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El gran libro de la Córdoba romana
Roma nos erigió cruce de caminos, nos dio lengua, derecho, tabernas, urbanismo o el senequismo
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El pasado jueves se presentó en un repleto Salón Liceo del Real Circulo de la Amistad, el libro de Desiderio Vaquerizo 'Córdoba romana. La ciudad oculta', de editorial Almuzara. Acompañaron al autor, Nicolás de Bari Millán, vicepresidente del Círculo, Manuel Pimentel ... por Almuzara, Eugenio Sánchez Ramade patrocinador de la publicación, y el alcalde de Córdoba José María Bellido. En sus intervenciones todos destacaron la calidad de la obra y su oportunidad para poner en valor la importancia de ese pasado de nuestra ciudad, a menudo aparcado por el esplendor Omeya.
Sin duda, consigue su objetivo. Es el gran libro sobre la Córdoba romana. Con un magno formato (pesó 5 kilos al nacer, 300 gramos más que el mío, 'Córdoba, ciudad eterna') une el rigor y la divulgación a través de las espléndidas fotografías de Rafael Carmona, las bellas recreaciones y un texto de Desiderio Vaquerizo a mitad de camino entre la arqueología y la historia. Desiderio, catedrático de Arqueología en la Universidad de Córdoba, lleva más de cuatro décadas reivindicando la Córdoba romana, con palabras y hechos, con miradas a ese rico pasado, pero también como una forma de entender lo que vino después y nuestro presente. Desiderio es todo pasión y con esta publicación ha conseguido ese libro necesario sobre la que fue Colonia Patricia y, al mismo tiempo, el gran libro de su vida, hasta ahora. Enhorabuena.
Somos hijos de Roma. Roma llegó a nuestra zona en el 205 a. de C., fundó la ciudad a mitad del siglo II a. de C. y perduró incluso más allá del 476, cuando cayó el Imperio Romano de Occidente. Los hispanorromanos cordobeses mantuvieron sus señas de identidad en época visigoda y hasta la llegada del islam en el 711. Entre medias, fuimos la capital de la provincia Bética, que dio emperadores, filósofos, senadores y escritores; fuimos el principal puerto fluvial del sur de Hispania, que llevaba al Imperio aceite, vino y metales y traía todo lo que Roma producía; tuvimos foros, templos monumentales, teatro, circo y anfiteatro colosales.
A simple vista, hoy apenas podemos ver de esa Córdoba el puente, algunos restos de murallas, las columnas del templo de la calle Claudio Marcelo (por favor, no la llamen Calle Nueva, respeten el nombre de nuestro fundador), los mosaicos del Alcázar o los capiteles y columnas de las primeras partes de la Mezquita-Catedral. Pero el legado de Roma en Córdoba sigue con nosotros. Roma nos erigió como cruce de caminos, nos dio la lengua, el derecho, las tabernas, el urbanismo, el senequismo, nos trajo el cristianismo y esta noche, cuando el Arcángel ruja con 20.000 voces animando al Córdoba en su partido por el ascenso, imitaremos a aquellos cordobeses que abarrotaban el circo ubicado en la actual Ciudad Jardín. Porque Roma también nos trajo el gusto por los espectáculos públicos. Y ahí seguimos.
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