La Graílla
Principio y final
Se ama la Semana Santa como quien tiene fe vive feliz en el mundo aunque sabe que despertará a algo nuevo
Nostalgia y vividura
Ciudad sin ley
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Iniciar sesiónTiene el ser humano la vocación de la trascendencia, pero es incapaz de entenderla hasta el final. Quiere librarse del dominio de la muerte, pero al mismo tiempo se marea cuando en la cabeza se imagina algo que no tiene final. Quiere escuchar a ... Dios, que es eterno, pero en estos días sólo es capaz de comprenderlo muerto, porque sí sabe que la vida tiene final, y al asomarse a la Resurrección lo hace deslumbrado, trémulo y sin comprender.
Tal vez ese paso que al hombre se le aparece como un abismo angustioso sea parecido a este Sábado Santo que en Córdoba es menos un día sin procesiones que una invitación a pensarlo.
Cuando uno es joven la Semana Santa se marcha como se come el plato que más gusta o se agota una felicidad efímera; una vez que va madurando termina por saber que si ama la fiesta es precisamente porque tiene principio y final, porque lo mismo que convoca un tiempo nuevo en que se abolen las reglas de los días cotidianos explica que ese momento tienen un sentido, una consumación y una consecuencia.
No es un ciclo de procesiones, marchas y flores, sino una historia que se cuenta en la plasticidad de las imágenes y en el hilo de la tradición que une a los presentes con los que se fueron y con los que están por venir.
Empieza y acaba como se inicia y termina la misma vida terrena y corpórea, y se aman estos días como quien tiene fe vive a gusto en el mundo: sabe que despertará a algo nuevo, pero ni el más convencido es incapaz de acercarse al paso sin algo de miedo consciente y sin saber que echara de menos la vocación de eternidad del momento en que sí existía el tiempo.
Este Sábado Santo en que el Señor espera en el sepulcro el momento de ese misterioso momento en que su cuerpo llagado se hace glorioso y se libera de las reglas del mundo tal vez quedara en Córdoba libre de procesiones para que el sea consciente piense en el final, en ese Sábado Santo personal que le llegará un día antes de redespertar para siempre.
Por un día no habrá bullas, teléfonos móviles que se alzan, esperas, comentarios, conversaciones, y no quedarán esta noche papeleras rebosantes, latas en las calles y restos de comida como paisajes inevitables de una fiesta que al convocar a la multitud no se libra de que a ella acudan personas vulgares.
Por un día no habrá que regresar con la cabeza llena de imágenes que se acumulan y que sólo al cabo del tiempo se irán decantando en la memoria. Igual que esta vida terrena y corpórea acabaría por hastiar si no tuviera el descanso después de haber machacado los huesos y la cabeza, también la Semana Santa necesita esta pausa y sobre todo lo que llega a partir de mañana, cuando empieza otro tiempo y lo que ha pasado es recuerdo feliz primero, añoranza más tarde y presentimiento mucho después. Los que en Córdoba ya preparan un entretiempo de pasos y bandas podrán imitar el cuerpo, pero irá vacío de alma.
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