez porque migrante, que luego compró el Papa Francisco para las letanías del rosario, implicaba que nadie es propietario de ningún lado en la madre tierra.

El caso es que en este tiempo que acaba de empezar, cuando Córdoba pasa muchas horas entre un azul sin esperanza de nubes y una luz blanca que aterroriza más que el flexo insomne del opositor, en la ciudad se pasa de recibir turistas a enviarlos.

Por Ciudad Jardín ya no se ve a tantas familias árabes y nórdicas que han alquilado un apartamento levantado por manos coquetas en lugares en que hubo comercio, trabajo y una vida distinta hace ya siglos. Los hoteles de la Judería no tienen colas kilométricas en la recepción, quienes sueñan con algún contrato temporal de refuerzo para meter cabeza saben que tendrán que tirar del paro y en la calle Céspedes, eso sí que no tiene que cambiar, hay visitantes listos y autóctonos que saben que la estrechez ancestral de la ciudad protege hasta del calor televisivo del cambio climático.

Los que andan contando visitantes a la espera del momento en que tendrán que anunciar el colapso absoluto y el discurso contra el modelo económico que exprime a la tierra, ahora toman la maleta y son ellos los que viajan.

Hay ciertas cabezas que miran igual al turismo que a la migración: cuando ven su ciudad llena de gentes que hablan otros idiomas y caminan convocados por un guía piensan que les invaden o que van a desnaturalizar sus barrios; si los viajeros son ellos, entonces el mundo es ancho y acogedor y visitar Praga, París o Estambul, o hacer senderismo por las montañas, que es menos vulgar y más exclusivo, es una forma de ser cosmopolita, mirar la historia y la naturaleza y zambullirse en culturas distintas.

Tampoco les cambiará mucho la perspectiva, porque regresarán con el mismo discurso de que los barrios históricos se desangran sin querer darse cuenta de que los pisos turísticos se hicieron casi siempre en casas que estuvieron abandonadas y en calles que habían perdido perdiendo a sus vecinos desde hacía unas cuantas décadas.

Este año el veraneo en la Costa del Sol será entre un 3 y un 6 por ciento más caro, según un estudio, pero les valdrá la pena: el calentamiento global ha hecho imposible pasar el verano en Córdoba y es una cuestión de salud pública irse a Fuengirola o La Carihuela aunque haya que taparse la nariz porque aquello esté perdido de turistas de masas.

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