La Graílla
Laissez Feria
Lo que una vez fueron días grandes y extraordinarios necesitan distinguirse en algo más que en pasar la celebración a un sitio más inhóspito
Todos los días
Patios sin desenclavar
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Iniciar sesiónEn ese páramo de mucho sol y pocas sombras que de vez en cuando, con menos frecuencia de la que debería, salvan oasis de color, aire, comida y gusto, se dirime en estos años una batalla ideológica. No hay fin de la historia ... posible cuando dos modelos económicos, el liberal que lo confía todo a los agentes del mercado y el planificado, que quiere tomar las riendas, miden las fuerzas en el ánimo de quienes que tomar decisiones.
Desde hace muchos años, la Feria de Córdoba funcionaba como una suerte de selva en la que el poder sólo entraba para conceder parcelas. Incluso en los tiempos de Izquierda Unida, el Arenal se regía por los principios del 'laissez faire', del liberalismo clásico que propone que sea la iniciativa privada la que diga qué cosas se hacen y cómo.
Los promotores de las casetas definían un tipo de fiesta concreto, que variaba según el lugar, y luego era el público, fueran socios de tradicionales o chavales de aluvión para bailar lo mismo que todos los fines de semana, los que tenían que decidir el éxito o el fracaso de la propuesta.
No era nada que no pasara en cualquier calle comercial o en los polígonos industriales, siempre que ni los políticos, ni los empresarios ni el resto del mundo quisieran ver que el espacio municipal se concedía en bastantes casos a unas asociaciones concretas para un fin poco más que altruista o social, y que después se gestionaba como una empresa privada con la lógica, del todo legítima salvo en la operación, del beneficio privado. Nunca la vista fue más gorda que en estos días.
La segunda sería la opción de planificar la Feria desde arriba y definir cómo tiene que ser, o más bien hacer cumplir las normas que nunca se han abolido. El Ayuntamiento no tendría que meterse en quién es el titular ni en si lo que parecen socios o hermanos llevando la gestión en realidad son alquiler encubiertos, pero sí que tendría que definir un poco la fiesta y conseguir que fuese distinta de cualquier fin de semana.
Quizá hace más de un siglo la Feria de Nuestra Señora de la Salud fuese la única ocasión para una diversión colectiva y extraordinaria, pero cuando ha llegado el siglo XXI, los sitios de ocio se multiplican por todas partes y las fiestas y homenajes pueden hacerse en cualquier momento, lo que una vez fueron días grandes necesitarían distinguirse en algo más que en el sitio, porque alguien podría pensar que pasan de la comodidad de la ciudad al calor inhóspito del albero. Los 1,3 millones de euros que el Ayuntamiento gasta en la Feria y los que está invirtiendo en los últimos años para mejorar el espacio tal vez necesiten una justificación mejor que la simple ley de la oferta y la demanda.
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