La Graílla
Homo insipiens
La estación está llena de gente que no sabe cuándo saldrá su tren ni cuándo vuelve su familiar parado en la nada
Uno quiere creer
Luces verdes
Ya es tarde cuando uno se da cuenta de que el nombre de homo sapiens es en realidad un pensamiento desiderativo, una etiqueta que pueden llevar algunos de los más espabilados de la especie y no todos los días. Si el ser humano ... usa la razón es la mayoría de las veces para darle apariencia honorable a las decisiones que ha tomado con las tripas, sin pararse a considerar las ventajas ni los inconvenientes, y en realidad sin pensar en que sea necesario.
Si alguien pregunta habrá quien responda encogiendo los hombros, alguno dará una respuesta simple y sincera («lo hacen los demás», «me gusta y ya está», «no lo sé») y los menos balbucearán explicaciones argumentadas de las que podrán creerse muy pocas. Se decide con prejuicios, ideas de otros, gusto por el riesgo y la adrenalina y el sadismo de fastidiar a quienes están al lado.
En Córdoba han sobrado ejemplos esta semana. Un conductor pisó el acelerador hasta los 223 kilómetros por hora en la autovía A-45, que no es vieja, pero tampoco bien cuidada ni libre de baches, y su acompañante grabó en el móvil la hazaña del velocímetro que llegaba a cifras astronómicas y después subió lo subió a TikTok.
La adicción al peligro y la voluntad de transgresión quizá puedan explicarse con una frase y hasta con una subordinada en un derroche verbal, pero la cabeza del que pone en riesgo su vida y la de los demás, como la del que se apropia de lo ajeno o dispara a quien le molesta, tiende a huir del castigo y a buscar una vía de escape cuando se haya notado el delito y todavía esté por aparecer el culpable.
Dejar huella en una red social con un perfil y con un rastro digital tan evidente como el del niño que pisa en su casa después de haber jugado en el barro parece la demostración de que el gran primate que logró caminar erguido, usar herramientas y curar a sus semejantes lo hizo tras una bifurcación en que una parte, el homo insipiens, quedó con apariencia similar pero con más tendencia a obedecer impulsos poco reflexivos y a intentar argumentarlos si luego hiciera falta. O eso o querían hacerle el trabajo fácil a la Guardia Civil, siempre tan sobrada de sentido del deber como falta de apoyo y presupuesto.
La estación del AVE de Córdoba, no hace tanto puerto de uno de los grandes orgullos que había convertido a la atrasada España en un país moderno, se ha llenado de gentes que no saben cuándo saldrá su tren, no tienen claro llegar a tiempo y viven preocupados por los familiares tirados bajo el sol inclemente de la llanura manchega.
Se escuchan quejas, pero nadie está seguro de que muchos de los perjudicados, con ese ramalazo de homo insipens que puede tener cualquiera, sean capaces de identificar a los gestores que en un parpadeo hicieron pasar al ferrocarril español del ejemplo al desastre ni mucho menos de que al votar se resistan a preferir trenes parados y aviones perdidos a una alternancia política que parece más vestida de resignación que de esperanza.
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