La Graílla
Cicatrices
El logro del dispositivo de las Cruces es el final del miedo a dejarse llevar por la inercia antes que ser valiente
Fiestas blindadas
Cuentas rabiosas
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Iniciar sesiónCuando alguien sale del quirófano y algo más tarde del hospital y les dice a sus amigos que está bien no miente, pero sólo la gente de confianza se asomará a la piel y encontrará la cicatriz tremenda con que le sacaron el corazón ... para arreglarle una válvula y ponerlo más tarde en su lugar, ya sin miedo a que cualquier día se le colapsasen las venas y las arterias.
Podrá luego hacer la vida normal y llegará un día en que al mirarse al espejo no piense en el cuchillo con que le abrieron el esternón y sabrá que fue mejor aquella aterrorizadora carnicería controlada que desplomarse en un segundo sin siquiera poder despedirse.
A las Cruces de Mayo también hubo que abrirlas en canal este año y los que pasearon por la ciudad, incluso aquellos que no tenían valor para acercarse a los lugares que los jóvenes conquistan con la eficacia de una guerra relámpago, encontraron a Córdoba en estado de sitio, con el Bailío con vallas como de derrumbamiento, señales de tráfico que obligaban a salir por un lado y entrar por otro y hasta el Cristo de los Faroles con ferralla tapando su reja de siempre.
No era ninguna sorpresa: después del desmadre del año pasado el alcalde se había comprometido a atajar el problema del botellón y este año tomó medidas drásticas que si fueron aparatosas también ayudaron a que la fiesta fuera menos destructiva.
Las cifras, con el descenso progresivo de las denuncias por beber en la calle, y la impresión de los vecinos parecen darle la razón y Bellido proclamó desde primera ahora que se había erradicado el botellón de las cruces, al menos el masivo de antes, y que se había vuelto a la esencia de la fiesta.
Es cierto, pero tal vez lo que haya conseguido el despliegue masivo de policías junto a las cruces más concurridas por los jóvenes sea un poco más profundo, y es el final del miedo que tantas veces atenazó en esta ciudad a quienes prefirieron dejarse llevar por la inercia a tomar decisiones valientes aunque tuvieran que hacerse a corazón abierto y dejando cicatriz.
Quizá si Bellido hubiera sido un alcalde de otro tiempo, después de aquel vídeo de urgencia en que el año pasado reconoció que había un problema con las Cruces, habría convocado una comisión y luego se habría extendiendo diciendo que era necesario un debate sobre el modelo y sobre la fiesta para el futuro.
Al cabo de un año se habría repetido el mismo ciclo hasta que la conversión de la primera cita de mayo en un bebedero gigantesco se hubiera vuelto tan tradicional como las casetas que se subalquilan en el Arenal.
Ahora que ha visto que con determinación se han conseguido resultados puede ser el momento, entre otras muchas cosas, de tener el pulso firme para lograr una Córdoba limpia, incluso con la colaboración de los mismos ciudadanos, o de pensar en si vale la pena dejar que la Feria se desangre mientras aquel dictamen de la comisión de 2017 lleno de medidas valientes sigue dormido.
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